Crítica: Una ópera difícil, truculenta y olvidada de Mercadante
Crítica: Una ópera difícil, truculenta y olvidada de Mercadante
IL BRAVO (S. MERCADANTE)
Opera House de Wexford. 24 Octubre 2018.
Estamos ante una nueva edición del Festival de Ópera de Wexford en Irlanda y, como siempre, el programa resulta muy atractivo para el aficionado, ya que sigue ofreciendo títulos poco conocidos y que además en su día tuvieron mayor popularidad. Este año los títulos que se ofrecen son Il Bravo, de Saverio Mercadante, al que seguirán Mala Vita, de Giordano, en programa doble con L’Oracolo de Leoni, terminando con la ópera contemporánea, de Bolcom, Dinner at Eight. Aparte de esto todos los días hay actividades musicales, entre las que destacan las operitas que se representan en el reducido escenario del White’s Hotel, cuyo dueño fue el fundador del Festival.
Mercadante (1795-1870) es un caso extraño en la historia de la ópera, ya que tuvo una exitosa carrera como compositor hasta el punto de llegar a estrenar unas 60 óperas, gozando de una gran popularidad, que se vio alterada por la aparición de sus contemporáneos Bellini, Donizetti y el primer Verdi, lo que hizo que su obra cayera prácticamente en el olvido. En los últimos años apenas se han podido ver otras óperas de Mercadante que I Due Figaro, que Riccardo Muti dirigió en el Teatro Real, la Didone Abbandonata que se pudo ver este verano en Innsbruck y una Francesca da Rimini hace dos años en el Festival de Martina Franca. Curiosamente, el festival de Wexford ha ofrecido con la que ahora nos ocupa nada menos que 6 óperas de Mercadante en su historia. Eso son solamente dos menos que las que ha ofrecido de Verdi.
Il Bravo se estrenó en Milán en 1839 y originariamente fue un encargo de Rossini (a la sazón responsable del Teatro des Italiens de París) para la capital francesa, lo que pone en evidencia la popularidad de Mercadante en aquellos años. La ópera tiene un argumento que no puede ser más truculento e increíble, lo que no impidió que triunfara de manera
clara e indiscutible en su estreno y en años subsiguientes, cayendo posteriormente en el olvido.
El Festival de Wexford ha encargado una nueva producción al director de escena francés Renaud Doucet, que hace un trabajo simple y adecuado, que sirve para narrar la complicada trama. La escenografía de André Barbe ofrece un escenario en cuesta en las escenas de exterior, mientras que las de interior se desarrollan en la parte delantera y en escenarios muy simples, que separan la escena del resto con una pared o simplemente una cortina. El vestuario responde a la época de la trama (siglo XVI) y resulta simple y adecuado, obra del mismo André Barbe. Correcta sin más, la iluminación de Paul Hackenmueller.
La producción está pensada para un espacio reducido como el de la Opera House de Wexford y narra adecuadamente la historia, con la “originalidad” de ofrecer grupos de turistas actuales a veces en los arranques de la escena, como si estuvieran rememorando lo ocurrido entonces.
La dirección musical estuvo en manos del italiano Jonathan Brandani, a quien veía dirigir por primera vez. La impresión es positiva. No me ha resultado convincente su lectura en el primer acto, ganando en fuerza y energía en los dos últimos. Acompañó bien a los cantantes. La Orquesta de Wexford Festival Opera estuvo por debajo de otras actuaciones suyas en años anteriores. Correcto el Coro del Wexford Festival Opera.
El reparto vocal de esta ópera es muy exigente, lo que puede explicar en parte el hecho de haber caído en el olvido. No son muchas las óperas que requieren la presencia de dos tenores importantes en escena y ésta es una de ellas.
Carlo, Il Bravo, llamado así por ser el sicario a las órdenes de las autoridades venecianas fue interpretado por el tenor italiano Rubens Pellizzari, que mostró una voz adecuada para el personaje. Se trata de un tenor lírico-spinto, cuya primera octava resulta atractiva, aunque pierde calidad en la octava superior. En conjunto funciona bien.
La parte de Violetta fue interpretada por la soprano rusa Ekaterina Bakanova, que ofreció quizá lo más interesante de todo el reparto. Es una soprano ligera de voz atractiva y que resuelve bien las agilidades, aunque no sea un prodigio de expresividad.
El otro tenor interpreta el personaje de Pisani, enamorado de Violetta y condenado por las autoridades vénetas. Su intérprete fue el italiano Alessandro Luciano, cuya voz resulta atractiva con el inconveniente de que su volumen es muy reducido, habiendo problemas para que su voz llegue a la sala.
También son dos las sopranos en esta ópera, siendo la segunda la que interpreta la parte de Teodora, madre de Violetta y esposa sorprendente de Il Bravo, que se supone la había asesinado hace años. Esta soprano requiere una voz de soprano spinto, con anchura suficiente, y fue interpretada por la japonesa Yasko Sato, que mostró una voz adecuada a las exigencias del personaje, aunque con una afinación más que discutible en muchas ocasiones.
El malvado Foscari fue interpretado por barítono venezolano Gustavo Castillo, quien mostró una voz interesante de barítono lírico, no estando tampoco muy sobrado de volumen.
El resto de personajes son todos comprimarios y fueron razonablemente bien cubiertos. Eran Simon Mechlinski (Luigi), José de Eça (Cappello), Toni Nezic (Marco), Richard Shaffrey (Un Messo) y Ioanna Constatin-Pipelea (Michelina).
El teatro ofrecía una ocupación que rondaría el 90 % de su aforo. El público se mostró más frío de lo habitual a escena abierta y tampoco hubo mucho entusiasmo en los saludos finales.
La representación comenzó como siempre con el público en pie y cantando el himno de Irlanda en gaélico. La función tuvo una duración de 3 horas y 11 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 2 horas y 22 minutos. Cuatro minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 150 euros, habiendo butacas de platea desde 100 euros. La localidad más barata costaba 35 euros. José M. Irurzun
Fotos: Clive Barda
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