Crítica: Vibrantes Berlín y Petrenko
Vibrantes Berlín y Petrenko
Obras de Mozart y Schumann. L. Alder, soprano, W. Lehmkuhl, contralto, L. Vrielink, tenor, K. Stražanac, bajo-barítono. Orfeó Català. Berliner Philharmoniker. Kirill Petrenko, dirección musical. Auditorio Nacional. Madrid, 3 y 4 de mayo de 2023.
Final glorioso para la temporada de Ibermúsica, con la Filarmónica de Berlín y al frente Kirill Petrenko, su titular, dentro de una gira por España con escalas en la Sagrada Familia, dentro de su “Concierto por Europa”, en el Palau y en Madrid y Zaragoza. Otra cosa es que los programas hayan constituido un acierto.
Curiosamente la orquesta berlinesa nació en 1882, justo cuando se empezó a construir la catedral de Gaudí. El concierto en ella debió celebrarse en 2020, pero la pandemia lo impidió. No es la primera vez que el “Concierto por Europa” tiene lugar en España, puesto que ya lo hizo en 1992 en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial -por cierto con parecidos problemas acústicos que en la Sagrada Familia- bajo la batuta de Barenboim y en el Real en 2011 con Rattle. Tampoco Petrenko era una novedad, pues dirigió a la Nacional en 2008, pero es su debut con Ibermúsica y a los berlineses les echábamos de menos desde 2018.
En los dos conciertos madrileños, aquí comentados, se repitió la primera parte, lo que sin duda perjudicó a los abonados a ambos ciclos de Ibermúsica. Tampoco hubo propina alguna. Los berlineses vinieron algo tacaños, porque titular y agrupación poseen repertorio como para no haber repetido. No tienen suerte los berlineses con Mozart últimamente. Ni Rattle ni Petrenko nos dejan interpretaciones de referencia. A la dramática “Sinfonía n.25” le sobró impetuosidad y rapidez de tempos y faltó ligereza y transparencia. Sin duda el sonido fue admirable desde las primeras notas de la formidable y envidiada cuerda y la entrada del oboe, pero la prioridad dada a las cuatro trompas se unió a la mayor presencia sonora que en esta sala tienen siempre los metales y ni los cuatro contrabajos ni la amplia cuerda equilibraron. Fue un Mozart vibrante, casi agresivo y lejos, por ejemplo, del otrora titular Abbado. Vino luego el “Exsultate Jubilate”, en la que lució un timbre bello de soprano ligera Louise Alder, sin duda la mejor voz de las que a continuación intervinieron en la “Misa de la Coronación”, porque a las otras tres apenas se las escuchó. Destacable el “Agnus Dei” de Adler y la prestación del numeroso y tal vez excesivamente nutrido Orfeó Català, capaz de casi apagar el sonido de los berlineses. De nuevo Petrenko se decidió por los tempos ligeros y la tendencia a la espectacularidad.
Uno, llegados a este punto, se pregunta por qué no vinieron con compositores más ligados a la historia de la Filarmónica de Berlín. Menos mal que cerraron el segundo concierto con la “Cuarta” de Schumann, expuesta con sobresaliente poderío, con una viveza inusitada, la misma rapidez de tempos y una mayor implicación de Petrenko en los pasajes vibrantes como el Scherzo que en los remansos de la Romanza. Una gran versión sin duda y justamente aclamada por el público que abarrotaba el Auditorio Nacional, pero no comparable a la escuchada y no olvidada lectura de Karajan en Lucerna hace más de 40 años. Gonzalo Alonso
Estuve en el primer concierto del Auditorio. Iba con la ilusión de escuchar en vivo a la gran OFB y lo que fundamentalmente oí, aparte el esplendoroso sonido de su primer oboe y las destemplanzas de sus ruidosas trompas, fue a una soprano defender con decoro las intrincadas agilidades del Aleluya en el “Exultate” y a un en exceso poderoso para tan reducida orquesta, Orfeó Catalá en la “Misa de la Coronación”.