Crítica: “Winterreise”, ¿proeza o temeridad?
¿PROEZA O TEMERIDAD?
Justo Romero
WINTERREISE (VIAJE DE INVIERNO), D. 911, DE FRANZ SCHUBERT. Vicente Antequera (barítono). Óscar Oliver (piano). Lugar: Palau de la Música, Sala Rodrigo. Entrada: Alrededor de 300 personas. Fecha: Sábado, 24 marzo 2018.
Desconsolado y trágico, inmensamente hermoso, profundamente íntimo. El turbador viaje a la nada que describe Franz Schubert en su ciclo de canciones Winterreise (Viaje de invierno) llegó el sábado al Palau de la Música en la voz emotiva del barítono Vicente Antequera y los dedos de Óscar Oliver al teclado. Abordar esta obra exigente hasta el infinito y profunda como las entrañas del alma parece un coto vedado a los más grandes y veteranos artistas. Es un sueño, una cumbre, una meta reservada a artistas en plenitud, de larga trayectoria y experiencia, capaces de reinterpretar la música excelsa que crea Schubert inspirado por los versos desolados pero esperanzados de Wilhelm Müller.
Por ello, que dos intérpretes valencianos, jóvenes aún y sin el bagaje que se supone imprescindible para abordar un ciclo lírico de tanta enjundia técnica y artística, puede antojarse una temeridad propia de dos músicos irreflexivos dispuestos a comerse el mundo. No es fácil, sino todo lo contrario, mantener la concentración, el hilo conductor, la intensidad expresiva, no caer en la monotonía, en la reiteración de lo ya oído… Son exigencias a las que se añade el problema de permanecer más de setenta minutos –los que duran los 24 Lieder que integran el Winterreise– cantando al cien por cien sin desfallecer, siempre con la máxima tensión y exigencia vocal… También el pianista tiene que hacer un esfuerzo sobrehumano para no perder la concentración y traducir el pentagrama con los infinitos colores, registros y timbres que requiere un pianismo coprotagonista que acompaña y se involucra, sí, pero que también canta y dice con la misma intensidad, calor y desazón que la voz con la que se funde.
Obra de madurez y plenitud, aunque conviene no olvidar que cuando al final ya de su corta vida Schubert compone Winterreise es un joven compositor de apenas 30 años. Es decir, bastantes menos de los que tienen los protagonistas de este concierto. Ambos se adentraron sin tapujos y con evidente honestidad en lo más recóndito y dramático del ser humano. Y lo hicieron sin cargar las tintas ni enfatizar más de lo imprescindible. Hicieron una versión propia y decididamente fiel, empeñada en servir el prodigio en su más descarnada gravedad. Cada canción era un mundo, un estado de ánimo diferente, pero sin distanciarse de esa gran línea maestra que traza Schubert en este viaje invernal en 24 etapas, en el que el protagonista reflexiona en soledad sobre la muerte como único consuelo a la desesperanza que lo embarga en su triste vagar por la memoria y sus reflexiones.
Peter Schreier y Sviatoslav Richter, Dietrich Fischer-Dieskau y Gerald Moore (también con Murray Perahia), Peter Pears y Benjamin Britten, Thomas Quasthoff y Daniel Barenboim, Bernd Weikl y Helmut Deutsch, Hans Hotter y Gerald Moore son algunos de los dioses que han inmortalizado sus versiones del Winterreise. Los nada temerarios Antequera y Oliver no son (aún) dioses, pero hicieron méritos sobrados para eliminar el adjetivo temerario y hacerse acreedores a los muchos y bien merecidos aplausos y bravos que escucharon al final de la proeza.
Pocos imaginaban –pensábamos- que los viajeros valencianos saldrían airosos de tan comprometido reto. Hubo, por supuesto, carencias vocales –la inconsistencia de un registro grave sin el fuelle y el cuerpo requeridos, un control más exhaustivo del detalle vocal…- y pianísticas -aún podrían haberse escuchado mayores sutilezas y gradaciones dinámicas-… Detalles de excelencia que marcan la diferencia entre los “dioses” y los seres terrenales. El barítono Vicente Antequera y el pianista Óscar Oliver rozaron el cielo en su nada temeraria proeza terrenal.
Publicado en Diario Levante el 25/03/2018
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