El magisterio inagotable de Monteverdi
El magisterio inagotable de Monteverdi
Obras de Monteverdi. Balthasar Neumann Chor & Ensemble. Director del coro: Detlef Bratschke. Director musical: Pablo Heras-Casado. Auditorio Nacional, Sala de Cámara, Madrid. 06-X-2017.
Inicia su temporada el Universo Barroco bajo la sombra del 450 aniversario del nacimiento de Claudio Monteverdi. Entre los muchos conciertos que tendrán lugar este año relacionados con su figura, se destaca este arranque (segunda parte, en realidad) centrado en la Selva morale e spirituale, esa especie de clave de bóveda de la música barroca que el CNDM está ofreciendo en tres pedazos. La música que Monteverdi volcó en este compendio musical sacro se pasea entre lo antiguo y lo nuevo sin que por ello se le salten las costuras, por mucho que algunas de las piezas disten casi tres décadas entre sí. Madrigales, misas o salmos desfilan con un sentido dramático y una retórica dignas del mejor de los oradores. Una clase magistral impartida desde la madurez donde se reflexiona sobre el cómo, el dónde y el por qué de la sustancia musical.
La apuesta del Balthasar Neumann Chor se basaba en los colores dispares que ofrecían sus voces y esa tímbrica magnética que, cuando se hace bien, desprenden. Y en verdad sólo resultó a medias. Mientras que el conjunto funcionó con afinación suficiente y sentido del discurso, las intervenciones a menor escala corrieron peor fortuna. La cuerda de tenores y sopranos destacó en ensemble, pero únicamente Alicia Amo y tal vez Andrew Harris (es raro hoy día encontrar a un bajo profundo) supieron encontrar el difícil equilibrio entre solista y grupo que el músico de Cremona exige. Una lástima que el Pianto della Madonna, una de las piezas más (justamente) celebradas de la colección no alzara el vuelo en ningún momento.
La esforzada dirección de Heras-Casado tampoco pareció encontrar una respuesta clara en el Balthasar Neumann Ensemble. Partimos de la idea de que este repertorio es francamente ingrato a la hora de concertar instrumentos y voces. Cualquier mínimo desfase deja al descubierto disonancias no buscadas, pero a pesar del buen trabajo de Michael Behringer al clave y al órgano, se echó en falta una mayor sutileza en las entradas y que se desplegara un punto más de imaginación en el continuo, correcto pero sin proponer paisaje alguno. Con todo, parte de la genialidad de Monteverdi radica en que aun faltando algunos elementos, el nivel de disfrute y belleza que provoca su música jamás decepciona, y este concierto no fue la excepción. Queda ya sólo la tercera parte del ciclo, que se ofrecerá en concierto en apenas un par de días. Esperemos que estos pequeños desajustes se solventen para poder cerrar este ciclo con el éxito que merece. Mario Muñoz Carrasco
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