E.S. Reina Sofía y A. Schiff: futuro prometedor
FUTURO PROMETEDOR
Obras de Bach, Mozart y Beethoven. Orquesta se Cámara Freixenet de la Escuela Superior Reina Sofía. Director y solista: András Schiff. Concierto final del ciclo Generación Ascendente. Auditorio Nacional, Madrid. 7-6-2014.
Alegra comprobar hasta qué punto las enseñanzas impartidas en un centro musical privado acaban alcanzando a la larga notables o sobresalientes resultados. Este concierto final del ciclo Generación Ascendente es un buen ejemplo. Es cierto que la sonoridad es a veces un punto áspera, pero el conjunto, aun agreste, es muy disciplinado y posee una cuerda flexible y afinada. Hay solistas de madera muy cualificados –flauta, oboe- y los metales son seguros y sólidos, bien que en ocasiones algo estridentes y poco matizados. Su director en esta oportunidad, el magnífico pianista húngaro Schiff, no tuvo siempre el requerido cuidado en las texturas. Los acordes salían catapultados, con perjuicio para el corto número de arcos, cuya voz cantante fue tapada más de una vez, lo que sin duda aquejó al desenvolvimiento natural de los pentagramas. De todos modos, a pesar de estos desequilibrios dinámicos, pudimos escuchar instantes de excelente música.
Los hubo en la enérgica versión del “Concierto nº 3 para piano” de Bach, a despecho de algunos desajustes. Schiff tocó con destreza, limpidez y estilo. A la “Sinfonía nº 40” de Mozart, dirigida sin batuta, con gesto rígido, le faltó transparencia, un mayor toque espiritual y un aliento poético más definido. Hubo, sí, vigor, entusiasmo, dramatismo y sentido del ritmo, bien que los difíciles contrapuntos no tuvieran impecable ejecución. Se hicieron las repeticiones prescritas. La versión pianística de Schiff del “Primer Concierto” de Beethoven fue de altos vuelos, variada de ataques, bella de sonido (toca un Bechstein que perteneció a Backhaus), elegante, de un clasicismo renovado. Buena colaboración del “tutti”, aunque con momentos en “forte” demasiado agresivos. Antes del descanso y como bis al cierre se ofrecieron sendos fragmentos de “Rosamunda” de Schubert, dichos y expresados con mimo y sentido del color. Dignos broches. Un enigma es la razón por la cual el grupo de segundos violines, a la derecha del piano, estuvo acompañado de uno de los tres contrabajos. Arturo Reverter
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