Críticas a “La hija del regimiento” Teatro Real
Por una vez El País y ABC han dejado descansar a los críticos a la salida de la ópera. Aquí tienen las críticas aparecidas en El Mundo y La Razón y un día después las del ABC y El País.
EL MUNDO, 21/10/2014
‘La fille du régiment’
Autor: Donizetti. Director musical: Bruno Campanella. Director de escena: Laurent Pelly. Reparto: Aleksandra Kurzak, Javier Camarena, Petro Spagnoli, Ewa Podles, Ángela Molina, Orquesta y Coro titulares. Teatro Real, 20 de octubre.
Si L´elisir se apoyaba en un sentimentalismo costumbrista especiado de ironía y Don Pasquale absorbía la tipología de la Comedia del Arte, la farsa dedicada al espectador francés necesitaba desligarse tanto de las suavidades de un provincianismo meridional como de personajes estrafalarios para el gusto imperante en París. De ahí que la ductilidad y el sentido de la oportunidad del músico se desplazaran hacia el modelo de opéra comique, donde la ironía vence al sentimentalismo y las figuras de la trama responden a estereotipos sociales propios de la comedia de enredo, que a menudo se comporta como parodia del folletín.
El montaje de Laurent Pelly entiende muy bien la cierta abstracción donde transcurre el absurdo argumento y lo somete a las convenciones de una contenida función circense, desarrollada en un escenario despejado, donde los buenos sentimientos (a cargo de un ejército inverosímil compuesto por papás aficionados), van desvelando las sorpresas de la acción según un ritmo articulado según las convenciones de un invisible jefe de pista. Y Marie, la protagonista, centro y enigma de la historia, aparece aquí como un tierno y simpático payasito, que Aleksandra Kurzak encarna con el encanto de una interpretación juvenil y una voz cristalina, muy precisa y delicada al servicio de la partitura, que no es otra cosa que un homenaje a la voz humana. A su belleza, sí, entendiendo por tal tanto las proezas de la coloratura como el pálpito de una conversación cotidiana o el arrebato de una declaración amorosa. Frente a ella, el tenor Javier Camarena, la nueva revelación, tras los Kraus, Pavarotti y Flórez, con potentes medios y el exquisito pudor necesario para no convertir sus dos arias estrastosféricas en puras acrobacias de un trapecista sin red.
El primer acto se ambienta en un campo de batalla que deja paso en el segundo a otro combate, el empeño de una matrimonio forzado. La Marquesa es Ewa Podles, sólida mezzospranoque aquí habla más que canta, una tía que resulta ser la madre, en contubernio con la Duquesa, caricaturizada por una graciosa Ángela Molina. El sargento Sulpice, el tercer personaje en importancia es un intencionado Pietro Spagnoli.
Bruno Campanella dirige la orquesta con un alegre eclecticismo y transita ligero por lo cómico o lo bufo, como variantes de la comedia festiva, antes de convertirse en opereta.
El público celebró agradecido el regreso de un título de siempre, bien servido por artífices de hoy. Álvaro del Amo
LA RAZÓN, 21/10/2014
Temporada del Teatro Real
La fuerza del bel canto
“La hija del regimiento” de Donizetti. A.Kurzak, J.Camarena, P.Spagnoli, E.Podles, I.Galán, P.Oliva, P.Quiralte, A.Molina. Coro y Orquesta del Teatro Real. Dirección musical: B. Campanella. Director de escena: L. Pelly.
Cualquier aficionado puede entrar en Youtube y contemplar el video íntegro de “La hija del regimiento” que se ofreció en Viena en 2007 con un reparto espectacular que incluía a Natalie Dessay, Juan Diego Flórez y Carlos Alvarez. La primera estuvo anunciada para la representación que aquí se comenta, pero era sabido en los medios musicales que no iba a participar y así lo anticipé en la pasada primavera en múltiples foros. Sin embargo quien fue la última en salir a saludar en Viena fue Montserrat Caballé, quien en el papel de la duquesa de Crakentorp realizaba una especie de despedida de aquel teatro, hablando en francés y alemán e incluso cantando una canción suiza ante un público entregado que la ovaciona nada más salir al escenario. No se lo pierdan. Se trata de la misma producción que también se ofreció con Flórez en el Covent Garden (2007), el Met (2008) e incluso el Liceo en 2010, aquí con Ciofi en vez de Dessay. Siete años después llega al Teatro Real como segundo título de la temporada tras unas “Bodas de Figaro” requeterepresentadas. Cuanto menos curiosa forma de empezar temporada un teatro de supuesto primer orden, pero era la única forma de llenar a toda prisa el vacío de meses que dejó Mortier en la programación de la actual temporada.
Estamos ante una de esas óperas que sólo se sostienen por su bel canto, ya que la historia y el libreto aportan muy poco. Donizetti, en plena fama, la estrenó en la Ópera Cómica de París en 1840 en francés, llegando en el mismo año a la Scala. Obras tan insulsas resultan difíciles de escenificar. Laurent Pelly (París, 1963) lo logró al plantear una puesta en escena absolutamente tradicional pero imaginativa y en la que se cuentan las cosas como son de una forma tan simple como eficaz con la pretensión de que los propios texto y música ridiculicen los conceptos de nación y guerra. Ésta se traslada a la primera mundial y en el primer acto el tirolés Tonio trepa por mapas que simulan las montañas de su tierra, mientras que el segundo nos lleva elegantemente al palacio de la marquesa de Berkenfield. Pelly firma hasta el vestuario firma hasta el vestuario y, lo mejor de todo, es el estupendo trabajo actoral que logró en 2007 y que se mantiene impoluto en esta reposición hasta en los más mínimos gestos.
La ópera pasó de no gustar mucho en la premier a ser éxito mundial, en gran parte debido a la talla de sopranos –Lind, Patti, Sembrich, Tetrazzini, Sutherland, etc- y tenores –Valetti, Pavarotti, Kraus, Blake etc- que la han cantado. Obviamente carece de sentido programar obras así si no se cuenta con un gran reparto. El papel de Marie es mucho más endiablado de lo que parece, plagado de coloraturas y sobreagudos sin esa página de claro lucimiento espectacular con nueve “does” que posee su pareja. Pelly la hace además actuar de verdad y no es fácil combinar ambas cosas. Aleksandra Kurzak es soprano ligera de voz no especialmente grata, pero musical, con facilidad arriba y, además, actriz. El mejicano Javier Camarena fue protagonista hace pocos meses de uno de los escasísimos bises en el Met, precedido en décadas sólo por Pavarotti y Flórez. A medio camino entre ambos en lo vocal y en lo físico, sabe proyectar e impresionar con la célebre pieza, así como frasear intachablemente el “Pour me rapprocher de Marie”. Un cantante de fuste y el más aplaudido de la velada. Pietro Spagnoli y la aún inmensa Ewa Podles –la más auténtica contralto en décadas- resuelven de forma excelente y cómicamente, como corresponde, los papeles de Sulpice y Berkenfeld, mientras que Angela Molina no llega a convencer como Krakenthorp.
Bruno Campanella (Bari, 1943) fue quien dirigió en el estreno londinense. Experto en el repertorio belcantista, le saca a la partitura el jugo que encierran las páginas más italianas como “Il faut partir”, aunque en las más francesas –incluido el coro precursor del “Rataplan” verdiano- queda algo falto de chispa, lo que acaba por perjudicar un resultado final que acaba más apagado de lo que parecería tras los aplausos a las arias individuales. En la memoria de los mayores queda ineludiblemente aquella “Hija del regimiento” de 1985 en el Teatro de la Zarzuela con June Anderson y Alfredo Kraus. Gonzalo Alonso
Curiosidades:
La crítica de Enrique Franco en El País 1985
La crítica de Antonio Fernández Cid en ABC en 1985
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EL PAÍS, 22/10/2014
ÓPERA
El “belcanto” contrataca
LA FILLE DU REGÍMENT
De Gaetano Donizetti. Con A. Kurzak, J. Camarena, P. Spagnoli y E. Podles, entre otros. Director de musical: B. Campanella. Director de escena y figurinista: L. Pelly. Teatro Real, 20 de octubre.
Una ópera tan amablemente insulsa como La fille du régiment (La hija del regimiento) necesita en un teatro de fuste un tratamiento vocal e interpretativo de lujo, o al menos cierta enjundia, para justificar su programación. La producción escénica que ahora se presenta en el Real ha sido defendida en varias capitales europeas durante la última década por una pareja tan carismática como la formada por Natalie Dessay y Juan Diego Flórez. La soprano francesa estaba prevista para Madrid, pero se cayó del reparto por razones o sinrazones que no vienen al caso. Su sustituta, la polaca Aleksandra Kurzak, es voluntariosa y echa el resto en la representación, pero su condición vocal es demasiado ligera para el personaje de Marie, con lo que algunos de los momentos más notables del primer acto pasan bastante desapercibidos. Tiene, sin duda, mucho mérito su sensible actuación, pero no arrebata. El peso principal de la función queda así en manos del tenor.
Ello lleva consigo un factor añadido, el que la velada se centre en el aria A mes amis, con su proliferación de agudos estratosféricos —nueve “do de pecho”— y su condición un tanto circense. El mexicano Javier Camarena sorteó todas las dificultades con un descaro increíble. Su facilidad para alcanzar las notas agudas es portentosa y con ello se convirtió en la gran estrella de la noche. Los ecos de la memoria empezaron a saltar sin posibilidad de resistencia, y así el recuerdo de los Kraus, Pavarotti o Flórez flotó en el ambiente. Las comparaciones quedan para otra ocasión. Lo que saltaba a un primer plano era la reivindicación e importancia del tenor belcantista.
Por contraste, con la presencia de Ewa Podles se accedía a la voz de contralto en su máxima pureza. Su línea de canto no tiene el esplendor de antaño, pero su voz sigue cautivando. Encuanto a los valores teatrales desde el canto alcanzan su exponente más destacado en Pietro Spagnoli, con una comicidad natural y de buena ley. El veterano Bruno Campanella arropa con su experiencia todo el entramado vocal y la representación fluye musicalmente con esmero, confianza y seguridad, aunque sin excesiva brillantez. La puesta en escena de Laurent Pelly es correcta, lo cual no es poco en una ópera teatralmente casi imposible. Su mayor mérito es la dirección de actores, a nivel individual y colectivo, y la principal objeción es la simplicidad, con un enfoque caricaturesco que no despega el vuelo de lo previsible. Una actriz tan estupenda como Ángela Molina, que sustituía a la anunciada Carmen Maura, pasa sin pena ni gloria, con una sosería a flor de piel de la que también es en parte responsable el director de escena.
La representación tuvo éxito, aunque lejos de lo apoteósico. Las mayores ovaciones fueron para el tenor mexicano en sus arias de lucimiento. La sensación final fue la de un “sí, pero…”. Para nostálgicos del belcanto será sin duda, aunque parcialmente, un reencuentro estimulante. Para los que sienten la ópera como una vía de reflexión cultural sobre la vida y sus circunstancias, el poder de atracción no es tan claro. Pero, en fin, eso es otra historia. Queda siempre, eso sí, la magníficamente elaborada música teatral de Donizetti, sobreviviendo al paso del tiempo. Juan Á. Vela del Campo
A cualquiera le gustaría adivinar en «La fille du régiment» un porcentaje de riesgo y franca alegría. Con esa ilusión se asiste a la producción que el Teatro Real estrenó anteayer. Hay programadas trece funciones incluyendo un primer reparto en el que a la seguridad pasmosa de Pietro Spagnoli, un Sargento Sulpice sin mácula en el expediente, se une el prodigio vocal de Javier Camarena, el «penúltimo» tenor de moda. Se verá que tiene a su favor la pujanza del agudo, el gusto en la línea, el volumen, la seguridad, la templanza, el asombro de un lirismo muy infrecuente. La cabaletta «Pour mon àme» siempre mide las posibilidades y, en la primera representación, se aplaudió con inhabitual entusiasmo, aunque sin desbordar los límites de la felicidad, según propone una aventura en todo momento bien calculada.
Cabe decir que estupendamente ponderada ya que en la batuta de Bruno Campanella se une la calidad de un foso que suena pletórico de encanto, reposado y muy bien equilibrado, con el sereno entusiasmo de quien prefiere recrearse en el perfil más apolíneo de la partitura. La formidable y redonda actuación del Coro titular demuestra que el concepto no es casual. En cualquier caso, es el riesgo con red que deja a Ewa Podles, otra voz irrepetible y mejor conocida en Madrid, en puertas de lo magnífico. Distinto análisis cabe ante la actuación de Aleksandra Kurzak. Marie graciosa y pimpante, por instantes algo desafinada y de voz más recogida, que cantó brillantemente «Salut à la France», con laxo sentimiento «Il faut partir» y comedida animación el dúo «Depuis l’instant ». Aquí el pellizco, o su ausencia. fue más evidente.
Así armada, «La fille du régiment» se disfruta estupendamente, porque hay orden, coherencia y ciencia según demuestra la producción del director teatral Laurent Pelly quien, sobre una sugerente escenografía de Chantal Thomas, añade a la obra abundantes gestos de crítica comicidad y estupenda resolución teatral. Hay un propósito de parodiar la guerra y la nación, si bien el chiste es tan inocente como la propia ópera de Donizetti. Entrar en mayores sería desbaratar las previsiones. ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE.
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