Desafinando en la cultura
Desafinando en la cultura
Dentro de este maremágnum de pandemia doliente y luctuosa que al pueblo afecta, resulta descorazonador el comprobar cómo las medidas paliativas que hasta el momento se están tomando por quienes llevan el timón de la gobernanza pública, en ningún caso háyase visto alguna que se encauce a aliviar la sajadura de la herida abierta en el mundo de la cultura y de la música, en particular. Esta desoladora realidad trae al recuerdo una frase que se ha hecho histórica desde un aciago 23 de febrero: “no está ni se le espera”.
Es manifiesto y unánime el clamor que, desde todos los distintos sectores del mundo de la música, se ya ha hecho patente, a causa de cierres -disfrazados bajo el eufemismo de suspensiones- de temporadas líricas, de espectáculos musicales, ante las crisis venideras en teatros pendientes de subvenciones públicas, o de entidades privadas o festivales en el arte de Euterpe, en donde la asistencia y ayuda del empuje económico institucional es fundamental para su pervivencia.
A todo ello ha de hacerse suma con las anulaciones de contratos de artistas y de pérdida de trabajo en profesiones tan dignas como las de una maquilladora o un tramoyista, por poner dos ejemplos. Miles de trabajadores autónomos en el ámbito de la cultura se encuentran en estos momentos totalmente desprotegidos.
Quien escribe nunca tuvo mayor esperanza en que el Ministerio de Cultura y Deporte saliera al paso de esta lamentable situación, que afecta a una industria que aporta muchos millones al Producto Nacional Bruto. Por ello he de lamentar haber sido un certero augur de esa falta de esperanza, a la vista de la postura que el titular de ese ministerio ha mantenido en su comparecencia ante los medios, al manifestar que “no ha habido movilización de fondos específicos para la Cultura, porque ha habido una movilización de fondos generales”. He aquí un argumento sorprendente por lo ininteligible y que recuerda al diálogo entre los hermanos Chico y Groucho Marx, en la famosa película “Una Noche en la ópera”, cuando comentando el contrato propuesto para su tenor dicen que “la parte contratante de la primera parte es igual a la primera parte de la parte contratante”.
¿Y así hasta cuándo? De acuerdo que ahora lo primordial es la contención y superación de la pandemia, pero no es de recibo refugiarse en la incalificable valoración de que “esta no es una crisis de la cultura”, por la sencilla razón de que a muchas esforzadas personas el pan nuestro de cada día empieza a no estar garantizado, ni hoy, ni mañana. Permítaseme recordar que la Música fue asignatura obligada, dentro de Quadribium que llevó a la eclosión del Renacimiento. Es curioso constatar que en determinadas Autonomías también cuecen las mismas habas que en el Ministerio.
Cierto que es duro el comunicado que el Sindicato de Artistas Líricos de España (ALE), ha publicado como respuesta ante semejante desaire del ciudadano José Manuel Rodríguez Uribes, pero está cuajado de mucha verdad y razón.
Póngase las pilas, señor ministro, no continúe desafinando. Si no puede, no sabe o no le dejan, sea leal consigo mismo y diga ¡adiós!, con la cabeza bien alta y no gacha por el oprobio de la ineficacia.
Por si las desgracias fueran pocas en el mundo de la lírica, resulta que determinadas entidades que promueven ópera, zarzuela, o conciertos, que no son el Teatro Real, el Teatro de la Zarzuela, el Liceu o el Palau de les Arts Reina Sofia, tienen el veto de lanzar -mediante emisión diferida- sus propias producciones, ya que ha aparecido, cual protectora del himen musical, la entidad mercantil Sermus S.L., impidiendo las solicitadas exenciones de derechos para que aquellas puedan realizar tales emisiones en modo gratuito. ¡Éramos pocos y parió la abuela!, reza el viejo refrán castellano. Manuel Cabrera
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