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CRÍTICA: Orlando Furioso (A. VIVALDI) / Opernhaus de Frankfurt. 14 Febrero 2014.
Por Publicado el: 15/02/2014Categorías: Crítica

“Curro Vargas”, obrón no apto para la indiferencia

Temporada de la Zarzuela

“Curro Vargas”, obrón no apto para la indiferencia

“Curro Vargas” de Chapí. S.Hernández, A. Gorrotxategui, M.Martín, R.González, A.Frías, I.Lozano, J.Martín-Royo, G.Bullón, L.Álvarez, A.de Acosta, etc. G.Vick, dirección de escena. G.García Calvo, dirección musical. Orquesta y Coros del Teatro de la Zarzuela. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 14 de febrero.

Siempre he dicho que una crítica ha de reflejar obra, interpretación y circunstancias. Empecemos hoy por éstas. En la temporada 1983/84 se ofreció en la Zarzuela la reexhumación de “Curro Vargas” de Chapí, estrenada en 1898 con una dirección escénica tradicional de Nieva, musical de García Asensio y un reparto entregadísimo encabezado por un desgarrador Antonio Ordoñez, Enriqueta Tarrés, Julio Catania y Antonio Blancas. Por cierto, como la Tía Emplastos figuraba Pepita Rosado, fallecida el día de la función aquí comentada y a quien el teatro dedicó un cerrado aplauso. Aquella representación impactó y dejó recuerdo en muchos de los asistentes. En mí entre otros. Era una obra de mucho interés muy adecuada para el Real. Tras las recuperaciones emprendidas en la etapa Moral-López Cobos y ya en la era Mortier, parecía una alternativa obligada. Emilio Casares y yo le insistimos mucho a Mortier y nos pareció que hacía caso. Incluso me habló de Jorge de León y María José Montiel como protagonistas. Era todo puro cuento, porque a él lo que le interesaba era colocar Disney, Brokeback y espectáculos que hablasen de la colonización española en Hispanoamérica. Nos dimos cuenta y enfocamos nuestra mirada hacia la Zarzuela de Pinamonti. Casares realizó una labor estupenda de convicción, si bien es verdad que a Pinamonti basta con enseñarle las partituras porque tiene un criterio sólido e impecable.

 

Recogió el guante y buscó los mejores medios para este Chapí: una joven batuta que triunfa en óperas como la de Viena y un veterano e internacionalmente reputado regista como Graham Vick. Éste se entusiasmó con la obra, tanto como para recatarla entera, con sus más de tres horas originales. Esto puede ser el único punto débil de importancia. La partitura contiene muchos airosos y muchísimos diálogos puros que, aunque magníficamente versificados para la época, puede pesar hoy en exceso. Chapí, Dicenta y Paso Cano concibieron el espectáculo, a medio camino entre ópera y zarzuela, como un juego entre drama y comedia casi a partes iguales. La parte cómica y los diálogos se redujeron a lo imprescindible en 1983 y, como reza el dicho “musica tagliata, mai fischiata”. Cuestión de opiniones. De hecho esta combinación acaba perjudicando la credibilidad de la resolución dramática final en la rifa del baile. La parte musical está llena de hallazgos y contiene páginas de interés y, sobre todo, de impacto, si bien rezuma demasiada influencia wagneriana en el uso del leitmotiv y algunos excesos orquestales.

Guillermo García Calvo controla bien la compleja partitura, consigue que orquesta y coros no se desmanden y suenen bien acoplados, no huye de las grandes sonoridades y atiende las partes más delicadas. Un acierto. También funciona la parte vocal: Milagros Martín aporta su experto hacer; Ruth González, Aurora Frías e Israel Kozano gracia; Joan Martin-Royo y Gerardo Bullón cumplen bien, mientras que Luis Álvarez cosecha una merecidísima ovación al final. La escritura para ambos protagonistas es auténticamente inclemente. Saloa Hernández y Andeka Gorrotxategi superan holgadamente el endiablado reto, si bien hubiera sido deseable un punto de mayor lirismo en Soledad y que la voz de Curro alcanzase más proyección.

La producción no dejará a nadie indiferente. Habrá opiniones para todos los gustos en este cambio de época, en el retorcimiento de los personajes, en los parcos elementos de la escena que sin embargo se abarrota en muchos momentos a pesar de hasta utilizarse los palcos laterales… y, naturalmente, en esa escena de la procesión en donde toda la escenografía cobra sentido. La orgía procesional resulta una parodia extremada de algunas de las tradiciones en nuestros pueblos. En unos herirá sensibilidades y en otros hará reír. Lo indiscutible es el pensamiento, el estudio y el ingenio que traspira la escena, marcando con claridad que detrás de ella hay una mente de peso.

Merece la pena acudir a la Zarzuela a este “obrón” sin asustarse por su duración y hay que felicitar al teatro por el resultado de uno de los mayores retos que se ha propuesto. Gonzalo Alonso

Video de ensayo y entrevistas

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