Crítica: La excelencia en dos conciertos de la Orquesta Filarmónica Checa
La excelencia en dos conciertos de la Orquesta Filarmónica Checa
Obras de Dvorak. Pablo Ferrández, chelo y Agustín Hadelich, violín. Orquesta Filarmónica Checa. Semyon Bychkov, director. Ciclo Ibermúsica. Auditorio Nacional. Madrid, 5 y 6 de marzo de 2024.
Nadie puede dudar que la Orquesta Filarmónica Checa es un magnífico conjunto. Lo han venido exhibiendo desde su primer concierto en Ibermúsica en 1975, aunque tuvieran un bache cuando se presentaron con Ashkenazy en el año 2000. Especialmente escuchar su cuerda es un placer, por su empaste, homogeneidad y timbre. No en vano de sus filas han salido, desde que se fundara en 1896, miembros de grupos de cámara muy conocidos. Su admirable concertino es muestra de ello, pero también admiran sus vientos -destacable la flauta solista- y metales -sorprendente la seguridad de trompas y trombones, tanto en fortes como, lo que es más difícil, en pianos-. En el pasado disfrutamos de la formación comandada por Vanclav Newman y ahora lo hemos hecho con Semyon Bychkov, su director titular y musical desde 2018. De entre los grandes compositores checos -Smetana, Janáček, Martinů o Dvořák- han elegido a este último para su gira por España, no en vano fue el mismo Dvorak quien estuvo al frente de su citado nacimiento.
El primero de sus dos conciertos madrileños de la Orquesta Filarmónica Checa -en otras ciudades será sólo uno- se abrió con la casi desconocida “En el reino de la naturaleza”, una de las oberturas en las que acabó dividiéndose su trilogía “Naturaleza, Vida y Amor”. Nos sirvió para introducirnos magistralmente en el mundo de la música nacionalista de su autor y, cómo no, de aperitivo a su infatigable inspiración temática. Vino luego el que posiblemente sea el rey de los conciertos para violonchelo, con el joven pero ya excepcional solista Pablo Ferrández, quien ya ha grabado con los checos nada menos que el doble concierto de Brahms junto a Anne-Sophie Mutter y Manfred Honeck. Sacó un precioso sonido de su Stradivarius “Archinto” (1689), al que acompañó desde el arranque inicial de algo igualmente importante, como es la expresividad para emocionarnos en el “Adagio ma non troppo” central. En nuestras mentes no cabía más que la música. Sobra pormenorizar las virtudes técnicas ante tanta belleza. La tarde concluyó oficialmente con la inspiradísima “Octava sinfonía”, esa partitura con la que Dvorak quiso “escribir una obra distinta de todas las otras sinfonías, con ideas personales y trabajadas en un modo nuevo”. A fe que lo logró. Por cierto, enlaza perfectamente con la obertura de inicio en su riqueza temática y en la explosión de alegría en la que culmina el primero de sus tiempos. En la parte no oficial la segunda de las “Danzas eslavas Op.46” y la primera de las “Danzas húngaras” de Brahms, casi una continuación del tercer tiempo de la “Octava”.
El segundo día de la Orquesta Filarmónica Checa se abrió con la vibrante explosión de jovialidad del “Carnaval”, en la que el corno inglés ya preludió lo que habría de llegar en el célebre tiempo de la “Sinfonía del Nuevo Mundo”. Entre ambas obras, el menos agraciado “Concierto para violín Op.53”. No resulta extraño que el célebre violinista Joseph Joachim acabase por no estrenarlo tras varias revisiones. No se halla entre lo mejor de su autor, como tampoco su “Concierto para piano Op.33”. Sin embargo sirvió para descubrir las excelentes cualidades del también joven solista Agustín Hadelich y su Guarneri del Gesù (1744), capaz de solventar las enormes dificultades de un concierto quizá no acabado de balancear con la orquesta. La popularísima “Sinfonía del Nuevo Mundo” nos trajo al Dvorak americano en una lectura llena de ímpetu, pero también de lirismo y no sólo con la célebre melodía del corno inglés sino también, por ejemplo, con el canto de la admirable cuerda sin el apoyo de los ocho contrabajos en la segunda parte de ese mismo movimiento. La primera de las “Danzas eslavas Op,46” como despedida.
A resaltar las estupendas notas a los recuperados programas de mano de Eva Sandoval y Pedro González Mira. Ambos conciertos merecerían mucho más detalle, pero no pueden dejar de reflejarse finalmente las propinas de los solistas. Un arreglo para chelo -¿propio, quizá?- de la “Asturias” de Albéniz y el sin duda propio del violinista para el tango de Gardel “Por una cabeza”, coronado éste por una total exhibición virtuosística de “Wild Fiddler’s Rag” de Howdy Forrester. Ni que decir tiene que el éxito de ambos conciertos fue rotundo. Gonzalo Alonso
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