Dessay enloquece al público
Grandes voces en el Real
Dessay enloquece al público
Obras de Offenbach, Frank, Thomas, Bellini, Donizetti y Verdi. N. Dessay, soprano. Orquesta Titular del teatro Real. J. López Cobos, director. Madrid, 30 de marzo
Por esas casualidades de la vida llegó a Madrid Natalie Dessay el mismo día que se le concedía el premio de la Fundación Campoamor a la mejor interpretación femenina de 2007 por su intervención en el Liceo como Manon. En Madrid, de momento, nos debemos conformar con un concierto.
Muy delgada y bajita, a pesar de unos pronunciadísimos tacones, Dessay (Lyon, 1965) es más una cantante de ópera que de concierto y lo deja claro nada más aparecer en escena. Interpreta vocal y escénicamente y recurre a algún que otro truco, como los cambios continuos de vestimenta o de retoques en el peinado, para adaptarse mejor a sus personajes y también, por qué no decirlo, para desconcentrar al público en algunos defectillos vocales. Entre sus cualidades destaca ante todo la perfecta afinación, sólo perjudicada por alguna nota demasiado forzada en su volumen. Éste no es muy amplio, pero posee la ventaja de una formidable proyección. Se la oye perfectamente desde cualquier punto de la sala, lo que no puede decirse de alguna otra famosa de hoy día que ha pasado últimamente por el teatro. Se introduce en los personajes y le echa ganas, con lo que logra llegar al corazón de los espectadores. No es una cantante, como Flórez con el que abordó una inolvidable “Hija del regimiento”, a quien cantar le resulte fácil y, de hecho, transmite el esfuerzo que realiza. Es algo que también ayuda a su identificación con la audiencia. En el otro peso de la balanza se encuentran unos sobreagudos ya no tan brillantes y una coloratura más forzada.
La primera parte estuvo dedicada a la ópera francesa con la infrecuente aria de la primera escena del tercer acto de “Manon” y la escena de locura de la Ofelia de “Hamlet”, obra con la que cosechó un enorme triunfo en el coliseo de las Ramblas y donde en el Real alcanzó probablemente la más alta cota de la noche. No tan perfecta, desde un punto de vista idiomático, resultó la segunda parte centrada en los italianos Donizetti y Verdi. Muy bien la escena de la locura de “Lucia”, con el peculiar acompañamiento de una variante de armónica de cristal, parecida a la que empleó Beverly Sills en su grabación de Lucia y a falta de un mayor poder en el centro para el primer aria de “Traviata”. Hubo dos breves propinas –“Boheme” y “Lakmé”- para completar un programa de toque que encandiló a los asistentes. Gonzalo Alonso
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