Del superhombre a la fusión
57 Festival Internacional de Granada
Orquesta Nacional de España. Director: Josep Pons. Uri Caine Ensemble. Carmen Linares. Palacio de Carlos V, Teatro Isabel la Católica. Granada, 20-25 de junio de 2008.
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La tradición, durante lustros, fue que el Festival de Granada lo abriera la Orquesta Nacional, en los 50 con Argenta, en los 60 con Frühbeck; tras años de “guadianeo” entre muestra y conjunto, la ONE ha vuelto “do solía”, con su actual responsable, Josep Pons, y con programa ambicioso místico-pagano. “La Ascensión” de un juvenil Olivier Messiaen (1932, a los 26 años del artista) no dio para mucho: o sea, en plan de ascender, sólo se llegó a la galería superior del Palacio de Carlos V. El fuego del “Walhalla” en la escena final de “El ocaso de los dioses” ya se pudo ver desde más lejos, gracias a la voz tonante y el gesto expresivo de la soprano americana Janice Baird. Las cosas mejoraron considerablemente con el “Así habló Zarathustra” de Richard Strauss, donde orquesta y director justificaron su puesto en el escalafón: estaba claro que a Pons y a sus huestes les iba más el “Dios ha muerto” de Nietszche que los dogmas de la fe glosados por Messiaen.
“Los desastres de la guerra” es un conglomerado de elementos tras del que se advierte (la cita de gratitud en el programa era explícita) la voluntad de quien es, desde hace años, el “hombre de la música” –no en la sombra, sino a plena luz administrativa- de la Junta de Andalucía, Manuel Ignacio Ferrand, verdadero apóstol y casi teólogo de la “fusión”, cuyos espectáculos en la materia son bien conocidos del público sevillano. Esta enésima propuesta contaba con mimbres de excepción: Uri Caine, Carmen Linares, y un espléndido trabajo literario de ese gran hombre de letras –me resisto a darle el trato excluyente de “poeta”- que es José Ramón Ripoll. Pero la adición de grandes elementos aislados no garantiza el resultado global: por un lado estaban Caine y sus fabulosos músicos, con ese genio de la percusión que es Jim Black, el fenomenal Chris Speed en el clarinete y el saxo, Ralph Alessi en la trompeta y John Herbert en el bajo; por otro, Linares con su guitarra Salvador Gutiérrez y Antonio Coronel en la “percusión flamenca”; a medio camino, la vocalista (“voz jazzística” según el programa) Celia Mur, que no tuvo noche para tirar cohetes. Y sobre, dentro, ante, entre todo ello los grabados goyescos visualizados por Gervasio Iglesias –a su vez fusionados con imágenes de tortura en Irak o Guatánamo- y los textos de Ripoll, muchos de los cuales no eran para ser cantados, pero sí recitados o escuetamente leídos. Caine nunca se unió al canto de Linares, aunque si le glosó/rubricó de forma soberbia la petenera de “Escapan entre llamas”, y sólo dio la cabal medida de su genio cuando parafraseó la “Marcha fúnebre” de la “Sinfonía Heroica” de Beethoven. Ya en el tramo final de la velada la “fusión” funcionó y los dispositivos atisbaron la ansiada unidad, pero esto sólo sucedía hacia los 90 minutos de un espectáculo de 105; la verdad, un poco tarde.
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