“Don Bucefalo” en Wexford: Una ópera injustamente olvidada
Una ópera bufa injustamente olvidada
DON BUCEFALO (A. CAGNONI)
Opera House de Wexford. 26 Octubre 2014.
Wexford es una pequeña localidad de algo más de 20.000 habitantes, situada al sudeste de Irlanda, a una distancia de unas dos horas y media de Dublín en autobús. La afición a la ópera en Wexford ha sido lo suficientemente importante como para que se haya conseguido crear un Festival de Ópera, que cumple ya 63 años. Efectivamente, en 1951 unos pocos y buenos aficionados de la localidad decidieron dar el paso adelante y hoy el Festival es una auténtica realidad, perfectamente conocido por los aficionados a la ópera.
El Festival de Wexford tiene sus propias señas de identidad, entre lasque destacaría el hecho de celebrarse siempre entre los últimos días de Octubre y primeros de Noviembre, cosa bastante poco usual, cuando hablamos de festivales de ópera. Desde el principio el festival apostó por ofrecer óperas poco conocidas y dando oportunidades a cantantes jóvenes y así siguen todavía. Hace ya bastantes años que la programación del festival consiste en ofrecer tres óperas – aparte de algunas otros espectáculos – que siempre son títulos poco conocidos y que generalmente suelen responder a una política consistente en ofrecer una ópera cómica, otra que permita lucimiento de cantantes y, finalmente, otra para hacer pensar. A este concepto responden los tres títulos de este año: Salomé (no la de Richard Strauss, sino la del francés Mariotte), Don Bucefalo, de Antonio Cagnoni, y Silent Night, de Kevin Puts.
Yo creo que si hay dos festivales que tienen un paralelismo son el de Wexford y el de Martina Franca, que también ofrece siempre títulos olvidados y con repartos jóvenes. La diferencia es que en Italia se celebra en pleno verano, mientras que en Irlanda las fechas elegidas pertenecen al otoño.
El Festival goza de buena salud, siendo numerosos los aficionados de todo el mundo que se dan cita en esta pequeña localidad, acudiendo al teatro con la elegancia que caracteriza a los festivales de Salzburgo o Bayreuth.
Don Bucefalo es una ópera bufa del italiano Antonio Cagnoni, contemporáneo de Verdi. Fue ésta su primera opera importante, con la que obtuvo un gran éxito en su estreno en el Conservatorio de Milán en 1847, cuando no contaba sino con 19 años. A pesar de su juventud era ya la tercera ópera que componía y en poco tiempo se dio a conocer en los principales teatros italianos y europeos, aunque cayó en el olvido, no habiendo sido repuesta hasta el año 2008, precisamente en el festival de Martina Franca. Su última ópera, Re Lear, no llegó a estrenarse en vida, y fue también el Festival de Martina Franca el que la estrenó hace 4 años.
Don Bucéfalo es una ópera bufa que no merece de ninguna manera haber caído en el olvido. No es extraño que su estreno hubiera sido un éxito, ya que resulta una ópera muy bien construida y sumamente divertida. Es verdad que en la segunda mitad del siglo XIX el género bufo dejó de tener actualidad y eso puede explicar su desaparición de los teatros. En Martina Franca fue muy bien recibida y en Wexford también lo ha sido. Creo que puede ser una agradable sorpresa para el público de hoy.
El argumento de la ópera ofrece dos acciones en paralelo. Por un lado está el pillo Don Bucéfalo, una especie de Dulcamara, que llega a un pueblo y convence a sus habitantes de que es profesor de canto y les va a convertir en grandes cantantes, organizando una representación de ópera. Por otro lado, está la trama amorosa de Rosa, supuesta viuda, deseada por el Conde di Belprato y también por Don Marco, apareciendo en escena disfrazado Carlino, el marido de Rosa, que realmente no murió en la guerra. En el último acto, y en plenos ensayos de la ópera, todo se aclara y termina en un final feliz.
La producción escénica se debe al americano Kevin Newbury, que hace un trabajo divertido y colorista. Trae la acción a los años 80, situándola en una especie de gimnasio o sala de ensayos, a donde acuden los jóvenes locales. Don Bucéfalo llega al pueblo perseguido por la policía, a quienes consigue burlar, y entra en la mencionada sala, dando rienda suelta a su pillería y buen humor. La escenografía de Vita Tzykun es simple y muy adecuada, contando con un divertido y colorista vestuario de Jessica Jahn. La dirección escénica es francamente buena, con detalles muy divertidos, particularmente el ensayo de la orquesta por parte de Don Bucéfalo. Es una ópera que se ve con gusto y de la que saca un gran partido Kevin Newbury, que ha cuidado mucho la dirección escénica, tanto con las masas como con cada uno de los solistas.
La dirección musical estuvo en manos del español Sergio Alapont, que volvía a Wexford, donde dirigió Il Capello di Paglia di Firenze el año pasado. Su dirección ha tenido gran viveza y ha conseguido traducir perfectamente toda la bufonería de la ópera. A sus órdenes estuvo la Orquesta del Festival de Ópera de Wexford, que fue un conjunto solvente. El Coro del Festival está formado por gente joven, que hace una notable labor en escena.
A Wexford no se viene a ver grandes figuras de la lírica, sino jóvenes y prometedores cantantes, en los que destaca siempre la labor de conjunto. No son las individualidades las que cuentan.
El protagonista Don Bucéfalo fue interpretado por Filippo Fontana, que tuvo una notable actuación. Es un auténtico bajo bufo en la mejor tradición italiana y su trabajo fue estupendo en escena, ofreciendo una voz adecuada. Tanto en su cavatina como en la divertidísima escena del ensayo de orquesta demostró que en este género puede tener gran recorrido.
La soprano canadiense Marie-Eve Munger fue una adecuada intérprete de Rosa. Es una soprano ligera, desenvuelta en escena, y con facilidad en coloratura y en las notas altas, aunque resultan un tanto metálicas.
Marie-Eve Munger y Filippo Fontana
El tenor americano Matthew Newlin fue un muy adecuado intérprete del Conde di Belprato. Voz atractiva, fácil por arriba y resolviendo bien las dificultades. El mes próximo canta ya en la Deutsche Oper de Berlín la parte de Tamino.
El resto de personajes tienen menos importancia, causando buena impresión la soprano Jennifer Davis en la parte de Agata, la amiga y rival de canto de Rosa. La voz tiene calidad y canta bien. Peter Davoren fue un más bien modesto Carlino, mientras que Davide Bartolucci fue un adecuado Don Marco, con la voz poco atractiva. Finalmente, Kezia Bienek cumplió en la breve parte de Giannetta.
La Opera House ofrecía una entrada próxima al lleno absoluto, si es que no lo alcanzó totalmente. El público se lo pasó en grande durante la representación, a juzgar por las carcajadas que se escuchaban. Se aplaudió con fuerza a los cantantes tanto a escena abierta como en los saludos finales.
Aquí las representaciones comienzan con la interpretación del himno nacional, que el publico lo canta y en gaélico. La ópera tuvo una duración de 2 horas y 21 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 1 hora y 44 minutos. Como es habitual por estos lares, los muy intensos aplausos finales no pasaron de 4 minutos.
El precio de la localidad más cara era de 145 euros, costando 25 euros la entrada más barata. José M. Irurzun
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