Critica: Buen resumen de la epopeya “El anillo sin palabras” con Josep Pons en la OCNE
BUEN RESUMEN DE LA EPOPEYA
Wagner/Maazel: “El anillo sin palabras”. Orquesta Nacional. Director: Josep Pons. Auditorio Nacional,13 de diciembre de 2024.
No recordamos cuándo la Nacional interpretó este arreglo-resumen de la “Tetralogía” wagneriana llevado a cabo por al gran director (también violinista y compositor) Lorin Maazel, un trabajo “herético e imposible de llevar a cabo, aunque merecedor de toda consideración”, en palabras de Ramón Puchades, autor de las notas al programa. Pero bienvenido sea el intento, que se ha expuesto con buena mano por Pons y la Orquesta que gobernó tantos años y de la que es director honorario.
En el complejo mundo descrito y vivido en las cuatro óperas –“El oro del Rin”, “La walkiria”, “Sigfrido” y “El crepúsculo de los dioses”- habitan el heroísmo pagano, la germanidad primitiva y el determinismo en opinión de los hermanos Santiago Luque, que ven una mezcla de antiguo y ancestral paganismo entreverado de rasgos cristianos. Héroes humanos y divinos, dioses y monstruos, sentimientos primitivos y aventuras llenas de sabor agreste concurren en el amplio cantar de gesta que es el “Cantar de los nibelungos”, que constaba de 2.739 estrofas.
Para Labelèye la obra es la que mejor “permite adivinar los caminos misteriosos y los procedimientos no bien conocidos de los orígenes y formación de la poesía épica”. Enlazando todos estos elementos, Wagner dio cima a la obra de arte total, la “Gesamtkuntswerk”. Buscaba en el antiguo poema la localización de arquetipos y de valores universales pobladores de una leyenda que consideraba estaba en la base de cualquier lenguaje popular. Y que fue trazando morosamente a lo largo de muchos años.
No es ninguna tontería enfrentarse a este resumen sinfónico, bien horneado y trabajado por Maazel. Pons y su antigua formación han salido en general indemnes de la difícil prueba. Con algún que otro reparo a juicio del firmante. Al “Preludio” (En las profundidades del Rin) fue bien moldeado por la móvil batuta, que partió del silencio. El paulatino crecimiento del enjuto tema (que está en la base de todos los motivos conductores que irán surgiendo a lo largo de las cuatro óperas) fue bien dibujado, aunque hubo una excesiva y general presencia de las trompas y de otros vientos. Las oleadas de los arcos estuvieron poco presentes. Más tarde tuvo excelente planificación “La entrada de los dioses en el Walhall” y consistencia “El martillazo de Donner”.
Acertada entrada de Siegmund en “La walkiria”, bien perfilada huida y dramática representación de la “Furia de Wotan”, adecuada y sucintamente evocada por el arreglista y bien organizada en la interpretación que comentamos. La “Cabalgata de las walkirias” tuvo impacto y estupendo crecimiento el gran tema del “Amor paterno”, que enlazó sin solución de continuidad con el “Adiós de Wotan” y el fuego mágico. Muy por encima trabajó Maazel el episodio de la forja de la espada. Se detuvo más en los “Murmullos del bosque”, finamente expuestos por batuta y orquesta, con excelente solo del oboe de Roberto Silla.
Estupendo pulso interpretativo en las escenas del Dragón. El “Amanecer” de “El crepúsculo de los dioses” fue uno de los mejores momentos de la noche junto al inmediato “Viaje de Sigfrido por el Rin”, del que Maazel aprovechó casi todo. Estupendo solo de trompa, sin un solo fallo (aunque la familia sí los tuvo en más de una ocasión) de Pedro Jorge García. Poca relevancia en la partitura de la escena de los gibichungos. Y bastante mayor del jugueteo de las hijas del Rin con Siegfried. La “Marcha fúnebre” lució en muchos de sus compases originales y Pons supo otorgarle la grandeza esperada, con gran lucimiento de todos los metales.
La “Inmolación de Brünnhilde”, una extensa página, maravillosamente contrastada en el original, tuvo aceptable reproducción en busca de un final al que quizá le faltó algo de sabor poético, de expresión intensa, sobre todo en la reproducción del maravilloso tema de Sieglinde con el que concluye la saga. Pons respetó el silencio previo a esa evocación. Gran éxito final, merecido habría que decir. Por la prestación general de la Orquesta (casi cien músicos incluyendo tubas Wagner) y por el minucioso y esforzado trabajo de la batuta siempre móvil, amplia y expresiva de Pons. Arturo Reverter
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