Don José olvida la navaja
Quincey versus Merimée
Aunque cada vez su caparazón es más resistente, al espectador de ópera a veces le asalta la idea vertida en el título del conocido libro de Thomas de Quincey (1785-1859): El asesinato considerado como una de las Bellas Artes. En algunas ocasiones, por empeño manifiesto de alguno de los caprichoso directores escénicos, capaces de enmendar la página al propio libretista inventando su ingenioso final. Aunque otras veces la alteración pueda obedecer a pura casualidad. Incluso al despiste en algún punto de la minuciosa maquinaria en que se convierte una representación operística. Contaba José Carreras cómo en una representación de Carmen, en la que él volvía a ser una vez más Don José, el utilero olvidó colocar en el bolsillo del tenor la navaja con la que el brigadier desertado tenía que poner fin a la vida de la seductora cigarrera. Al comprobar la falta del arma, en un momento dado le dijo al oído a la futura víctima: “prepárate, que te voy a estrangular”. Esa noche, la protagonista murió por asfixia. Algo similar ocurrió este domingo en el Teatro de la Zarzuela. María José Montiel, la mezzosoprano que encabeza estos días en Madrid el cartel de la ópera de Bizet, sucumbió víctima del “abrazo del oso”. Su vida terminó entre los potentes brazos de José Ferrero, su Don José de turno, que recurrió a esa fórmula mortal tras comprobar que en su bolsillo no estaba el arma fatal. Del desenlace esta vez pueden dar fe muchas más personas que del suceso acaecido a Carreras: la representación se emitía en directo por la Segunda Cadena de Televisión Española.
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