La desigualdad en la crisis cultural en Italia
La desigualdad en la crisis cultural en Italia
Los subsidios gubernamentales salvan los presupuestos de las principales entidades líricas de Italia y la pandemia corrobora que es más rentable para los teatros permanecer cerrados
A principios de mayo, Cecilia Gasdia, directora del Arena de Verona confirmaba lo que tanto se temía al inicio de la crisis del coronavirus: la suspensión de la edición de 2020 del Festival Arena de Verona. Como tantas otras instituciones, la Fundación tomó esta decisión en base a la propagación del virus y las medidas de higiene y seguridad impuestas, que imposibilitaban el correcto desarrollo del festival. La avalancha de recortes y despides ha sacudido internacionalmente a todo el sector cultural, en el que suelen oírse afirmaciones como “fuimos los primeros afectados y los últimos en salir de la crisis”.
Sin embargo, un análisis más detallado de los presupuesto de los teatros de ópera italianos revela un alto porcentaje de dinero público. Como subraya el diario Venezie post, la cancelación del Festival Arena de Verona no supondrá la misma crisis para la entidad que para los trabajadores, técnicos y artistas, quienes sí se quedarán sin ingresos.
Gasdia y Federico Sboarina, alcalde de Verona, han propuesto al Gobierno la realización de 10 óperas en versión concierto como alternativa a la programación del Festival. Si se aceptase la propuesta, los responsables del Arena colocarían a la orquesta en el centro de lo que normalmente es la platea, respetando la distancia de seguridad y permitiendo la entrada a un máximo de 3.000 personas, por lo que en cualquier caso los ingresos del Festival quedarían muy lejos de lo esperado para esta edición – en 2018 se recaudaron casi 23 millones -. Por tanto, tanto si se consigue sacar adelante esta alternativa como si no, el coste de las instalaciones y servicios externos, estimado en 18 millones, será mucho menor. Aquí hay que sumar el recorte de los sueldos del personal fijo y los despidos de los trabajadores temporales.
El resultado: cuentas que no perjudican a la entidad y tampoco justifican la congelación de salarios y los despidos consecuentes. Es decir, el bloqueo impuesto por la crisis sanitaria puede no tener un impacto tan negativo en el balance de la entidad como cabría imaginar en un principio.
Esta situación es común para todas las entidades italianas que se benefician de los Fondos FUS – Fondo Unico per lo Spettacolo -, atribuidos independientemente de si su programación se lleva a cabo o no. Esto sitúa a las principales instituciones culturales del país en la misma situación. “Es evidente que la situación esté así”, declara confidencialmente un trabajador, “El mundo está hecho para que merezca más la pena económicamente estar cerrado. Las quejas que se oyen desde las instituciones son medios para conseguir más dinero mientras que el problema es, por un lado, la repercusión turística de esta realidad, y por otro, la situación aún más vulnerable de los trabajadores externos, como técnicos, artistas y montadores”.
Stéphane Lissner, director de la Ópera de París apuntó tras conocer las ayudas del Gobierno francés al sector cultural que la crisis sanitaria ha desvelado otra, la de la cultura. Pero la repartición y uso de las subvenciones en Italia esconde otra aún más fuerte, la desigualdad entre los trabajadores de este sector, que en lugar de afrontarla equitativamente, se ve polarizada. Redacción
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