EL EJE LEIPZIG-MILÁN

Antes de cumplir los 30 años ya había optado a la titularidad de una gran orquesta, y a los 35 se convierte en la primera batuta de una de las mejores del mundo, la del Concertgebouw de Amsterdam, con el premio añadido de un suculento contrato con el sello Decca, en un momento en el que los discos se vendían como churros; desde entonces ha grabado más de 200 con la compañía británica. Evidentemente,  aquellos a los que todo eso les  pareció entonces excesivo –que los hubo-  se equivocaron, pues desde el minuto uno Chaillly, con un tesón encomiable y un talento a prueba de bomba, emprendió una carrera que le ha llevado a convertirse en uno de los más interesantes directores de orquesta del circuito. Hoy, a sus casi 62 años (los cumple la próxima semana), y como director titular de una institución de tanta solera como la Gewandhaus de Leipzig, el milanés es un nombre indispensable en las más prestigiosas salas de concierto del mundo.

      Permítaseme, sin embargo, una crítica: en los últimos años Chailly ha cometido algún que otro error de cálculo. Uno en particular, que a mi juicio ha sobrepasado cualquier tipo de expectativa: embarcarse en un proyecto de recuperación de la realidad sonora (más que eso: la realidad de su discurso) de algunos compositores del primer romanticismo alemán, y en particular, de Beethoven, cuya grabación de la integral sinfónica (2011) veo como un experimento fallido. Valoración que podría hacer extensible a su último Mendelssohn. Sin embargo, un año después dirigió en el Palau de les Arts valenciano una de las mejores Bohèmes que haya escuchado nunca. ¿Qué quiere decir esto? Pues que, además de tratarse de un director auténticamente vivo, ha entrado en una espiral polémica que siempre es buena para la interpretación musical. Ciertamente, si a mí me parece que ese ciclo sinfónico fue un error, conozco a otros críticos que opinan exactamente lo contrario. No hay cosa más sana en esto que la discrepancia.

       Regresa a Madrid con su actual orquesta, la Gewandhaus de Leipzig, de la mano de Ibermúsica, que ya nos la mostró en temporadas pasadas con él mismo y con sus dos directores titulares anteriores, Herbert Bolomstedt y Kurt Masur. Escuchar esta agrupación, una de las más antiguas del mundo (su primer embrión data de 1743, y es  la única hoy que puede decir que interpretó las sinfonías de Beethoven en vida del compositor), supone un  acontecimiento cultural de primer orden. Se trata, pues de dos conciertos que nadie puede, ni debe, perderse. En los dos actuará el violinista Julian Rachlin, un sólido valor para el instrumento (también, como su profesor, Pinchas Zukerman, es violista) en las salas de concierto hoy. Hará los conciertos de Mendelssohn y Tchaikovsky, no por casualidad repetidamente emparejados en las grabaciones discográficas. Y ambos conciertos los completará el director italiano con la Primera de Mahler (recuérdese que Chailly es protagonista de uno de los mejores ciclos mahlerianos modernos en disco) y la Segunda de Rachmaninov, una obra que en teoría sienta bien al encendido canto melódico que suele exhibir Chailly. Conciertos con repertorio popular donde los haya. Pedro González Mira

Julian Rachlin, violín. Orquesta Gewandhaus, Leipzig/Riccardo Chailly. Obras de Mendelssohn y Mahler (día 11); obras de Tchaikovsky y Rachmaninov (día 12) Entre 60 y 168 €.