Diseñadores
Diseñadores
Acabo de escribir la crítica de un cd de Te Kanawa en el que he tenido que recurrir a una lupa para poder leer, no ya la numeración sino los textos de la carátula, escritos en letra minúscula sobre un fondo en el que los tipos se difuminan. Tal barbaridad no es un caso aislado y son muchas las veces en que aquello que envuelve o presenta la música está pensado con los pies. La situación en el caso de un disco se puede resolver con más o menos dificultad, pero en la penumbra de los auditorios es prácticamente imposible. Hay programas de mano que resultan completamente inútiles. No me voy a referir a aquellos textos que te echan para atrás al no tener ni un punto y aparte en páginas y páginas, que otro día lo haré, sino a aquellos en que vienen en letra pequeña sobre fondo negro. En los mismos programas del ciclo “Grandes Intérpretes” de Scherzo no hay forma de leer quien es el autor de las notas. Y luego, sorprendentemente, en otros se anuncia la duración del espectáculo al minuto. Sí, por ejemplo, noventa y siete. Se copia de la carátula de cualquier disco olvidando que una “Quinta” de Tschaikovski puede llegar a durar más de una hora con alguien como Celibidache frente a los cuarenta y cinco minutos habituales. Ibermúsica cayó en ello durante algún tiempo.
El programa de mano del Teatro Real para abrir el ciclo “Grandes voces” –ya ven que en nuestro mundo musical todo es “grande” excepto la tipografía- presenta bastantes páginas sin texto. No digo en blanco porque van en una tinta fuerte variable, que dificulta la impresión y encarece perceptiblemente su coste. Sin embargo no se les ha ocurrido que en una de esas hojas perdidas por “diseño” se nos cuente algo tan elemental como el resto del ciclo, sus fechas y sus precios. Y si no se cuidan aspectos tan fundamentales como la legibilidad o la información, cualquiera pide una uniformidad para poder guardar los programas cómodamente, porque esa es otra: no hay forma de juntar unos y otros. Y algo semejante sucede en algunos anuncios de temporadas o festivales, con cuatro fotos y sin fechas. El interesado a internet.
Y encima se pagan fortunas a algunos que se llaman diseñadores y muestran una incompetencia total. Se trata de una simple cuestión de sentido común, pero como siempre éste es el menos común de los sentidos.
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