Echar la tarde con Christian Zacharias
Echar la tarde
Aunque la carrera como director de orquesta de Christian Zacharias ya ha alcanzado suficiente notoriedad, como les sucede a casi todos los solistas muy destacados el gran público los suele asociar casi en exclusiva con el instrumento, olvidándose de lo demás. No se debe hacer, porque a veces la sorpresa puede ser estupenda. Zacharias es un espléndido pianista, que ha hecho diana en repertorios difíciles y muy personales. Véase Schubert, por ejemplo. Pero arrastra sobre sus espaldas una ya importante carrera de director de orquesta, que en todo caso hay que valorar desde la perspectiva del extraordinario músico que es. Muchos solistas de tecla al llegar su ocaso (el ocaso de sus dedos, sobre todo) lo intentan vanamente (y podría dar nombre muy conocidos que se empeñan en hacer lo que nunca sabrán hacer), y solo de vez en cuando aparece alguno que encuentra la fórmula adecuada para conseguir una prolongación de su carrera desde el podio. Y después están los que, como Zacharias, han combinado toda la vida la práctica de su instrumento con la dirección de orquesta. La recomendación de este concierto debe hacerse desde esta perspectiva, nada ajena a la lógica de las cosas. Pero también porque el pianista y director alemán de origen indio ha confeccionado un precioso programa. Muchas veces resaltamos poco esto, muy cegados por las luces del artista. Los compositores y sus obras son lo que más suele contar a la hora de que un aficionado pague su entrada. No lo olvidemos.
Comenzará Zacharias dirigiendo una rara avis en las salas de concierto, la bellísima elegía coral Nänie, penúltima de sus obras corales, un capítulo que cerraría con El canto de las parcas. Unos 15 minutos de música que son suficientes para hacer una profunda reflexión acerca de la muerte (la palabra, germanizada, viene del latín, ´nenia´, que significa oda fúnebre), que Brahms realiza sobre un texto de Schiller, a raíz de la desaparición de su amigo, el pintor Alselm Feuerbach. Brahms tenía 49 años; su amigo, 50.
De Brahms, a Schumann. A una pieza para que el público no se olvide de dónde viene Zacharias: Introducción y Allegro para piano y orquesta, que no es música menor, desde luego, pero que quizá nos hace pensar en la posibilidad de que bien podría Zacharias haberse ´estirado´ un poco y haberla sustituido por el Concierto para orquesta. Pero no importa; la ventaja es que podremos escuchar una obra que no se programa nunca, y que no hay que confundir con la Introducción y Allegro appassionato op.92, una pieza anterior que sin embargo carece de la pulsión de esta, música escrita en pleno estado febril, poco antes de que Schumann fuera internado en un asilo para perturbados mentales.
Afortunadamente, el concierto finalizará con una hermosísima música, sin mayores connotaciones sentimentales que la propia belleza de su paisajismo interno. La tercera sinfonía de Mendelssohn, apodada ´Escocesa´ aunque poco tenga que ver con la música de Escocia, es una obra maestra del primer periodo romántico, por su verdad, a la par que sencilla, orquestal, en la que su autor, genial pero no siempre entendido como tal, dibuja una fascinante pintura que nos envuelve desde el primer segundo del tema inicial.
Lo dicho, un precioso concierto para pasar una tarde agradable. Pedro González Mira
Christian Zacharias, piano.Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dir.: Christian Zacharias. Obras de Brahms, Schumann y Mendelssohn. Auditorio Nacional de Música, Sala sinfónica. Lunes 6, 19.30 h. Entre 10 y 20 €.
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