Debut discutible de JDF en Hugonotes
Deutsche Oper de Berlín. 13 Noviembre 2016.
Como escribía ayer, es esta representación el objetivo fundamental del viaje, al tratarse del debut de Juan Diego Flórez en el personaje de Raoul de Nangis. Ayer también decía que me asaltaban dudas sobre su adecuación al personaje. Acabada la función, las dudas han desaparecido, suponiendo que realmente las tuviera. Entraré en más detalles, pero valga por ahora decir que JDF sigue siendo un gran cantante, pero no pasa de ser un tenor ligero y Raoul necesita una voz más heroica. No es un problema de calidad, sino de adecuación.
Hugonotes no es una ópera muy habitual en el repertorio y creo que hay buenas razones para ello. La calidad musical es un tanto irregular y es muy extensa, llegando casi a 4 horas de música, a pesar de no haberse dado en su integridad, aunque casi. No soy, en general, partidario de los cortes en las partituras, pero creo que Hugonotes los admite perfectamente y el público lo puede acabar agradeciendo, especialmente en lo que se refiere al acto III, donde se incluyó la música, pero no el ballet propiamente dicho.
Para esta señalada ocasión, la Deutsche Oper ha encargado una nueva producción al americano David Alden, cuyo trabajo me ha resultado interesante y atractivo, aunque hay aspectos bastante discutibles. La escenografía de Giles Cadle ofrece un escenario único para los cinco actos de la ópera, con un gran espacio en el centro del escenario, cerrado por paredes laterales, así como en el fondo. Son elementos de atrezzo los que configuran las distintas escenas, permitiendo rápidos cambios, lo que no deja de tener importancia en una ópera como Hugonotes. El vestuario de Constance Hoffman responde a tiempos más bien modernos, resultando elegante y colorista. Buena también la iluminación de Adam Silverman.
David Alden parece haber sido consciente de los problemas que trae consigo representar esta ópera actualmente y se ha inclinado en muchos momentos por ofrecer movimientos en escena, como si de un musical se tratara. La trama está bien narrada, sin “originalidades” fuera de lugar. El mayor problema radica en que la propia escenografía obliga a que las escenas de desarrollen en interior, lo que hace que las cosas chirríen bastante en los actos segundo y tercero. Efectivamente, el acto II pide claramente un desarrollo en el exterior, donde la corte de Margarita de Valois descansa y se baña. Aquí se desarrolla en interior, resolviendo la situación con la aparición de una bañera, donde la reina se mete para sus abluciones. En el acto III las cosas están más forzadas, ya que David Alden sitúa la acción en una iglesia, con católicos y protestantes rezando y cantando con sus libros delante de los ojos. Cantar ahí el Rataplán no deja de ser bastante extraño. Más lo es todavía que aparezca el Vigilante Nocturno pidiendo a la gente que se retire a sus casas. Eso tiene sentido en exterior, que es donde debe desarrollarse la escena, y no en una iglesia. Los dos últimos actos están bien resueltos. En conjunto, me parece una producción que tiene su atractivo, aunque no todo funcione perfectamente.
Al frente de la dirección musical estaba Michele Mariotti, el actual director musical de Bolonia, y que bien sabido es que ha dirigido en el pasado a Juan Diego Flórez en numerosas ocasiones. Si no me equivoco, hacía su debut en el foso de la Deutsche Oper. Su dirección ha sido buena, controlando el volumen del foso, que de otro modo pudo haber creado muy serios problemas. Es inevitable que la tensión decaiga en una ópera como ésta ,lo que no puede achacarse al director. Posiblemente, con otras voces más poderosas en los tres personajes principales la lectura podría haber sido más interesante, pero tampoco creo que sea achacable esto a Mariotti. A sus órdenes, tuvo una destacada actuación la Orquesta de la Deutsche Oper y hay que destacar también al estupendo Coro de la Deutsche Oper, uno de los mejores que circulan por los teatros de ópera.
A mi parecer la composición del reparto estuvo condicionada por la presencia del Juan Diego Flórez. Todos los aficionados saben que no es precisamente un tenor heroico y que su volumen es limitado, aunque la voz esté perfectamente emitida. Esto seguramente trajo consigo la elección de las intérpretes de Margarita de Valois y de Valentine, especialmente esta última. Con esas limitaciones el reparto ha funcionado bien y hay que tener en cuenta que son prácticamente 7 los personajes importantes en esta ópera.
Juan Diego Flórez lleva varios años abordando con mayor o menor éxito personajes de corte distinto a los ligeros que tanta fama le han dado. Raoul de Nangis no es un personaje para un tenor ligero, que es lo que JDF sigue siendo, sino que exige un lírico pleno, que nunca lo han tenido fácil en la muy comprometida tesitura del personaje. Si para un cantante una ópera todo consistiera únicamente en cantar unas arias e incluso algún dúo, no cabe duda de que Juan Diego Flórez sería un Raoul notable, ya que tanto su aria del primer acto como incluso el dúo con Valentine del cuarto acto los resolvíó con brillantez. El problema es que hay otros pasajes más heroicos, que requieren otro tipo de vocalidad y ahí el divo peruano se queda corto, especialmente en los concertantes, en los que resulta prácticamente inaudible. No es un problema de calidad, ya que pocos cantantes – si es que alguno – pueden compararse a él, sino de adecuación al personaje y en este aspecto queda corto.
Olesya Golovneva y Juan Diego Flórez
Valentine fue interpretada por la soprano rusa Olesya Golovneva, de la que puedo hacer un comentario muy en línea con lo escrito más arriba sobre Juan Diego Flórez. Valentine requiere una auténtica falcon, no en balde fue ella quien la estrenó en París en 1836. Olesya Golvneva es una soprano lírico-ligera, que va sin problemas a las notas altas, que se abren con brillantez, mientras que el centro no es sufriente para este personaje y los graves casi son inexistentes. Indudablemente, habría sido un serio problema poner otro tipo de soprano para cantar junto a Juan Diego Flórez. La Golovneva lo hizo francamente bien, pero con las serias limitaciones apuntadas.
Marguerite de Valois era la incombustible Patrizia Ciofi. No voy ahora a descubrir que su voz no es precisamente de una belleza arrebatadora, pero la vedad es que resolvió con brillantez toda su actuación en el segundo acto, cantando con gusto y gran simpatía, moviéndose perfectamente en escena. Siendo su instrumento un tanto reducido, tengo que decir que en el final del segundo acto se le oía más a ella que a Flórez.
Ante Jerkunica, Olesya Golovneva y Juan Diego Flórez
El bajo croata Ante Jerkunica fue un buen intérprete del fundamentalista Marcel. La voz tiene amplitud y autoridad para cubrir las exigencias del personaje, cantando además con expresividad. El timbre pierde calidad en la zona alta, pero en su conjunto lo hizo de manera notable.
Urbain, el paje de la reina, era la mezo soprano americana Irene Roberts, que lo hizo de manera intachable tanto vocal como escénicamente. Siempre es un personaje muy agradecido, pero lo supo aprovechar muy bien.
El barítono francés Marc Barrard fue un Conde Nevers no más que correcto, un tanto modesto vocalmente, mientras que Derek Welton lo hizo bien como Conde de Saint- Bris, con voz adecuada y bien emitida.
Irene Roberts y Patrizia Ciofi
Los personajes secundarios estuvieron bien cubiertos, destacando la voz del tenor Robert Watson como Bois-Rosé. El resto eran Andrew Dickinson (Cossé), John Carpenter (Merú), Alexei Botnarciuk (Thoré y Maurevert), Stephen Bronk (De Retz) y Paul Kaufmann (Tavannes). Finalmente, el Vigilante Nocturno fue un adecuado Ben Wager.
El teatro estaba prácticamente lleno, con oferta de billetes a la entrada. El público dedicó una muy cálida acogida a los artistas, prácticamente igual para los 5 principales protagonistas y para Michele Mariotti. David Alden y su equipo fueron recibidos con aplausos y sonoros abucheos.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 5 horas y 8 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 3 horas y 51 minutos. Once minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara costaba 172 euros, habiendo butacas de platea desde 90 euros. La entrada más barata costaba 54 euros. José M. Irurzun
Fotos: B. Stöss
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