Desinformación
Desinformación
Nunca ha habido tales posibilidades de comunicación como en nuestros tiempos y sin embargo muchas veces permanecemos desinformados. Con frecuencia los árboles no nos dejan ver el bosque. Es tanto el material que nos llega que resulta difícil valorar su importancia y dedicarle a cada tema la atención que realmente merece. Nos sucede a todos y cada uno de nosotros en nuestras vidas y también a los medios de comunicación. De aquí que algunas veces no seamos capaces de acertar con aquello que publicamos y por ello deberíamos prestar más atención y tiempo a separar lo principal de lo accesorio.
Estos últimos días toda nuestra prensa se ha hecho eco del fallecimiento de Lucio Dalla. No sólo eso, sino que también le hemos sacado del armario en noticias dedicadas exclusivamente a ello. Curioso, porque muy pocos saben en España quien era Dalla y quizá lo único que les pudiese venir a la memoria es su tema “Caruso”. Desde luego nadie sabe que ya en 1967 le cantaba a Luigi Tenco “Hay que saber perder” en San Remo mientras levantaban su cadáver tras suicidarse por haber sido eliminado del concurso. Pero es que también ha tenido amplio eco en las páginas de espectáculos la muerte en Calabria de un técnico de Laura Pausini o la del solista de los Monkees. ¿Realmente son asuntos que aquí mereciesen el coste del papel que se les ha dedicado?
Porque, si se trata de informar de desapariciones, la lista de enero y febrero no tiene fin: Robert Sherman (compositor de las inolvidables melodías de “Mary Poppins”), el musicólogo Pier Luigi Petrobelli, el célebre trompetista Maurice André, el tenor Carlos Munguía, las sopranos Elizabeth Connell y Camilla Williams, la legendaria mezzo Rita Gorr, el director de orquesta finlandés Paavo Berglund… Menos mal que sí homenajeamos a Alexis Weissenberg. Se entiende que recordar a todos estos artistas tenga menos morbo que contar cómo le robaron la cartera a Zubin Mehta en el aeropuerto de Valencia o le desvalijaron la habitación en Zaragoza a Joshua Bell y menos mal que sólo desapareció un reloj de 29.000€ y no su stradivarius Gibson exHuberman que, por cierto, fue robado ya dos veces con anterioridad y la última de ellas tardó cincuenta años en reaparecer. Entre todos estamos construyendo día a día un mundo cada vez más superficial y más lleno de medias verdades. Hoy lo advierto, pero me apunto a ello.
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