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Por Publicado el: 02/12/2016Categorías: En vivo

De la delicadeza de Villanueva a la explosión de Steinberg

De la delicadeza de Villanueva a la explosión de Steinberg

Obras de Schubert, Sotelo, Granados y Brahms. Isabel Villanueva, violín. Thomas Hoppe, piano. Auditorio Nacional. Madrid, 30 de noviembre.

Obras de Dvorak, Chaikovski y Alonso/Halffter. Dragos Balan, violonchelo. Orquesta Sinfónica de Madrid. Pinchas Steinberg, director. Auditorio Nacional. Madrid, 30 de noviembre de 2016.

villanueva_hoppe

villanueva y hoppe

Hay veces en las que el crítico siente que debe estar en dos sitios a la vez, pero el don de la ubicuidad no existe. En estos casos a veces se puede ir a una primera parte de un concierto y a la segunda de otro. Es el presente caso.

Del concierto del CNDM interesaban dos cosas: el estreno de Mauricio Sotelo y escuchar a la joven violinista Isabel Villanueva. El compositor madrileño ha escrito una obra para viola y piano, bautizada como “Blanca luz de azahar” y con ello ayuda a un instrumento injustamente protagonista de los más abundantes chistes orquestales. Dedicada a Antonio Moral –que bien se lo merece por la inmensa actividad que lleva desplegando en beneficio de la música- se desarrolla en nueve breves tiempos, cada uno con sus particulares referencias sonoras. Sotelo vuelve a mostrar su cariño por lo netamente es español y en el sexto tiempo, “Bulería”, puede sentirse la “Jerezana” de Paco de Lucía. La obra está bien escrita en su conjunto y, contestando después a la pregunta de un aficionado que estaba en la otra sala del auditorio, es perfectamente “audible”. Más cuando la toca una solista con la calidad de Isabel Villanueva, quien antes junto a Thomas Hoope desgranó con gusto, técnica y musicalidad la preciosa “Sonata en la menor para viola y piano Arpeggione D.821”. Admirable el impulso y la lucha de muchos solistas jóvenes españoles que han de pagarse fotos, portadas, carátulas y discos para hacerse un nombre. Afortunadamente lo van consiguiendo y Villanueva es uno de los ejemplos más claros.

Si Paco de Lucía se dejaba sentir brevemente en la partitura de Sotelo, mucho más clara era la presencia del maestro Alonso en la recreación de Cristóbal Halffter sobre “Suspiros de España”. El célebre pasodoble cerró, a modo de propina pero con anuncio en el programa de mano, el concierto anual de Santa Cecilia de la Orquesta Sinfónica de Madrid. Al compositor se le da muy bien retratar a sus predecesores con aires nuevos, tal y como ha demostrado muchas veces. Aquí emociona la belleza de lo logrado, en buena parte por su sutileza. Justo esto es lo que menos abundó en la “Cuarta” de Chaikovski que ofreció Pinchas Steinberg, un director al que la OSM adora. Su mayor virtud fue la ausencia de afectación y la explosión contundente con que expuso los tiempos primero y último. Gonzalo Alonso

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