Doña Teresa Berganza, su amor por lo nuestro

Aún quedan con chisporroteos rojos las brasas del dolor que nos ha dejado la reciente ausencia -hacia lo Eterno para quienes creemos en el Más Allá- de doña Teresa Berganza Vargas. Hace tan solo unos pocos días. Ya no está en vivo su voz (alegre, chispera matritense, oyente más que dicente, seria y rigurosa en el trabajo), pero sí nos queda, para presumir con gozo y orgullo, el poder escucharla en los casi quinientos registros fonográficos, (contabilizadas las ediciones hechas sobre un mismo título) que nos ha dejado. Ahí están presentes su Rossini, su Mozart, su Händel, su Bizet, …. pero ¡sobre todo! su apasionado amor por lo nuestro, por la zarzuela y por los compositores españoles en otros estilos del canto, como ha sido Falla.

Teresa Berganza

Quiero recordarla, para la ocasión, en su disgusto por el maltrato que recibía la zarzuela, en lo poco que se representaba, amén de sus pobres deficiencias escénicas y con faltas de respeto hacia el libretista y hacia el compositor. Esto último era algo que llevaba inculcado desde siempre, pues bien decía “¿quién soy yo para enmendarle la plana al libreto o a la partitura?, ¡nadie, absolutamente nadie. Con eso que conmigo no cuenten!”.

Sin la memoria no me falla y mi archivo no me traiciona, han sido 32 registros sonoros en los que la voz de doña Teresa ha quedado guardada para siempre en nuestro arte lírico genuino. A fuer de ser un poco plúmbeo ahí están, desde su inicial grabación de 1953 ‘Los gavilanes’, siguiendo ‘El puñao de rosas’, ‘Bohemios’, ‘La dogaresa’, ‘El tambor de granaderos’, ‘La alsaciana’’, ‘La pícara molinera’, ‘La rosa del azafrán’, ‘La del soto del parral’, ‘Don Gil de Alcalá’, ‘La chulapona’, ‘El último romántico’, ‘Luisa Fernanda’, ‘La calesera’, ‘La bruja’, ‘Los burladores’, ‘El barberillo de Lavapiés’, ‘La Dolorosa’, ‘Los claveles’, ‘La del manojo de rosas’, ‘La tempranica’, ‘Adiós a la bohemia’, ‘Don Manolito’, ‘El amigo Melquiades’, ‘El bateo’; y las versiones piratas, grabadas en directo, cantando ella en la escena, de ‘La tabernera del puerto’, ‘El santo de la Isidra’, ‘Agua, azucarillos y aguardiente’, ‘La Verbena del La Paloma’ o ‘La Revoltosa’, ‘Gigantes y Cabezudos’. Seguro que alguna se me ha despistado. Amén de todas ellas, completas, han salido 27 grabaciones en LP o en sencillo, de 45 rpm, de romanzas famosas, en solitario o dúos con acompañamientos vocales y corales, sin dejar en el olvido, según la versión de zarzuela o de ópera de ‘El gato montés’.

Ahí aparecen voces añoradas como las de Toñi Rosado, Manuel Ausensi, Carlos Munguía, Pilar Lorengar, Ana María Iriarte, Antonio Campó, Gerardo Monreal, Julita Bermejo, Antonio Blancas, Dolores Cava, Alfredo Kraus, Carlos Fagoaga, José María Maiza, un Placido Domingo en vigorosa potencia tenoril de 1973, Julián Molina, Inés Rivadeneira, Joaquín Portillo, Juan de Andía, con batutas de relieve como la de Ataúlfo Argenta (en la mayoría de los casos, y con coros de la importancia del de Cámara o de tiples del Orfeón Donostiarra ,preferido por don Ataúlfo) o el de Cantores de Madrid.

Será muy difícil que ningún otro cantante español (él o ella) hayan superado ese registro de grabaciones de nuestro genero grande (‘chico’ es el de las mentes de algunos). El mayor homenaje que podía hacerse a doña Teresa es que institucionalmente, el INAEM precisamente, se editara una colección completa de todas las zarzuelas cantadas por ella, en formato CD o DVD, no solo a efectos de recopilación histórica sino para impulsar la zarzuela en una juventud que la desconoce, haciéndola revivir en nuestra cultura, pues son muy escasas las representaciones que con dignidad se hacen de ella. Casos positivos son el Teatro de la madrileña calle Jovellanos, o el Campoamor ovetense, o el Albia bilbaíno. Y mira que hay maravillosas obras de las que compositores extranjeros de la talla de Richard Strauss o Maurice Ravel, o directores como Claudio Abbado, quedaron prendados.

Doña Teresa, muchísimas gracias, con toda mi ternura hacia su memoria, por tan precioso legado testamentario, dejado para la cultura universal. Manuel Cabrera