¿Cuotas musicales?
¿Cuotas musicales?
El Tribunal Constitucional ha dictado finalmente sentencia sobre el Estatuto Catalán. En él no hay nada directamente relacionado con la música, aunque el capítulo de financiación en algo habrá de repercutir tanto en esa comunidad como en otras.
Sin embargo también la música ha vivido y vive el proceso de “catalanización”. Todos sabemos que se trata de obligar a doblar al catalán un determinado número de películas o de que los establecimientos hayan de rotular en esa lengua. Sin embargo pocos conocen que las cuotas no son ajenas al mundo musical. En el entorno del nuevo Palau de la Música se habla de ellas, lo que supondría la puntilla para la entidad, máxime ahora que prácticamente todas las salas de España han tenido que reducir el precio de sus arrendamientos a terceros porque la actividad es menor. Curioso es en cambio que la programación del Liceo haya seguido caminos muy diferentes hasta hace bien poco, de lo que es buen ejemplo el que “Merlín” de Albéniz no se quisiera coproducir.
Ha habido no obstante casos muy llamativos desde hace años. Así el de una compañía de zarzuela que solicitó una subvención local para la gira que iba a emprender por Cataluña. Se la ofrecieron con tal que en los cartelones del espectáculo añadiese al nombre de “zarzuela” el apellido “andaluza”. Había que disimular que “La Gran Vía” o “Agua, azucarillos y aguardiente” se desarrollan en Madrid o quizá, igual de grave, quien subvencionaba lo desconocía.
En cierta ocasión Rozhdestvensky incluyó en su programa en gira con la Soviet Philharmonic por varias ciudades españolas el “Tiento del primer tono y batalla imperial” de Cristóbal Halffter. Al llegar a Barcelona le dijeron que esa obra no la podía tocar allí. En una reacción típica del maestro pensó “no queréis caldo, pues dos tazas” y la tocó de propina. La revista “Opera actual” apenas cuenta con subvenciones locales por el hecho de no editarse en catalán. Obviamente no les compensaría porque perderían, no ya el resto del mercado español, sino también el americano.
Así son los políticos que parten y reparten y no se crean que sólo sucede en Cataluña, porque sinsentidos similares abundan por otros lares.
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