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Por Publicado el: 29/09/2005Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Dos conceptos no excluyentes

Dos conceptos no excluyentes
La semana nos traerá las dos inauguraciones de temporada más importantes de nuestra España: las del Real y Liceo. Como todos los teatros ambiciosos, ambos andan a la búsqueda de una identidad propia, de un proyecto que los identifique. Justo es reconocer que el Liceo lleva en ello ventaja al Real, muy vacilante entre tanto cambio político-gerencial, aunque también es cierto que en el primero se han producido errores gruesos al no defender el patrimonio propio con la fuerza precisa, recuérdense los casos de “Babel” y “Merlín”. Ambos coliseos han apostado hasta la fecha, aunque existen indicios de que en el futuro las cosas cambiarán bastante en Madrid, por proyectos bien diferentes, tan diferentes como lo son sus óperas inaugurales de la presente semana.
El Real se ha decantado por “Don Giovanni” de Mozart, una obra unánimemente alabada por la intelectualidad y siempre ansiada por todo director de escena y orquesta que se precie. Casi todas las grandes batutas de la historia nos han dejado sus versiones, desde Furtwängler a Barenboim, desde Krips a Giulini, pasando por Klemperer. Hasta se ha llevado al cine con mayor o menor fortuna, recordemos a Losey. Es una ópera que se presta a múltiples y hasta opuestos puntos de vista, que nacen desde la calificación inicial de su propio autor: “drama jocoso”. Y es una ópera posiblemente imposible, en el sentido que quizá no haya habido nadie capaz de reflejar adecuadamente tal dualidad.
El Liceo se decidió por “Gioconda”, obra frecuentemente denostada por los intelectuales de la “progresía” por considerarla ejemplo máximo de la “ópera polvorienta”. Es, desde luego, obra que permite muchos menos enfoques. Quizá sólo uno: el realista. No es ambicionada por batutas o registas. Es, sin embargo, ópera de cantantes, de seis grandes voces. Lleva la firma de Ponchielli, autor de los llamados “de obra única”, y se la considera preludio del verismo. Muy frecuente en otros tiempos, apenas se representa en los nuestros, aunque Verona y el Liceo la desempolven este año por estar muy ligada a sus respectivas historias. Casi nadie, sólo los aficionados más recalcitrantes, se acuerda de ella y, de hecho, hasta se ha olvidado que su “Danza de las horas” aparece genialmente en “Fantasía” de Disney. Algunos, no obstante, aún recordamos las “Giocondas” del Liceo con Gulín, Bergonzi, Bumbry y Labó.
Dos conceptos diferentes, aunque ambas conlleven todo un muestrario de arias, que no debieran ser excluyentes en los teatros .

Gonzalo ALONSO

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