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Por Publicado el: 03/07/2012Categorías: Crítica

Dudamel, gran comunicador

Extraordinario Juventudes Musicales

Dudamel, gran comunicador

Obras de Beethoven y Strauss. Orquesta Sinfónica Simon Bolivar de Venezuela. Gustavo Dudamel, director. Auditorio Nacional. Madrid, 2 de julio.

Juventudes Musicales se ha apuntado un buen tanto con su concierto extraordinario de cierre de temporada protagonizado por Dudamel y la orquesta venezolana Simón Bolivar, creada por José Antonio Abreu dentro de su programa “El Sistema”. Dudamel (Venezuela, 1981) es un joven director plenamente integrado en nuestros días, días en los que la comunicación es poder fundamental. Es, ante todo, un gran comunicador. Lo demostró plenamente en las tres propinas concedidas tras un programa que, como él mismo reconoció, no se prestaba a tocar nada más. Pero lo hizo. El público le pidió “Mambo” y lo obtuvo. Es pieza que ya ha quedado en su curriculum, en la que no sólo la música es espectáculo sino también los músicos al hacer bailar sus instrumentos. Y consiguió algo más, que el auditorio corease “Alma llanera”. Pocas veces se han escuchado aclamaciones mayores en el Auditorio Nacional y en verdad que las tres partituras tuvieron una lectura de fuerza asombrosa.

Las cosas fueron antes un poco diferentes. La “Heroica” beethoveniana está escrita para maderas a dos que Dudamel transformó en a cuatro, es decir que duplicó la plantilla. Aquí se plantea el dilema de si es mejor que una orquesta de muchos suene como una de pocos o que unos pocos suenen como muchos. Dudamel tiene clara su opción y ésta monumentalidad de aporta una espectacularidad que deja en segundo plano las carencias de tensión. La “Tercera” sonó potente, como no podía ser de otra forma, y hasta empastada, pero el discurso en sí poseía menos fuerza que aquella que aportan los grandes maestros de la batuta con menos medios. Las dimensiones mastodónticas sí que las consideró Richard Strauss en su “Sinfonía Alpina”, pero ni siquiera ese ya de por sí enorme número de profesores le bastó al venezolano, que todavía lo amplió. ¿Qué resulta más difícil, dirigir lo aparentemente sencillo o lo monumental? En otras palabras, ¿la “Cuarenta” de Mozart o la “Octava” de Mahler? Está claro que las obras del tipo de esta última, como la misma “Alpina”, precisan un gran control y Dudamel lo tiene. Incluso hubo detalles que parecían nuevos en medio de la gran masa sonora. Ofreció una muy buena versión, pero sin alcanzarlas cotas de un Kempe o incluso un Sawallisch. Concluyó en plena pose, parando los aplausos más de lo debido. Desde luego ama las exageraciones, pero comunica y eso importa mucho en nuestro tiempo. Gonzalo Alonso

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