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Por Publicado el: 05/08/2019Categorías: En vivo

Crítica: Verona, entre Zeffirelli y Domingo

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Verona, entre Franco Zeffirelli y Plácido Domingo

Ambas  enormes personalidades artísticas marcan la presente edición del festival al aire libre más popular del mundo. El pasado febrero, la Fundación Arena anunciaba la convocatoria de una rueda de prensa en la casa de Franco Zeffirelli con motivo de la futura producción del director en el teatro veronés en el Festival de la Ópera de Verona. Sin embargo, la labor de Zeffirelli se anunció como una ‘participación extraordinaria’ y únicamente comparecieron ante los medios para presentar esta producción Federico Sboarina, alcalde de Verona, Cecilia Gasdia, directora general y artística de la Fundación Arena y el hijo adoptivo del director de escena, Pippo Corsi Zeffirelli, quien es a su vez vicepresidente de la Fundación Franco Zeffirelli. Pocos días antes  de empezar el festival  llegaba al mundo la triste  noticia del regista.

Su participación extraordinaria en la dirección de esta Traviata hizo pensar a los periodistas italianos en la posibilidad de que, desde el punto de vista de la producción, este montaje obedezca a intereses de la Fundación del maestro. Las pistas son varias: Franco Zeffirelli llevaba una vida retirada, con contadas apariciones públicas que suelen estar ligadas a la última empresa de su vida, la creación de esta Fundación que lleva su nombre y cuyo objetivo es la preservación y organización de un archivo que conserve su trayectoria profesional para la Historia.

Por otro lado, la voluntad de cambio para la Fundación Arena que anunció su presidenta con motivo de la crisis en la que el Teatro se ve inmerso, se reflejan en los versos de Giovanni Pascoli “C’è qualcosa de nuovo oggi nel sole, anzi d’antico” [Hay algo nuevo hoy en el sol, algo antiguo]. Desde que el 1995 debutase su primera CarmenZeffirelli ha sido el verdadero protagonista de la Arena de Verona, acumulando un poder e influencia que sitúan su presencia por delante de la de cantantes y directores. Continuar esta tradición pasa por alto la necesidad de asumir el riesgo a cambiar.

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Hablaremos conjuntamente de su Traviata y de la celebración de los 50 años  del debut  de Plácido Domingo en la próxima crónica, ya que el tenor encarnó a Giorgio Germont en la representación previa a dicha conmemoración. En cuatro días sucesivos se pudieron disfrutar además de “Aida” y “Carmen”. La producción de la primera, firmada por Gianfranco de Bosio, se inspira y actualiza la original de 1913 de  Ettore Fagiuoli. Es un espectáculo de esos que provocan constantemente los aplausos del público por su enorme vistosidad.  No hay elefantes, pero sí caballos y una inmensa cantidad de figurantes con vestuario completamente cinematográfico. Es la “Aida” que a todo el mundo le gustaría ver una vez en su vida. La “Aida” por la que pueden incorporarse a la ópera muchos jóvenes ignorantes de su existencia. Más aún si se seleccionan bien las voces y este año se ha acertado en presentar artistas muy adecuados para este anfiteatro romano al aire libre capaz de albergar a 20.000 espectadores, en donde lógicamente importa más caudal que sutilidad. Sin embargo ambas cosas adornaron a María José Siri, en plena carrera ascendente, capaz de filar, apianar y subir a la estratosfera en el “O paria mia”. Junto a ella la Amneris de Violeta Urmana, aplaudidísima en la escena del juicio pero lejos de hallarse en sus mejores tiempos y el tenor Mikheil Sheshaberidze que hubo de intervenir a partir de la segunda escena por indisposición del inicial y que mostró una excepcional entrega y ganas de hacerse con el público, lo que logró con un par de arriesgados calderones en “si bemol”. Correcto el resto del reparto.

Hugo de Ana se lanzó por el camino de la espectacularidad banal en “Carmen”, llenando el escenario de coches, camiones, motos, caballos, mulillas con un toro disecado en el arrastre… y bastante parca dirección actoral. Es, por otro lado, lo que el público espera ver en la Arena. Ksenia Dudnikova lució potencia y también tosquedad y falta de matiz como Carmen. Otro tanto cabe apuntar del Escamillo de Alberto Gazale. Impresionó muy positivamente la voz de Murat Karahan como Don José, de tenor spinto con timbre grato y proyección. Ruth Iniesta puso la satilidad y el matiz de la velada como Micaela.

Las direcciones de orquesta de Francesco Ivan Ciampa y Daniel Orén mantuvieron el control, lo que no es fácil en un escenario tan grande y con tantos elementos, de los amplísimos coros y una orquesta en la que claramente falta gravedad en la cuerda. Gonzalo Alonso

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