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El Triunfo de Domingo
Nucci y Barenboim, dos ejemplos
Por Publicado el: 18/07/2010Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Dos adioses, que no son los que ustedes esperan

Dos adioses
Hay veces en que la vida resulta muy injusta y un ejemplo lo tenemos estos mismos días en los que todos escribimos de Plácido Domingo y su inminente Boccanegra. No es que el tenor no se merezca mil y un elogios, que se los merece, ni que algunas entrevistas resulten exageradamente laudatorias, que lo son, sino que bajo su sombra no llegan a florecer los adioses a dos grandes figuras de la música como Cesare Siepi y Charles Mackerras.
Nadie que haya visto el absolutamente imprescindible dvd de “Don Giovanni” de Furtwängler (Salzburgo, 1954) podrá olvidar a su protagonista, un Cesare Siepi (Milán, 1923- Atlanta, 2010) que no sólo fue un gran cantante, sino también un gran actor, prototipo del intérprete que hoy se estila. El timbre homogéneo en toda su extensión, la exacta proyección vocal, la estatura y el físico apolíneo hacían de él un artista ideal no sólo para Don Juan sino para cualquier bajo protagonista como Mefistófeles, Felipe II, Boris o Procida.
Sir Charles Mackerras ( New York, 1925- Londres 2010) deja tras de sí, como Siepi, un ingente material para el estudio, al margen de la anecdótica inauguración sinfónica de la emblemática ópera de Sidney (1973), ciudad a la que estuvo muy vinculado. Fue un director personalmente “discreto” – por cierto muy valorado por Gerard Mortier- al que se asoció mucho con Mozart e incluso con Rossini, pero en quien revistió mayor significancia su apuesta por Janáček, Dvorak –impresionante su “Rusalka” con Renè Fleming- o Martinou.
Las despedidas siempre son tristes, pero en ellas muchas veces se confunden llantos y risas. También hoy aquí y por ello no puedo evitar recordar una anécdota de Mackerras y Teresa Berganza. Ambos trabajaban juntos en una ópera rossiniana, creo que en EEUU, cuando el director le recriminó a la mezzo: “Señora, Rossini no escribió esto como usted lo canta”. Berganza, salerosa ella, le contestó: “maestro, ayer cené con Rossini y me dijo que lo cantaba exactamente como él lo había soñado” y no se apeó del burro. Cosas de artistas.
Han desaparecido dos grandes músicos y eso es inevitable. Lo importante es que los que se nos vayan dentro de diez o veinte años tengan la misma talla que ellos, porque sólo así se mantendrá vivo el arte.

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