Dresde en Canarias, una orquesta que toca sola
XXVI Festival de Canarias
Una orquesta que toca sola
Obras de Brahms. Staatskapelle Dresden. Zubin Mehta, director. Auditorio Alfredo Kraus. Las Palmas de Gran Canaria, 9 de enero.
La crisis también ha llegado, como era lógico, al Festival de Canarias. Su duración y espectáculos se han reducido casi a la mitad, al igual que su presupuesto que ha pasado de siete millones a tres. Quizá no sea mal asunto concentrar actos para retomar el concepto clásico de festival en vez del de temporada corta. Un mes, una docena de conciertos con solistas, agrupaciones y directores de primer nivel se antoja suficiente. Lo que el Festival de Canarias no debe perder es su carácter esencialmente clásico, así como mantener la calidad, tal y como sucede en la presente edición. Thomas Quasthoff, Zubin Mehta y la Staatskapelle de Dresde suponen un gran pistoletazo de salida para una programación que incluye a la Filarmónica de Londres, la Orquesta Nacional Rusa, Dudamel, Pletnev, Jurowski, Lif Ove Andsness, Uchida, etc sin olvidar la atención al capítulo de estrenos, con obras de Laura Vega, Benzecry o Turnage.
Los conciertos de Dresde fueron apalabrados por Rafael Nebot, capitán de 22 ediciones del certamen, y mantenidos por sus sucesores Juan Mendoza y Candelaria Rodríguez. Alguno de ellos debería haber caído en la cuenta de que las “Seis piezas para orquesta Op.6” de Webern y las “Canciones a los niños muertos” son sin duda grandes obras, pero pecan de tristes para abrir un festival. Hubiera sido quizá más acertado empezar por el segundo programa, un monográfico Brahms, comentado a continuación.
El sonido de la Staatskapelle Dresden es esplendoroso en todas sus secciones, aunque podría resaltarse el lujo de la cuerda, justo algo fundamental en el tejido brahmsiano. La “Cuarta sinfonía” sonó portentosa, brillantísima y en ella se lucieron todos los instrumentistas, empezando por la flautista. Es una orquesta que toca sola y no dejó de percibirse. Brahms le va mucho más a la agrupación que al director, a quien le falta un punto de entrega. Mehta posee una gran técnica y controla la orquesta como pocos, pero esa facilidad perjudica a veces la profundización y la “Cuarta” requiería más alma en su magnífica sonoridad. Algo anodinas, por la misma causa, resultaron la “Obertura trágica” y, sobre todo, las “Variaciones sobre un tema de Haydn”. La danza de Dvorak regalada vovió a dejar asombrado al público que llenaba el auditorio. Poquísimas veces se puede escuchar con tal plenitud. Esto s una orquesta. Gonzalo Alonso
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