“Demon” de Rubinstein, estreno mundial en el Liceu
El Gran Teatro del Liceu de Barcelona estrena “Demon”, de Anton Rubinstein, el 23 de abril. Dmitry Bertman dirige esta obra maestra del repertorio ruso que contará con la batuta del maestro Mikhail Tatarnikov y la espectacular escenografía y vestuario del austríaco Hartmut Schörghofer. La pareja protagonista la forman el barítono letón Egils Siliņš y la soprano lituana Asmik Grigorian, que debuta en el Liceu.
Ópera clave del repertorio ruso de finales del siglo XIX, “Demon” nunca se había visto en el Liceu. Todo un redescubrimiento de un clásico de la ópera rusa que contará con uno de los directores de escena más innovadores de la lírica de este país, Dmitry Bertman, y con la dirección musical de su compatriota Mikhail Tatarnikov, con quien el público del Liceu ya pudo disfrutar en el concierto de Dmitri Hvorostovsky en noviembre de 2016. Su autor, Anton Rubinstein, compuso más de quince óperas, de las cuales en el Liceu únicamente se ha visto “Néro” en 1898, la primera ópera rusa representada en Barcelona.
Al frente del reparto estarán dos figuras de primer nivel, habituales de los teatros de ópera más importantes del mundo, el barítono letón Egils Siliņš como Demonio, y la soprano lituana Asmik Grigorian, última triunfadora del Festival de Salzburgo que debuta en el Liceu como Tamara. El cast lo completan el contratenor Yuriy Mynenko en el papel de Ángel, el tenor Igor Morozov en el papel de Príncipe Sinodal o el bajo Alexander Tsymbalyuk en el rol de Príncipe Gudal, los tres ucranianos y debutantes en el Liceu. El estreno de Demon se dedicará a la memoria del barítono ruso Dmitri Hvorostovsky, fallecido en noviembre y que participó en la creación de esta producción que él mismo tenía que protagonizar.
El Gran Teatre del Liceu lidera esta coproducción en la que también participan el Helikon Opera de Moscú, la Opéra National Bordeaux y el Staatstheater Nürnberg. Un proyecto gestado en Barcelona y con una espectacular escenografía ideada por Hartmut Schörghofer, que situará sobre el escenario “un gran túnel que conecta distintos mundos y reproduce la tragedia del amor”, asegura Dmitry Bertman. En el fondo de este cilindro, una gran esfera inflable con un proyector en el centro irá generando múltiples realidades, cambiando de aspecto y dando claves de las distintas acciones del relato, convirtiéndose en una esfera de fuego, un ojo que vigila o una tormenta de arena, entre muchas otras.
El Demonio y Tamara protagonizan una “historia de amor y pasión” en la que su personaje protagonista, a pesar de su naturaleza sobrenatural, acabará por tener “más humanidad y buen fondo que todos nosotros” asegura Dmitry Bertman. El mismo director destaca momentos musicales memorables, como “la bella aria del príncipe Sinodal, el aria «Nochen’ka temnaya» («La noche es oscura»), el poderoso coro de duelo por la muerte de Sinodal y el impresionante dúo final del tercer acto entre Tamara y el Demonio, auténtico clímax de la ópera”.
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