Recomendación: Dezsö Ranki, de la base a lo más alto
De la base a lo más alto
“He pasado toda la semana sentado al piano, componiendo, riendo y llorando. Todo a la vez. Todo eso lo encontrarás cuidadosamente escrito en mi Op.20, la Grosse Humoreske, doce páginas compuestas en una semana”. De esta guisa se dirigía Robert Schumann a su inalcanzable Clara, aunque para quien estuviera escribiendo realmente fuera para el Sr. Wieck, el, padre de esta, para demostrarle que no era un don nadie. Así se pasó más de dos años antes de doblegar la voluntad de su correoso futuro suegro, un tiempo en el que, entre otras, escribió la introspectiva Kreisleriana, las poco infantiles Escenas de niños, las ´tropicales´ Fantasiestücke o esta inclasificable Humoreske. Clara le ayudaba como mejor sabía: incluyendo en los programas que interpretaba estas piezas. Para el señor Wieck, en cambio, todas ellas, absolutamente magistrales, no le parecían un signo de triunfo o reconocimiento; él a quien quería ver era al pianista no al compositor. Obviamente estaba equivocado.
Humoreske op.20 fue escrita en muy poco tiempo. Y fue consecuencia de una impresión literaria, como le sucedió a Schumann tantas veces (Burlesque, Arabesque). Pero lo que salta a la vista de manera destacable en las cinco secciones que la componen es su polivalente estado de ánimo general. Ya sabemos que en la música para piano romántica este es un sello inimitable y único (en Chopin, Mendelssohm, en Liszt, en el primer Brahms,etc.), pero en Schumann las diferencias anímicas y expresivas en general se suceden de manera especialmente abrupta. Eusebius y Florestán, personajes antagónicos que el crítico Schumann inventa para dar carne explicativa a la abstracción de su música, no solo se mueven a sus anchas por los pentagramas de Humoreske, sino que, se podría decir, entran en continuo y violento conflicto. Un conflicto ente la locura sonora de la acumulación rápida de notas y el lirismo más exacerbado. Son estas cosas que la música romántica fue dejando por el camino, y por las que, 200 años más tarde, seguimos sintiendo la misma veneración emocional, a pesar de unos cuantos serios intentos de desterrar tales procedimientos, realizados desde entonces.
Dezsö Ranki es el protagonista de nuestra recomendación semanal. Y, de entrada, hace algo que nos ha gustado mucho: situar en el centro de su programa este prodigio llamado Humoreske. Comienza con la Sonata en Si bemol mayor K 570, de Mozart, y acabará en Brahms, el discípulo de Schumann, pero con una obra que hereda solo a su manera el legado del maestro: las Variaciones sobre un tema de Haendel op.24. El viaje propuesto es inteligente y, estéticamente, francamente progresivo. En la K. 570 de Mozart no está el, digamos, mejor piano a solo de su autor; no está aquí su piano más conmovedor, pero sí un ejercicio de sencillez que marca, en especial en su segundo movimiento, el camino al primer Beethoven. Una sencillez de desnuda y pura belleza que supone un auténtico punto de partida. Las variaciones brahmsianas son como un puerto, un punto de llegada, el resultado de una amplia exploración, tras abandonar la forma pequeña, o mejor, tras transmutarla a través de la variación, que no es una forma sino un procedimiento. Eusebius y Florestán han muerto; pero esa dualidad ha dado paso a un legado transformado desde la impresión de la forma pequeña a la multiplicidad en la repetición de una idea musical. Algo en lo que el ´escolástico´ (con comillas; el quitárselas sería tildarlo de retrógrado) Brahms fue irrepetible.
Así que, como verán, hay un puñado de buenas razones para recomendar este nuevo recital del Ciclo de Grandes Intérpretes. Ranki es famoso sobre todo por su espléndido Bartók, pero, como buen pianista húngaro, tiene una abundante discografía que depara importantes sorpresas. Estamos deseando escucharle. Pedro González Mira
Dezsö Ranki, piano. Obras de Mozart, Schumann y Brahms. Auditorio Nacional de Música, Sala sinfónica. Martes 24, 19.30. Entre 25 y 57 €.
Últimos comentarios