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Por Publicado el: 31/03/2019Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Críticas “inoportunas”

Críticas “inoportunas”

En días pasados se generó una buena polémica en las redes sociales a partir de algunas críticas en la prensa nacional a un gran pianista que, a sus 77 años, no sólo no conserva las capacidades de antaño, lo cual es lógico, sino que puede hacer sufrir a quienes le hemos admirado durante décadas. ¡Cómo me habrá hecho disfrutar a mí que, la primera vez que le escuché, me embelesó al dar de propina casi todos los nocturnos de Chopin! Fue en Munich al principio de los setenta. Pero eso no significa que los críticos hayamos de seguir aplaudiendo lo inaplaudible. Hay que contar las cosas. Eso sí, con el respeto que merecen quienes fueron grandes artistas siempre que no se dediquen, a sabiendas, a tomar el pelo al personal. Y, ejemplos hay de esto.

criticas-dibujoSin embargo también hay ejemplos de críticas, califiquémoslas así, inoportunas. Empezaré, para que no haya dudas, por referirme a mí mismo. Toda la vida me arrepentiré de la que dediqué a Ainhoa Arteta tras un recital en el hotel Felipe II de San Lorenzo de El Escorial, creo que allá por los finales de los noventa. Cierto es que ni Greta Garbo en sus mejores tiempos hubiera acudido con la “pompa” que ella lo hizo, bajándose de una limusina con guantes largos y un caniche entre los brazos, y que el recital dejó mucho que desear, pero mi crítica no fue acertada. Me pasé cuatro pueblos en la ironía. Lo hice mal. Como la vida es larga ella se encargó de vengarse, poco después, colocando aquel caniche en una bolsa durante una conferencia mía en ABAO cuando ella cantaba Liú. Ahora, pelos a la mar, tan amigos.

Lo hizo mal el crítico que se atrevió a titular su crítica a la actuación en Valencia de una grandísima cantante española como “Alas rotas”. No estaba ya ella en sus mejores tiempos, pero el calificativo distaba de ser adecuado. Eran meras ganas de quien firmaba por hacerse un hueco en la profesión a costa de llamar la atención. No sé si lo logró.

En pecado similar cayó otro crítico en su primera pieza para un diario nacional en la década de los ochenta. Masacró a Montserrat Caballé por el simple hecho de hacerse notar y lograr un espacio junto a los dos críticos oficiales de aquel periódico. Lo consiguió. Estoy seguro que él sabe que hizo mal.

Tenía en parte razón Carmelo di Genaro en la polémica mencionada al inicio “estamos hartos de críticas tan subjetivas que parecen escrita para resaltarse a sí mismos y no para ayudar el público a entender mejor. Sobre todo no puede faltar el respeto y la buena educación hacia un artista por ganarse sus 5 minutos de notoriedad, como decía Andy Warholtodo se puede decir, pero hay modos distintos de decirlo”.

Igualmente hay modos distintos de cerrar una carrera artística. Se entiende la tentación de prolongarla más de la cuenta porque, como dicen muchos de ellos, “no sé hacer otra cosa y me moriría encerrado entre cuatro paredes”. El equilibrio no es fácil, ni para los artistas en el ocaso ni para el crítico en tales casos. Gonzalo Alonso

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