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Por Publicado el: 12/09/2024Categorías: En vivo

Crítica: Del pianismo trascendente y necesario. Yulianna Avdeeva en el Ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo 2024/25

DEL PIANISMO TRASCENDENTE Y NECESARIO

Obras de Chopin y Liszt. Yulianna Avdeeva. Ciclo de Grandes Intérpretes de piano de la Fundación Scherzo. Auditorio Nacional, 10 de septiembre de 2024.

DEL PIANISMO TRASCENDENTE Y NECESARIOObras de Chopin y Liszt. Yulianna Avdeeva. Ciclo de Grandes Intérpretes de piano de la Fundación Scherzo. Auditorio Nacional, 10 de septiembre de 2024.

Yulianna Avdeeva ©Sammy Hart

La pianista rusa Yulianna Avdeeva (Moscú, 1985) ha empezado a ser conocida en nuestro país hace relativamente poco. Sorprendió en su presentación en el Festival de Granada de 2022 y demostró el porqué de haber sido la ganadora del primer premio del Concurso Chopin de Varsovia en 2010. En este concierto ha mostrado de nuevo una técnica muy pulcra, un toque delicado y variado, una dicción sutil, un manejo del pedal muy juicioso, una dosificación de contrastes dinámicos bien estudiada y una sonoridad muelle y redonda. No ha tenido problema con los trinos, las apoyaturas, los mordentes y otras agilidades, que salieron de sus manos de manera muy natural y fluida.

En la primera parte varias obras de Chopin, bien seleccionadas, de las más difíciles y bellas del catálogo del compositor, discurrieron bajo sus manos. Las cuatro Mazurkas op. 30, siempre difíciles en la manera de servir su curioso balanceo y de acentuar discretamente su aire danzable, marcaron ya sus habilidades. Fue original su planteamiento, en el que, quizá, se dejó ir en una lectura aparentemente caprichosa pero que reveló la suavidad de su toque, el fino y recamado dibujo. Contrastó bien los acentos en la nº 2, marcó con decisión el compás ternario en la 3 y cuidó sobremanera la dicción en la 4.

Estupenda recreación de la Barcarola op. 60, desarrollada sin accidentes, muellemente expuesta, casi con delectación en sus tres partes, a la manera de un Nocturno. Este vasto Allegretto en 12/8 fue bien servido en sus variadas cantilenas y detalladamente esculpido en ese apasionado “Poco piu mosso” central. En el Preludio en Do sostenido menor op. 45 advertimos ese “encanto penetrante” del que hablaba André Coeuroy y anotamos la pulcritud de las escalas.

Acordes prestos y fulgurantes los aplicados al imponente Scherzo nº 3, en donde la pianista no tuvo problemas para reproducir las ardientes semicorcheas ni para establecer imponentes gradaciones en el cierre. La primera parte concluía con los maravillosos “Andante spianato” y su corolario, la Gran Polonesa brillante op. 22. Cristalina y legatissima la exposición del primero, con vaivenes dinámicos de nuevo cuño; una muestra de un fraseo que diríamos recamado, lo que no quiere decir afectado. La Polonesa nos mostró una curiosa gallardía en la exposición, unas repeticiones bien diferenciadas y un colosal ímpetu en el remate.

Tras el intermedio, tres obras de Liszt bien y lógicamente enlazadas. La sorprendente Bagatela sin tonalidad S. 216a, de tan misterioso trazado, de un cromatismo premonitorio, y el misterioso Unstern (Etoile de malheur), sombríamente monótono y disonante (“S. 208”), obras de vejez, precedieron sin solución de continuidad a la enorme Sonata en Si menor en una interpretación ensimismada, aunque, por lo que respecta a la última composición, con los crecimientos y decrecimientos, las profundidades abisales y la expresión lacerante que solicita.

En esta obra la forma sonatística tiene un tratamiento de extraordinaria libertad, de una originalidad fuera de norma gracias al trabajo de variación temática. Los diversos motivos que la configuran son manejados y dispuestos con una técnica que podríamos considerar rapsódica, aunque en el fondo la estructura sea verdaderamente firme y reconocible; posee un orden riguroso y estricto. En todo caso, es una partitura absolutamente rompedora que abrió nuevos caminos. Los supo surcar y resaltar la lectura generosa, abierta y amena de Avdeeva, que deslumbró con sus ataques, su firmeza en el apoyo y sus variadísimas dinámicas.

Tuvo atento a un público que mediaba la sala. Y no se oyó ni una sola tos.  Ovaciones finales y dos propinas chopinianas. En la primera, un vals, la pianista mostró de nuevo su elegancia y sentido danzable.

Arturo Reverter

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