Crítica: El magistral West Side Story de Steven Spielberg
WEST SIDE STORY (S. SPIELBERG)
El magistral West Side Story de Steven Spielberg
Un día de hace ya muchos días, escuchando la Ventana Indiscreta, el genial programa que lleva 35 años iluminando cinematográficamente desde Catalunya Radio el clan Gorina & Cía, me quedé entre sorprendido e indignado cuando dijeron que Spielberg preparaba un remake de West Side Story. No fui yo solo, todos pusimos el grito en el cielo, todos dudamos de la idoneidad y aún más del éxito del proyecto. ¿Por qué incidir de nuevo en una obra magistral del cine, en un icono y un referente que marcó época? No hacía falta, ni queríamos porque hay películas que sabemos que no se pueden superar y la lista es inmensa y entre ellas esta que dirigió en 1961 Robert Wise y también el eminente coreógrafo Jerome Robins, y que fueron protagonizar en los cinco roles principales, la deliciosa Natalie Wood, Richard Beymer, la explosiva Rita Moreno y los icónicos Russ Tamblyn y George Chakiris.
Lo diré al principio y así ya me quito la euforia y la inquietud que me ha dejado ese remake. El West Side Story dirigido por Steven Spielberg me ha gustado más que la versión original de 1961, aunque esta contundente aseveración debe matizarse y argumentarse, pero en ningún caso es una provocación, es algo innegable, bajo mi punto de vista, obviamente, y lo es porque Spielberg ha mejorado todos los aspectos menos uno del original. La versión de 2021 es una formidable adaptación de Tony Kusher más cercana al original de Broadway que a la adaptación posterior por la versión cinematográfica, potenciando mucho la historia y diría que acercándola más a los orígenes shakespearianos, incidiendo dramáticamente en los personajes y las situaciones dramáticas y de problemática racial y de la inmigración, tan lamentablemente vigente de nuevo en todo el privilegiado primer mundo.
Como también sucede en el odiosamente azucarado “I Feel Pretty” ahora situado en la tienda donde las puertorriqueñas hacen la limpieza nocturna y que sirve de necesaria distancia después del fenomenal concertante “Tonight” y la posterior y capital pelea (The Rumble) y antes de que estallen los trágicos acontecimientos en la confrontación entre Anita y María un dúo operático de altísima e inspirada y tensión dramática (A Boy Like That/I Have a Love). Otro momento brillantísimo y muy diferente de planificación y escenificación en la versión del 61 es “Gee, Officer Krupke”.
Ciertamente esta versión del 2021 a pesar de las buenas intenciones del prólogo que de forma brillante ya te atrapa, no alcanza la perfección cinematográfica de la versión de Wise y Robbins en 1961, porque aunque el baile de la cámara por encima de los tejados del barrio viejo donde ahora está el Lincoln Center, es muy buena, la coreografía y planificación original de Jerome Robbins no se ha superado en esta nueva versión, en ninguno de los números de baile, éste es el único punto donde el original permanece inalterablemente por encima del remake actual. La coreografía de Justin Peck quiere ofrecer otras miradas y actualiza todo homenajear constantemente a Robins, también arriesga como el propio Spielberg, pero lo tenía muy difícil y no gana. Comparar el prólogo, el baile en el gimnasio o el excitante “Cool” puede ser perjudicial. Le recomiendo que no lo haga
Donde gana claramente la apuesta de Spielberg es la planificación de todo el relato y la filmación brillante, magníficamente fotografiada, iluminada y diseñada, con unos personajes muchos más creíbles y donde los puertorriqueños son todos latinos y los norteamericanos son norteamericanos, donde se respetan edades y donde no es necesario pintar a los personajes para ser más oscuros y por tanto más creíblemente latinos. Hay más verdad y como no se trata, o no es conveniente ir comparando escenas o números musicales de una y otra, yo me he creído mucho más la historia actual de Spielberg que la de Wise.
No se trata de una película denuncia pero se agradece que el ambiguo personaje de Anybodys ahora ya sea un personaje Trans y también se agradece que lo que sólo podía imaginarse de relaciones homoeróticas entre algunos de los personajes ahora sean algo más que evidencias y expliquen algunas reacciones primordiales de algún personaje en el trágico final. Ciertamente no buscaremos en esta segunda versión un cine denuncia, pero está muy bien que la mirada sea diferente y se haya actualizado. El público al que va o debería ir destinada ya tiene muchos aspectos superados y quizás por eso también se ha creado este rol de Valentina, que de manera un poco naif si se quiere (no deja de ser un musical esto) nos pone en antecedentes y reclama justicia y dignidad.
Para mí hay otro factor definitivo, que la inmensa mayoría de críticas o crónicas que he leído no mencionan, y es que los actores y actrices del 2021 son los que cantan mientras que en la versión del 61 ninguna de las voces que escuchábamos cantar eran las de los actores y actrices que vemos, sólo Rita Moreno y Chakiris en algunos momentos y eso siempre me ha parecido algo inadmisible. Ahora son ellas y ellos y lo hacen muy bien bajo un inspirado Gustavo Dudamel que dirige la partitura con gran sensibilidad, brillo y deseada espectacularidad. Quien se le ha cargado, que también ha sucedido, es por problemas más allá de los estrictamente musicales.
La película del 2021 está repleta de pequeños y grandes homenajes a la del 61, empezando por la participación de Rita Moreno en un personaje bombón inventado, Valentina, que le permite hacer frente a una de las melodías más inspiradas de la inspirada partitura, el ”Somewhere”, originalmente cantado por el personaje de Consuelo que en su estreno en Broadway ( 1957) fue la después conocida soprano ligera Reri Grist antes de dar el salto al mundo operístico y que en esta versión del 2021 Rita Moreno prácticamente susurra con lo que le queda de voz a los 90 años, pero no cabe duda de que el momento es emocionante aunque cinematográficamente pueda quedar algo plano. Hubiera estado bien que Spielberg aprovechando que los intérpretes principales de la versión del 61 están vivos, salvo la pobre Natalie Wood, les hubiera dado una pequeña intervención a todos ellos para acabar de hacer los honores a aquella obra maestra, pero hay otros homenajes.
Natalie Wood tenía tanto de puertorriqueña como yo de escandinavo y pese a ser una deliciosa María, el encanto de Rachel Zegler es uno de los triunfos de la película. En la escena del balcón Spielberg consigue que nos olvidemos del emblemático icono de Wood/Beymer entre las escaleras, gracias a una filmación brillante y sobre todo a una fotogenia embriagadora de la actriz.
Superar a Richard Beymer es verdad que no era nada difícil, pero era un reto para cualquier chico joven que tuviera que interpretar a Tony precisamente para hacernos olvidar esa melaza. Ansel Elgort realiza una interpretación sensible, pero es mucho más creíble en las escenas violentas. El rol no es el más agradecido, pero sale con nota.
Ariana DeBose no hace olvidar a Rita Moreno pero está magnífica y cuando canta y baila se impone con mucha autoridad. Me ha encantado.
David Alvárez es Bernardo, mucho más creíble como temible caudillo de los Sharks, que el excesivamente perfilado y atravoltado Chakiris. Mientras Mike Faist no tiene el atractivo de Russ Tamblyn (quizá el Tony ideal) pero otorga mucha credibilidad y también masculinidad erótica al rol.
Y Spielberg que sabe envolver muy bien todos sus productos lo ha hecho con perfección, medios y mucho cariño, aprovechando los recursos de filmación actuales y también los gustos actuales. No ha querido competir con una obra de arte que permanece inalterable, y ha hecho bien en hacer la suya, y la suya es bellísima, válida y emotiva.
Si no vaya a buscar permanentemente la diferencias entre una y otra, y todo si lo hace, estoy seguro de que le emocionará e incluso podrá salir diciendo como yo que ésta es mejor.
No se la pierdan. Los grandiosos Bernstein y el recientemente desaparecido Sondheim se lo merecen, todo el equipo que le ha hecho posible también, y el cine en una sala grande y un apantalla gigantesca, aunque sea con olor a delictivas palomitas, también. Joaquim Hernández Puig
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