Damrau sigue siendo la gran Lucia del siglo XXI
Damrau sigue siendo la gran Lucia del siglo XXI
Lucia di Lammermoor (G. Donizetti). Nationaltheater de Munich. 13 Julio 2017.
Inicio la primera parte de mi tradicional visita al Festival de julio de Munich, que es para mí el más importante de todos ellos. Esta primera parte será cortita, pero volveré en la última decena de julio para una estancia más larga.
Se inicia esta estancia con la representación de Lucia di Lammermoor, que ha obtenido un buen triunfo, particularmente por la presencia de Diana Damrau en el rol protagonista. Ha sido un buen inicio.
La producción escénica lleva la firma de la polaca Barbara Wysocka y se estrenó en enero de 2015. He tenido ocasión de verla en los dos años anteriores y me sigue resultando tan mala como entonces. La directora de escena traslada la acción a la América de los años 60. Estamos muy acostumbrados a estos cambios de escenario respecto de lo establecido en el libreto y las cosas funcionan pocas veces y no lo ha hecho en esta ocasión. La escenografía de Barbara Hanicka ofrece un escenario único, consistente en una gran habitación, que sirve para todo. Tanto sirve para la escena inicial de Enrico como para la de la fuente (hay un cuadro en el suelo con una fuente pintada), como para el encuentro de Lucia y Edgardo, quien llega en un gran descapotable, aparcado en la mencionada habitación. Vuelve a servir para los esponsales de Lucia y Arturo, como también para la escena de la locura, además de para la torre de Ravenswood, terminando su uso en la escena final en el supuesto cementerio. El vestuario se debe a Julia Kornacka y resulta adecuado, ofreciéndonos a Edgardo con una chupa de piel. Del ambiente nocturno no saca gran partido la iluminación de Rainer Casper.
Para Barbara Wysocka Lucia no es la hermana sometida y desequilibrada, sino una mujer moderna que se enfrenta de igual a igual con Enrico en el segundo acto, resultando por demás increíble que acepte el matrimonio con Arturo. La famosa escena de la locura nos presenta a una Lucia enfundando una pistola durante toda ella, amenazando a todo el mundo y la verdad es que uno acaba harto de pistolita en los más de 20 minutos que dura la escena. Quizá lo más absurdo de la escena de la locura y de las que vienen a continuación es la presencia del gran descapotable de Edgardo en el escenario.
Hay que decir que la versión musical ofrecida es la más completa posible, ya que se añade la escena de la torre, la de Raimondo y Lucia, e incluso el terceto que cierra la escena de la locura, que, por cierto, es un puro anticlímax con muy poco sentido musical y dramático. Además de eso todas las cabalettas se dan repetidas.
Como en años anteriores, la dirección musical corrió a cargo de la joven ucraniana Oksana Lyniv, asistente de Kirill Petrenko, y su labor me ha resultado la más convincente que he tenido ocasión de verla. Ha habido más tensión en su lectura y un notable control de todas las fuerzas a su cargo. Creo que es la mejor dirección que me ha tocado vivir con ella. La Bayerisches Statsorchester lo hizo francamente bien. Hay que destacar un vez más la prestación de Sascha Reckert en la armónica de cristal, que afortunadamente nunca falta en Munich. A destacar también la actuación vocal y escénica del Coro de la Bayerische Staatsoper.
Así pues, la protagonista fue nuevamente Diana Damrau, como lo fuera hace dos años en este mismo teatro. El triunfo le ha vuelto a sonreír y con todo merecimiento. Estamos hablando de la gran Lucía del siglo XXI y en mi opinión una de las grades de todos los tiempos. El tiempo ha ido pasando y Diana Damrau no es ya la soprano ligera de hace 10/12 años, y ha ido eliminando de su repertorio personajes como Zerbinetta o La Reina de la Noche. Hoy se ha convertido en una soprano lírica, con un centro pastoso y muy atractivo y mantiene una técnica vocal espectacular.
A ello todavía hay que añadir que estamos ante una auténtica actriz, que da una vida enorme a los personajes que interpreta. Su Lucia di Lammermoor tiene hoy una riqueza en la línea de la Callas y no de tantas sopranos ligeras que la han interpretado tantas veces. Es verdad que hoy no puede con el FA sobreagudo que corona la primera parte de la escena de la locura y que tiene que hacer una variación para evitarlo, que no resulta muy atractiva, Si una golondrina no hace verano, lo mismo se puede decir de una nota. Una gran interpretación de una gran artista.
Su Edgardo era el tenor americano Charles Castronovo, que gustó mucho más al público de Munich que a quien esto escribe. Como en otras ocasiones, le he encontrado un tanto monótono en su canto por falta de colores en su voz, que resulta atractiva y adecuada, aunque no está muy bien emitida. Tiene la ventaja de adecuarse bien físicamente al Edgardo de esta producción.
Tampoco con Ambrogio Maestri coincido con el público de Munich. Simplemente, no me ha gustado su actuación y mucho menos su adecuación belcantista. Maestri encuentra personajes que le van como anillo al dedo, como es el caso de Falstaff o Dulcamara, pero Enrico Ashton es un animal muy distinto y le faltó elegancia y fraseo, sobrándole vociferaciones fuera de tono. Decepcionante.
Buena, en cambio la actuación de Nicolas Testé en la parte de Raimondo. Evidentemente, su presencia en el reparto se debe a ser el marido de Diana Damrau, pero podía no haber tenido que ver con ella y su actuación me habría seguido pareciendo muy adecuada. Mostró una voz atractiva y cantó con gusto y expresividad.
Los personajes secundarios fueron muy bien cuidados por la Bayerische Staatsoper, lo que no siempre ocurre en otros teatros. Arturo fue interpretado por el tenor americano Galeano Salas con voz atractiva y bien manejada. Tiene el inconveniente de su muy corta estatura para poder hacer carrera. La mezzo soprano alemana Deniz Uzun mostró una voz de importancia en Alisa y buena desenvoltura escénica. Finalmente, el tenor Dean Power fue un intachable Normanno.
El teatro colgó el cartel de “No Hay Billetes”. El público se mostró entusiasmado en los saludos finales, siendo las mayores ovaciones para Diana Damrau, pero no faltaron bravos para los otros 3 intérpretes, así como para Okdana Lyniv.
La representación comenzó con 6 minutos de retraso, algo muy habitual en Munich, y tuvo una duración de 2 horas y 53 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 17 minutos. Doce minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 193 euros, habiendo butacas de platea desde 117 euros. La localidad más barata con visibilidad plena costaba 64 euros. José M. Irurzun
Fotos. W. Hölst
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