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Critica: Festival Internacional de Música de Marvao (II)
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Por Publicado el: 28/07/2019Categorías: En vivo

Crítica: Veraniego viaje de invierno en Marvão

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Juliane Banse interpreta Winterreise

VI FESTIVAL INTERNACIONAL DE MÚSICA DE MARVÃO

WINTERREISE, DE FRANZ SCHUBERT. Juliane Banse (soprano), Alexander Krichel (piano), István Simon (danza), Andreas Heise (coreografía). Lugar: Centro de Artes e Espectáculos (CAEP). Portalegre, 25 julio 2019.

En la avalancha de buenos, muy buenos y excepcionales conciertos que brinda la sexta edición del Festival Internacional de Música de Marvão, el jueves llegó el debut de la soprano Juliane Banse en una obra tan suprema y exigente como es el ciclo de canciones Winterreise de Schubert. Solo dos artistas –el piano es coprotagonista esencial- en plenitud, cargados de sensibilidad, experiencia vital y dotados de afianzados medios técnicos pueden abordar con garantía el reto que supone adentrarse en las reflexiones y meditaciones del desamor y revivirlas para compartirlas con el oyente.

Aunque concebidos para una vocalidad de tenor, los 24 Lieder que integran el más conocido ciclo de canciones de Schubert se han impuesto en la voz baritonal. Sin embargo, no han sido escasas las sopranos y mezzosopranos que han afrontado y hecho maravillosas con el prodigio schubertiano. Christine Schäfer entres las primeras y Brigitte Fassbaender entre las segundas, son algunas de las féminas que han penetrado en el universo íntimo de los versos de Wilhelm Müller y los compases de Schubert.

Ahora, el jueves, Juliane Banse ha incorporado su nombre a la nómina selecta de artífices del Winterreise. Fue en Portalegre, en la estupenda sala de conciertos del Centro de Artes e Espectáculos, ante un público cuyo silencio absoluto reflejaba con claridad el prodigio que se estaba obrando sobre el escenario. Fue una de las versiones más intensas, emotivas, conmovedoras y hermosas que recuerda el crítico. La Banse, que es una cantante de larga y bien conocida trayectoria, ha esperado a la madurez artística para sumergirse en el mundo dolido, apesadumbrado y nostálgico de este Viaje de invierno nacido, paradójicamente, en el sofocante verano ibérico. Hubo, por supuesto, calidad vocal, pero sobre todo vivencia, convicción, verdad, estilo, fondo expresivo y sabiduría escénica.

Los sucesivos y contrastados microcosmos por los que transita el dolido viajero –viajera en este caso- son recaladas en diferentes estados de ánimo, en distintas reflexiones sobre la ausencia del ser amado. ¡El desamor! ! Un itinerario por la desolación ante la pasión no correspondida, ante la “impresión gélida, sin concesión al encanto ni a la felicidad lacrimógena”, por utilizar la expresión de quien –desde su vocalidad diferente e inconfundible- ha sido uno de sus mejores artífices, el barítono Dietrich Fischer-Dieskau. Juliane Banse, soprano con tablas y maestría,  supo llevar la obra de arte a su territorio vocal con tanto acierto como plegar sus valiosos medios vocales al universo único de Schubert. Salvo el choque inicial –el oído, viciado, tiene adherido el registro baritonal-, su versión fue una armoniosa sucesión de registros y matices puestos al servicio de las muchas sombras y pocas luminosidades del ciclo que culmina Schubert en el otoño de 1827, apenas unos meses antes de fallecer. Cantó con la cabeza, sí, pero aún más desde su sentir de verdadera artista.

Pero la diva no solo cantó. También actuó, danzó, se involucró hasta fundirse con el piano en verdad sobresaliente del alemán Alexander Krichel, partícipe también él en la puesta en escena. Fue un espectáculo inolvidable, al que contribuyó también de manera sustancial y vital el bailarín István Simon, eslabón clave en este veraniego Viaje de invierno. Su complicidad escénica, anímica, sensorial y plástica con la Banse y el piano de Krichel fue absoluta; y tan magistral como la inteligente, expresiva y ajustadísima coreografía diseñada por Andreas Heise.

El éxito, absoluto y merecido. Después de unos segundos de revelador silencio, comenzaron los aplausos, tímidos y emocionados inicialmente, fueron preludio de minutos y minutos de ovación y bravos. Al abandonar la efectiva sala de conciertos del Centro de Artes e Espectáculos de Portalegre, la realidad de la veraniega noche alentejana no pudo desdibujar la impresión larga y profunda del Viaje de invierno que tan firmemente se había asentado en el alma.

Los días anteriores, en el Festival de Marvão se disfrutaron veladas tan excepcionales como los protagonizados por Javier Perianes junto a la Orquesta de Cámara de Colonia y Christoph Poppen –esposo de Juliane Banse y codirector con ella del propio Festival-, que interpretaron el Primer concierto para piano de Beethoven; el ciclo integral de la Sonatas y partitas para violín solo de Bach a cargo de la fulgurante Clara-Jumi Kang; el estreno de una versión camerística de la Séptima sinfonía de Bruckner firmada por el portugués Luís Carvalho y un sinnúmero de conciertos sinfónicos, camerísticos y recitales entre los que no faltará un recital de piano en el que precisamente Alexander Krichel interpretará, entre otras composiciones, el Liebestod de Wagner-Liszt y los Estudios sinfónicos de Schumann.

La gran fiesta de la música que es el Festival de Marvão concluye este domingo, con una gala en ese verdadero marco incomparable que es el Castillo de Marvão en la que participarán diversos artistas –entre ellos Juliane Banse– junto a la Orquesta de Cámara de Israel, todos dirigidos por Christoph Poppen. Justo Romero

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