El clave bien tosido
Recital extraordinario
El clave bien tosido
“El clave bien temperado” de Bach. Daniel Barenboim, piano. Auditorio Nacional. Madrid, 6 de octubre.
Barenboim quiso promocionar en Madrid su nuevo CD con un recital en vivo de lo en él grabado: “El clave bien temperado”. Es admirable la capacidad de convocatoria del pianista argentino, que prácticamente llenó la sala grande del Auditorio Nacional. Para los madrileños Barenboim no es sólo un mito, es algo más, casi el músico por excelencia del régimen, ocupe quien ocupe la Moncloa. Tiene su mérito. Así veíamos a la esposa del Presidente Zapatero, a la ministra de sanidad, al ministro de asuntos exteriores dentro de una lista interminable de espectadores de la “oficialidad”. Una de las cualidades de Alfonso Aijón es la generosidad. Lo demostró hasta en el lujosísimo programa de mano. Pero también es inteligente y ambicioso: algo ha de esperar. Gran parte de ese público sabía que iba a escuchar a Barenboim y Bach, pero no era consciente de las dos horas largas de los más puros ejercicios, de música casi matemática, que contiene el Primer Cuaderno. El resultado: la incomodidad y el nerviosismo de tener que mantener el tipo a toda costa se tradujo en las acostumbradas toses. Así escuchamos los veinticuatro preludios, fugas y toses en todas las tonalidades mayores y menores, acompañadas de algún “movilazo”. Realmente lamentable.
Declara el artista que estudió la obra a los doce años, bajo una regla de madera con la que su maestra Nadia Boulanger le advertía de cada nota fallida. Todos los grandes pianistas han tenido que pasar por algo parecido con la partitura didáctica por excelencia. Quizá entonces le sonasen a Bach, no ahora. La polémica está servida. Grandes nombres, como Landowska, han abordado Bach desde la más pura tradición del clave. Otros, como Gould, han empleado el piano de forma sorprendente, casi irreverente, pero sin que Bach perdiera su sonido. Perahia o Schiff –éste es capaz de tocar todo de memoria- hacen esto hoy día. Barenboim utiliza el piano, saca un sonido bellísimo, pero lo que suena es más Barenboim que Bach y es que su personalidad se impone frente a lo que toca. Así también es su Albéniz. Ello se acompaña de articulaciones lejos de la exactitud, en la imposibilidad de distinguir más de dos o tres voces de las cuatro o hasta cinco de las fugas, etc. Dicho lo cual diré también que personalmente me interesó muchísimo cuanta música creó y disfruté enormemente. Pero una cosa no quita la otra. Se puede gozar sin estar sordo ni ciego. Gonzalo ALONSO
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