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Por Publicado el: 31/12/2013Categorías: Crítica

CRÍTICA: ‘Una buena despedida de año’ (Misa de Réquiem, G. Verdi, Palacio Euskalduna de Bilbao, 30/12/2013)

MESSA DA REQUIEM (G. VERDI)
Palacio Euskalduna de Bilbao. 30 Diciembre 2013.

La Asociación Musical Alfredo Kraus (AMAK) viene organizando desde hace más de 10 años un concierto de Navidad, que ha conseguido convertirse en un auténtico clásico, no tanto por su antigüedad, sino por el hecho de que el público un año tras otro agota las localidades a la venta. El hecho de que el concierto sea benéfico indudablemente tiene algún efecto en la buena acogida del concierto por parte del público.

Este año AMAK ha decidido conmemorar el bicentenario del nacimiento de Giuseppe Verdi, ofreciendo la Misa de Requiem del compositor de Busseto, cuyo resultado ha sido francamente bueno, con una destacada batuta y un cuarteto solista español, en el que no todo ha funcionado a la perfección.

En estas notas al concierto me voy a permitir romper con el orden tradicional que sigo habitualmente, y comenzaré por referirme a lo extraño que me resulta que dos estupendos artistas, como son el director Óliver Díaz y la soprano Carmen Solís no sean más habituales en las programaciones operísticas de nuestro país. Ante tantas medianías como uno tiene que sufrir en los teatros de ópera de nuestro país no salgo de mi asombro al comprobar que tanto el director asturiano como la soprano extremeña sean dos auténticos desconocidos para el gran público.

La dirección musical estuvo encomendada, como apunto más arriba, a  Óliver Díaz, cuya lectura del Réquiem ha sido francamente buena, convirtiéndose en el auténtico protagonista del concierto. Dirigió con energía y lo que podemos llamar auténtico sentido verdiano, en una lectura muy cuidada, en la que siempre ayudó al cuarteto solista, mostrando una gran empatía tanto con la Orquesta Sinfónica de Bilbao, de la que obtuvo una destacada prestación, como del Orfeón Donostiarra, siempre presente en los conciertos de Navidad de AMAK, que mostró su categoría especialmente en el Libera me, y en las propinas, a las que luego me referiré.

La soprano Carmen Solís ofreció lo mejor del cuarteto solista, con una voz muy adecuada para Verdi, manejando francamente bien su instrumento y llevando emoción a la sala en el Libera me final. Es verdad que Carmen Solís ha actuado ya en teatros de ópera de importancia en nuestro país, como es el caso de Oviedo, Bilbao y Sevilla, pero nunca en repartos titulares. Tras su Leonora de Il Trovatore en Sevilla, Moreno Mengíbar escribía que estábamos ante la mejor promesa verdiana de nuestro país. No puedo estar más de acuerdo. Yo añadiría que más que una promesa es una auténtica realidad. Esperemos que los grandes coliseos españoles se despierten pronto.

El tenor vasco Andeka Gorrotxategi fue el punto más flojo del cuarteto, ofreciendo una voz excesivamente engolada, con dificultades para salir del escenario. No creo que venir precipitadamente de Italia (Cavaradossi en Padua) le haya permitido estar en condiciones óptimas. Tras un Ingemisco ayuno de interés, las cosas funcionaron algo mejor en Hostias et Preces. Lo peor fue el aria Viva il vino spumeggiante, ofrecida en las propinas.

La mezzo soprano valenciana María Luisa Corbacho ofreció una voz amplia, que se acoplaba muy bien con la de Carmen Solís. Su instrumento no tiene mucha calidad en el centro, aunque mejora al ir a la zona alta.

El burgalés Rubén Amoretti completó el cuarteto en una actuación solvente.

El Euskalduna colgó el cartel de No hay billetes y el público dedicó una muy cálida recepción a todos los artistas, no faltando bravos, especialmente dirigidos al Orfeón Donostiarra.

El concierto comenzó con 9 minutos de retraso, único punto oscuro de la organización, y tuvo una duración total de 1 hora y 59 minuto, de los el Réquiem de Verdi ocupó 1 hora y 23 minutos.

En las propinas hubo un merecido homenaje a Richard Wagner en el bicentenario de su nacimiento, ofreciendo Óliver Díaz el final de Meistersinger, en el que brilló de manera especial el Orfeón Donostiarra. A continuación se homenajeó a Pietro Mascagni, de quien se cumplían 150 años de su nacimiento, con la interpretación del brindis de Cavallería Rusticana, al que me he referido anteriormente. Faltó sorprendentemente homenajear a Benjamin Britten, de quien también este año se cumple el centenario de su nacimiento. El Orfeón Donostiarra y la Orquesta Sinfónica de Bilbao completaron su actuación don dos villancicos, O, Bethlehem y O, Holy Night, muy bien interpretados.

El precio de la localidad más cara era de 58 euros. En los pisos superiores los precios oscilaban entre 34 y 28 euros. La entrada más barata costaba 18 euros.  José M. Irurzun

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