Don Carlo en ABAO: volver a los orígenes
Don Carlo en ABAO: volver a los orígenes
Verdi: “Don Carlos”. Giuseppe Gipali, María José Siri, Daniella Barcellona, Orlin Anastassov, Juan Jesús Rodríguez, Mika Kares, Ana Nebot, Ugo Rabec, Giorgi Meladze, Irantzun Bartolomé, Eduardo Ituarte. Coro de Ópera de Bilbao. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Ballet Malandain de Biarritz. Director musical: Massimo Zanetti. Director de escena: Gian Carlo del Monaco. Directora asociada: Sarah Schinasi. Palacio Euskalduna de Bilbao. 30-10-2015.
Mucho interés revestía esta función –repetida hasta tres veces-, dado que, por primera vez en la ABAO, se representaba la versión original, la estrenada en París el 11 de marzo de 1867, de la obra. Que es una muy rara avis en nuestros escenarios. Se ha podido escuchar así, y en francés, la casi totalidad de la música escrita por el compositor para aquella ocasión, sin la mayoría de los cortes habituales, y se ha incluido el característico ballet, “La Peregrina”, que por cierto viene servido por unos muy apreciables pentagramas.
En el foso se movió con autoridad y conocimiento Massimo Zanetti, un maestro de gesto elegante y amplio, que maneja una bien adiestrada mano izquierda y que supo imprimir, con ataques precisos y secos, la adecuada animación al “tempo-ritmo” verdiano. Faltó a veces una mayor depuración sonora, un cuidado más acusado de los timbres y una “cantabilità” de más apreciable tono lírico. Los conjuntos bilbaínos, algo rudos –en especial los metales de la formación orquestal-, colaboraron generalmente a excelente nivel y las intervenciones corales del Auto de fe tuvieron entidad y justeza. El ballet muy profesional, ágil y con pocos elementos. Coreografía “en routine” algo simplona.
Del Monaco y su asociada movieron adecuadamente las masas –un tanto escuálidas, la verdad-, lograron orden y naturalidad en los desplazamientos y afinaron lo indecible en las escenas más íntimas -Filippo-Posa, Don Carlos-Elisabeth, Filippo-Gran Inquisidor, Don Carlos-Posa…-, que tuvieron el deseado toque psicológico. Aunque nos sigue pareciendo –tras haber contemplado hace años la versión italiana en cuatro, y no cinco, actos de la misma producción-, que hay elementos y gestos que no terminan de funcionar: ese gigantesco Cristo crucificado del Auto de fe, símbolo muy obvio, que ocupa casi toda la escena y que no permite un correcto movimiento de los figurantes; ese Inquisidor vestido de sangriento Nazareno; esa solución final con el rey asesinando a su hijo… Por otro lado, los personajes, venga o no venga a cuento, se arrodillan, se sientan, se tiran al suelo en movimientos poco naturales. Muy bien resuelto, en cambio, el acto de Fontainebleau, en el que ha trabajado especialmente la directora asociada: un sencillo y estilizado cuadro atmosférico estupendamente iluminado. Necesario, sin duda, para captar todos los intríngulis de la obra.
En lo vocal se puede hablar de un nivel medio aceptable. Nos defraudó Anastassov como Filippo, de timbre tirando a baritonal, de emisión falta de redondez, apretada y forzada arriba, con tendencia a calar. Gipali es un tenor de centro débil y agudos gratos, pero posee escasa personalidad como intérprete y es demasiado lírico e inseguro. Siri es soprano de cierta prestancia, de timbre rico y carnoso, con graves insuficientes, buen centro y una zona superior bien provista, aunque temblona. Actriz feble. Rodríguez compone, con su penumbroso y potente timbre de barítono de carácter, seguro en los tres registros, un Posa quizá demasiado monolítico pero robusto y firme. Estupenda su muerte. Barcellona impone autoridad y –bien dirigida- feminidad a Eboli. La voz de mezzo, quizá en exceso lírica, fluye con naturalidad, aunque en su gran aria “O don fatale” las pasa canutas. Buen torrente vocal, oscuro y sin brillo el de Kares como Gran Inquisidor, y engolado el Moine de Rabec. Los demás contribuyeron con fortuna. Mención para Nebot, gentil paje, y en especial para el bello timbre de Batolomé en la voz de los cielos. Arturo Reverter
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