Desde Cataluña con… temor (3a parte)
Desde Cataluña con… temor (3a parte)
Dejando al margen los periódicos oficiales y su nefasta política cultural en la mayoría de casos, el escándalo de las revistas y colaboraciones de comentaristas y críticos musicales merece un párrafo. La crítica musical nunca ha sido el único sueldo de un crítico, pero el chollo de la mayoría de publicaciones y las colaboraciones gratuitas -o irrisoriamente pagadas- debería ser suficiente para generar un huelga general. Cuanto menos debería motivar una desafección que se tradujera en una continua ausencia de operatividad de los firmantes. Claro está que la remuneración empujaría a una selección natural de las firmas entre tanto diletante. Pero.. ah! Los amiguismos y el cariño impiden la utópica “huelga”. En tal caso, cierto editor no podría repetir con suma desfachatez aquello de: ¡Deberíais pagar los críticos para publicar!
Por su parte, Catalunya Música recortó presupuesto: muchas de sus retransmisiones ya no cuentan con un presentador y un invitado en funciones de especialista. A partir de 2010 sólo las retransmisiones con dos entreactos mantendrán la privilegiada fórmula. Por cierto, ¿cuánto cuestan los pactos de intercambio y retransmisiones de conciertos con radios europeas? En compensación por los recortes han evitado -por ahora- la reducción de plantilla y mantienen activos espacios de crítica y comentario breves como los Contrapunt que son el sustento de algunos dentro de la casa. Sin duda, es una medida loable en los tiempos que corren pero desaprovecha la ocasión para echar alguna colaboradora cuya insustancialidad exaspera a más de un oyente.
Punto y aparte es la debacle de la Revista Musical Catalana. Lejos de asumir el papel pionero de los primeros años de existencia de la publicación, la gestión del señor Jaume Comellas es el de un tedio arraigado en lo pretérito, lo pretencioso y lo mediocre. Reseñas entre lo tópico y lo ignorante con divagaciones narcisistas; entrevistas y noticiarios de las favoritas de turno; inestabilidad de la sección de discos y libros –¡con la cantidad de empresas afincadas en la región!-; reincidencia hasta lo abusivo de una retórica agotada y agotadora en una redacción vacía e hipertrofiada de su “caudillo”,… Y lo peor: ¡todo ello pagado con bastante dinero público! En fin, la Revista Musical Catalana no es más que un cementerio periodístico con la apariencia de boletín informativo, donde muy pocas son las firmas con valores para la reflexión. Casualmente, éstas son las menos vinculadas a la publicación.
Por otro lado, en este país, a pesar de haber inaugurado un sinfín de auditorios y de tener una “primera dama” soprano, sólo los que dan un salto a los medios de producción o bien salen fuera de nuestras fronteras, logran vivir de su formación y aptitudes musicales. Pero no ha de extrañarnos. Recordemos que, en el gobierno catalán, para ser Conseller de Economía, cuanto menos en Cataluña, se requiere un currículum adecuado al cargo –¡faltaría más!- mientras que para ser Conseller de Cultura, no. Pretendemos la excelencia pero olvidamos los circuitos que han de fomentarla y gestarla. Aún más, olvidamos cómo cultivar esa excelencia. La selección natural es lógica pero el exterminio de posibilidades de futuro no. Porque ¡al loro! en lo artístico ¡no estamos tan mal! R.B.
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