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Por Publicado el: 11/10/2012Categorías: Crítica

EL JOVEN MAESTRO Y EL MADURO PIANISTA

EL JOVEN MAESTRO Y EL MADURO PIANISTA

Juventudes Musicales de Madrid
Obras de Dvorak y Beethoven. Yefim Bronfman (piano). Orquesta Philharmonia, Londres. Dir.: Jakub Hrusa. Auditorio Nacional de Música, Madrid, 10 de octubre, 2012.
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Cualquier actuación de la Philharmonia londinense es un acontecimiento. Orquesta admirable, de sonoridad redonda -¡cuidadísima afinación!-, grande y maleable, que desde los arcanos tiempos de Karajan y Klemperer no ha bajado un ápice su nivel de excelencia y que está a un escaso peldaño de distancia de la London Symphony, la joya de la corona de las orquestas británicas. Sus visitas a España son anuales, a veces varias en una misma campaña, y siempre ha sido uno de los activos de Ibermúsica, pero este año no pasa por el ciclo de Alfonso Aijón e Isabel Falabella se la ha llevado a su brillante serie de Juventudes Musicales, en esta visita con un director debutante entre nosotros, el joven maestro checo de 31 años Jakub Hrusa (Brno, 1981). Es un músico al que hay que tener en cuenta de cara al mañana, claro en el gesto y el marcado, enérgico y elocuente en el resultado. “Carnaval”, la obertura de Dvorak, no recibió el merecido aplauso de un gélido público, que sí se volcó con la “Octava Sinfonía” del mismo autor, en lectura vibrante e intensa, que no llegó a los hitos de Karajan / Filarmónica de Berlín en 1972 –Teatro Real- o de Colin Davis / Sinfónica de Londres -¡precisamente!- en 2001, pero que puso de relieve el virtuosismo de todas las familias de la Philharmonia, con mención de matrícula para las secciones de trompas y violonchelos.
El ambiente lo caldeó otro maestro, este en fecunda madurez, el ruso-judío Yefim Bronfman (Tashkent, 1958), que hace apenas un mes paseaba en apoteosis por Londres y Berlín el “Segundo Concierto” de Brahms con Simon Rattle, y que aquí hizo filigranas con el “Concierto nº 3 en Do menor” de Beethoven, con un Largo, el tiempo central, de antología por regulación del sonido y limpidez del fraseo. Aclamado por la sala, Bronfman tocó su propina predilecta, el “Estudio nº 2 en Mi bemol mayor” de Liszt basado en el Capricho 17 de Paganini. Hrusa, que había sido un acompañante exquisito de la obra, escuchó el regalo del solista sentado junto a los solistas de viento de la orquesta, en actitud que le honra. Las documentadas notas de Ruíz Tarazona completaban una sesión excelente. José Luis Pérez de Arteaga

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