Cuarteto Quiroga: clasicismo de altos vuelos
CLASICISMO DE ALTOS VUELOS
Cuartetos de Haydn, Mozart y Kurtág. Cuarteto Quiroga. Contrapunto de verano. Auditorio Nacional, Madrid. 19-6-2014.
En la tradicional cita que por estas fechas propone en el Auditorio Nacional el CNDM este año se casan los seis cuartetos de la “op. 20” de Haydn con los seis que Mozart dedicó a su colega. La propuesta viene enriquecida por la presencia de las obras para cuarteto de un músico de nuestros días, György Kurtág, autor de fuerte originalidad. El Cuarteto Quiroga, nacido, como el Casals, en las aulas de la Escuela Reina Sofía, es el actual protagonista. Cada una de las sesiones alberga obras de los tres compositores mencionados.
De Kurtág pudimos escuchar en la sesión que comentamos “Ausderferne III”, “Ausderferne V” y “Clov’slast monologue (a fragment)”.La última era prácticamente un estreno mundial (se presentó en Londres hace unas semanas), consecuencia de un encargo del CNDM, muy representativa del estilo aforístico, postweberniano, del autor húngaro: cuajada de silencios expectantes, de delicadísimos contrastes dinámicos, de sutiles “pizzicati”. Música atmosférica, exquisita, casi delicuescente. A similar lenguaje se acogen las otras dos composiciones, de muy parecida estructura, nacida casi de la nada desde un mi bemol repetido sigilosamente por el chelo. “Monótono y triste”, señala el compositor. Son dos a modo de “réquiem de bolsillo”. Muy dramáticos, con un lento fluir entre el pianísimo y el fortísimo.
Todo el refinamiento y la concentración posibles estuvieron en los arcos de los cuatro instrumentistas. El Quiroga, a diferencia del Casals, posee un espectro sonoro más esbelto, una tímbrica de grano más fino. El fraseo elegante, la transparencia de texturas y el dibujo nítido casan bien con el clasicismo, de ahí que sus interpretaciones de las obras de Haydn y Mozart adquirieran su máxima dimensión, íntima, lírica, poética. Los cuatro músicos respiran a la vez, en sus gestos, en sus ataques, en sus remates. Manejaron con soltura los contrapuntos del balanceante Allegro inicial del cuarteto haydniano y tocaron de levedad el correspondiente movimiento del mozartiano. Los claroscuros quedaron admirablemente plasmados. Nos ganó la diafanidad general de la letra y del estilo. El “Adagio” del “op. 20 nº 5” del autor de “La Creación” fue el magnífico regalo final. Arturo Reverter
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