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El INAEM niega que hubiese «maltrato» a los directores del Real
¿También Dudamel o intoxicación?
Por Publicado el: 08/10/2008Categorías: En la prensa

Editorial de Scherzo (octubre) sobre los cambios en el Real y Auditorio Nacional

ESCENARIOS EN CRISIS

Tal y como estaba previsto –y como los rumores y las conversaciones entre las gentes del oficio, imparables en los últimos meses, apuntaba hace tiempo- los directores artístico y musical del Teatro Real Antonio Moral y Jesús López Cobos, respectivamente- han decidido abandonar sus cargos al término de su contrato, es decir, al fin de la temporada 2009-2010. El Patronato del coliseo madrileño les debía haber comunicado a ambos se les renovaría o no más allá de esa fecha antes del 31 de agosto. No ha sido así y los dos han decidido, por distintos métodos y con apenas quince días de diferencia, marcharse. Es de suponer que el Real habrá tenido buenas razones para tensar las cosas primero y aceptar después ambas salidas y explicará sus porqués lo antes posible. Es necesario, pues las maneras y la estrategia seguidas parecen discutibles. Mientras, las informaciones más o menos interesadas aparecen en los mentideros a la espera de saber quiénes sustituirán a dos profesionales que lo han hecho muy bien: la programación de Moral revela ideas, personalidad y conocimiento de la realidad operística; la experiencia de López Cobos ha sido todo un haber para la orquesta titular y los dos han contribuido decisivamente a la excelente reputación internacional del teatro. Cabe suponer que sus sucesores habrán de ser nombres de primerísimo nivel, superior, naturalmente, al de los idos, pues en caso contrario, poco sentido tendría el hacer aceptado su marcha reconociendo, como se ha hecho, su innegable valor. La verdad es que no van por ahí algunos rumores sobre el particular. Pero como el rumor –por inquietante que sea- no es noticia, aquí dejamos la cuestión hasta que las decisiones se tomen. Toda una prueba la que le espera al Real tras haber apostado tan fuerte.
Otro campo de batalla es, como era de esperar, el Auditorio Nacional. Ya manifestamos en estas páginas el temor que nos producían las primeras declaraciones de los responsables del Ministerio de Cultura acerca del Auditorio, por lo hiperbólico de su ambición y por lo que podrían tener de atentatorias contra los derechos de un público fiel que paga sus impuestos y de unos programadores que también los pagan y que han hecho de Madrid una ciudad con una oferta musical envidiable. Convertir a una sala de conciertos –ciertamente mejorable a base de simple sentido común- en emblema de la cultura española tenía sus riesgos y estos aflora ya sin ambages. El caso Promoconcert, la empresa organizadora a la que se le ha denegado la petición de seguir presentando sus programas en el Auditorio pero que, curiosamente, si puede hacerlo en el Teatro Real, es paradigmático. La razón de la negativa -lo popular de sus propuestas a pesar de incluir una previamente solicitada cuota de música española- no parece suficiente, como tampoco es de recibo que trate de involucrarse en ello a un Comité Artístico que no se ha reunido desde hace meses y, por tanto, no ha discutido ese tema. ¿Se tratará de que el resto de los programadores reflexionen ante las cortadas barbas de su vecino? ¿Contraatacará Promoconcert, como todo parece indicar, por la vía judicial? El director del Auditorio, José Manuel López López –un año ya en el cargo- debería explicar con claridad qué ha pasado y qué pasará frente a las dudas razonables que la situación plantea.
Los dos escenarios más importantes de Madrid atraviesan, pues, tiempos difíciles a los que no son ajenos ni la politización de la vida cultural ni una cierta tendencia a dejar señales de humo mas que a informar decididamente sobre la marcha de las cosas. Por eso hay que pedir, a la hora de las decisiones, tanto una estructura profesionalizad como una absoluta transparencia

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