De Perianes a Sokolov
Obras de Turina, Granados y Schumann. Javier Perianes, piano, y Cuarteto Quiroga. Teatro Circo de Marte. La Palma, 4 de junio de 2016.
Obras de Schumann y Chopin. Grigori Sokolov, piano. Auditorio Nacional. Madrid, 6 de junio de 2016.
Sorprenderá el título, pero incorpora el nombre de uno de los grandes pianistas españoles actuales, si no el mejor, y el de uno de los más grandes pianistas de la reciente historia del instrumento. Escucharlos a ambos casi de continuo es una satisfacción. A partir de ahí no hay que buscar comparación alguna.
Javier Perianes fue protagonista de un excelente concierto en el Festival de La Palma que inició el Cuarteto Quiroga con la adaptación de la “Oración del torero” de Joaquín Turina, para luego interpretar el “Quinteto Op.49” de Granados, música llena de romanticismo y nacionalismo, en el que destacan las influencias brahmsianas del último tiempo y, sobre todo, el inspiradísimo lirismo del tiempo central. Cerró el programa el “Quinteto Op.44” de Schumann. Solista y cuarteto han tocado juntos ambas partituras con anterioridad y se notó en la perfecta conjunción que lograron, a la que unieron vitalidad y frescura. Un scherzo de Shostakovich cerró un concierto triunfal.
No podía serlo menos el recital de Sokolov, aplazado desde abril. Nombres como Pollini o Pogorelich no pudieron llenar sus últimos conciertos madrileños y Elisso Virsaladze apenas logró un 50% de ocupación. Sokolov casi logra el 100%. Es curiosos el público de aluvión que consigue un artista cuyo nombre pasa a ser símbolo del “no va más”. El problema es que con frecuencia ese público no sabe comportarse. Toses y ruidos de todo tipo casi arruinan un recital único. El solista inició las notas de “Arabeske” de Schumann cuando aún sonaba un móvil y pareció tan enfadado en algún momento de la “Fantasía en do mayor Op.17” –por cierto e incomprensiblemente la tercera vez en el presente ciclo- como para tocar con rabia. Quizá por eso fuera el recital con más fallos que le recuerdo. Pero estos borrones de Sokolov no cuentan, porque lo que importa son otras cosas: la belleza del sonido, el poder abrumador del mismo sin jamás resultar hiriente, el dominio de las dinámicas, la admirable construcción de los climax como el último de la “Marcha fúnebre” de la “Sonata n.2 Op.35” de Chopin,la personalidad del breve final de esa misma sonata, el lirismo y la paz con el que impregna el tercer tiempo de la citada “Fantasía”, la orfebrería sin amaneramiento alguno… Cosas que le hacen ser quizá el pianista más interesante del presente. Completaron el programa oficial dos nocturnos de Chopin y el extraoficial nada menos que seis propinas schubertianas ante el clamor de un público que ya conoce y espera la generosidad del artista. Gonzalo Alonso
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