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Por Publicado el: 31/05/2011Categorías: Crítica

DE LA ERÓTICA MOZARTIANA

DE LA ERÓTICA MOZARTIANA

Mozart: “Las bodas de Fígaro”. Nathan Gunn, Annette Dasch, Aleksandra Kurzak, Pietro Spagñoli, Alessandra Marianelli, Jeannette Fischer, Carlos Chausson, Raúl Giménez, Enrique Viana, Maria Savastano, Miguel Sola. Coro y Orquesta Sinfónica. Director musical: Víctor Pablo Pérez. Director de escena: Emilio Sagi. Teatro Real, Madrid. 30-5-2011.

Esta producción se estreno en el Real en julio de 2009. Su pronta reposición se debe a problemas de programación. Son unas “Bodas” naturales, diligentes, eróticas y olorosas –huele a azahar en el umbrío jardín del cuarto acto-, sensuales –ruido de una fuente-, bien movidas por Sagi en una bella escena goyesca ideada por Daniel Bianco. Sigue sin convencernos del todo el movimiento de ese telón translúcido, que sube o baja según el momento y que sirve para dar pie a Figaro a cantar su misógina aria del cuarto acto con las luces de la sala encendidas a medias. Los juegos nocturnos y la disposición del primo finale están bien organizados, con lo que se puede seguir la compleja acción con transparencia.
Víctor Pablo establece unos “tempi” distintos a los más elásticos de López Cobos en aquel estreno de 2009. Orquesta reducida, férreo control del ritmo, sonoridad algo apagada, fraseo inteligible aunque lejos de la jugosidad o de la comicidad más directa, buena construcción de los conjuntos y una relativa falta de “cantabilità” fueron las características que definieron una versión musical un tanto ayuna de chispa. Sobresalió entre los cantantes Aleksandra Kurzak, una soprano lírica aún tierna pero dotada de un timbre cálido y de un estilo mozartiano lleno de frescura. Su “Deh, vieni non tardar” estuvo excelentemente modelado y dicho.
Dasch compone una condesa de línea fina, pero su voz no posee la redondez ideal. Gunn es un Conde gris y de escaso caudal. Spagñoli es un eficaz Fígaro, comunicativo, bien que tienda a colocar en la nariz una voz falta de carácter. Nasal también en ocasiones el agudo Basilio de Jiménez y plausible, aunque falto de densidad vocal, el Cherubino de la soprano casi ligera Marianelli. Estupendo y sonoro, como siempre, el Bartolo de Chausson. Fischer, Viana, y Sola estuvieron bien en sus respectivos papeles de Marcellina, Don Curzio y Antonio. Grata sorpresa la de Savastano, una Barbarina lejos de la ñoñería de la soubrette. Arturo Reverter

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