¿De cultura qué?, ¡de cultura ná!
¿De cultura qué?, ¡de cultura ná!
Hay pensamientos, en este caso dejados por escrito, que tras leerlos muchas veces, cada vez es mayor la confirmación de la pobreza intelectual que recae sobre los pensadores de la gobernanza publica española, y sobre muchos de los medios de comunicación social (subrepticiamente subvencionados a través de una maraña de sociedades interpuestas).
Me motiva esta previa disertación para traer aquí y ahora el razonamiento crítico de Fiódor Mijáilovich Dostoyevsky, cuando dejó plasmado en papel que “la tolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles”. Una de las desgracias de la cultura española (en la de otros territorios nacionales me abstengo), es que casi siempre -por no decir siempre- se adjudica el mandato de la gobernación cultural a las personas menos capacitadas en el complejo mundo intelectual.
Este raciocinio, que a buen seguro puede causar erisipela neuronal en alguno de los rectores institucionales, viene al paso después de haber tenido en mis manos el llamado “ABC CULTURAL”, publicado en la edición del día 10 del mes y año en curso, en el que la MÚSICA, una de las cuatro ciencias que constituían los estudios fundamentales del Quadrivium, junto co la aritmética, la geometría y la astronomía, destacaba por el vacío de contenido en citado complemento semanal periodístico.
Y con semejantes harapos de conformismo intelectual nos movemos en las Españas (Philipus Rex Secondo dixit). A Puccini lo confunden con Wagner en el Teatro Real y con Verdi en el Liceo, dando luego una explicación inexplicable -valga el retruécano-. La intelectualidad enseñante de doña María Isabel Celaá Diéguez, a sus 72 años, nos impone una ley de educación en cuyo articulado la Música es una mendicante desaliñada propia de la última casta india de los ‘intocables’.
Todo esto, que carece de invención alguna y es una patente realidad en nuestra yerma piel de toro, tiene una trastienda propia de la novela cervantina de “Rinconete y Cortadillo” entre cuyas entretelas funciona la ignorancia, el amiguísimo, el engaño, el descontrol presupuestario, el dar de comer a los afines en ideología, tanto de izquierdas como de derechas. Dicha trastienda en el afán permanente de mantener al pueblo sumido en un “qué más da”, en un “total para qué”, en un “bueno es igual”, mientras se reparten prebendas entre familiares, galas líricas que no vienen a cuento y apoyos a la mediocridad hispana y los dineros se van como las arenas secas de entre las manos. Un pueblo culto no es manejable; a un pueblo inculto se le lleva a los chiqueros de la manipulación que supone la prensa del corazón, los programas de “socialitè” y a encontrarse con periodistas -supuestamente acreditados- que no saben distinguir el estar entre bambalinas (imposibilidad física) o permanecer entre bastidores.
Pobres generaciones futuras las que manen de nuestras universidades científicas, sabrán muchos de complejos algoritmos, pero serán necias y caerán en la burrez en desconocer el poder matemático del “Canon del Cangrejo” de Johann Sebastián Bach, que se adelantó en años a la formulación de la cinta de August Moebius.
Por eso en España bien puede formularse la castiza pregunta referida ¿de cultura qué?, para responder: ¡de cultura ná!. Manuel Cabrera
Enhorabuena por el artículo.
Con qué elegancia y claridad ha descrito la triste realidad cultural, social y política que nos ha tocado vivir.
Al final la inteligencia y la cultura ganan, se imponen a la vagancia intelectual, pero el camino es duro, largo y acabamos de empezarlo.
Gracias.
Esa cita de Dostoyesky en qué novela, libro, cuento, ensayo o carta apareció? Eso me interesa, saludos
Creo que es de Crimen y castigo.