Un Haendel de buen tono

            Haendel: “El Mesías”. Sábina Puertolas, soprano, Sonia Prina, contralto, Matthias Stier, tenor, y Christian Senn, barítono. Orquesta y Coro Nacionales. Directora: Xian Zhang. Madrid, Auditorio Nacional, 23 de diciembre de 2017.

            Vuelve “El Mesías” en una de las muchas convocatorias en las que cada año está presente, y en el hemiciclo de la Orquesta y Coros Nacionales se ha programado ya muchas veces. Ha sido la china Xian Zhang, que tan buen sabor de boca dejara la temporada pasada con su interpretación de la “Misa Glagolítica” de Janácek, quien en esta ocasión ha ocupado el podio. Y lo ha hecho con la presteza y eficacia que ya se le conocen. Marca con gran claridad, con gesto persuasivo y bien dibujado, de amplio trazado, que nace de unos brazos cortos –como su estatura- y que actúa en todos los planos.

            La música fluye con aparente naturalidad de sus manos, que saben resolver dinámicas, aunar ataques, calibrar ritmos y gobernar con autoridad en orden a construir una versión más en estilo victoriano, tipo Boult, Sargent o Beecham, con un orgánico bastante crecido de unos cuarenta-cincuenta elementos y un coro de unos ochenta, que de estilo más conciso y económico, en la estela de los planteamientos más historicistas de Gardiner, Hogwood o Christie. Aquí se ha elegido una versión intermedia entre la que el autor, con pocos efectivos, estrenó en Dublin en 1742 y las que el propio compositor, con ayuda a veces de otras manos, fue delineando con el tiempo.

            La batuta de Zhang estableció claridad y marcó tempi juiciosos, episódicamente más rápidos de lo usual, así en el coro postrero antes del “Amén”, estableció juiciosamente los diversos “tutti” según el momento expresivo e hizo tocar ágilmente al continuo (Mascarós, Jiménez, Oyarzábal, Erro y Abargues), que se plegó con musicalidad a los distintos números. En los corales actuó muy entonado y generalmente empastado el Coro Nacional, que tuvo momentos brillantes, como en las endiabladas agilidades de “For unto us a child”, en particular las féminas. Los tenores mostraron su reciedumbre en las pulsaciones del “Surely He hath” y todos silabearon con presteza en “His yoke is easy”; aunque hubo ocasiones –“And the Glory of the Lord”- en las que la ansiada redondez se echó en falta.

            Zhang consiguió transparencia de líneas en instantes clave como el fugato de la obertura y plenitud en la sonoridad muelle y el ajuste de los acompañamientos. El arte electrizante y contrapuntístico, la energía y vitalidad de la pluma del compositor anglosajón quedaron generalmente salvaguardados, a pesar de las irregularidades operadas en el seno del cuarteto solista, donde destacó poderosamente el timbre fresco, espejeante, el vibrato fino, el rico colorido de la voz de Puértolas, que labró finamente la rica coloratura y ofreció, con sus conocidos gestos teatrales, un magistral “Rejoice greatly”. Prina, más mezzo que contralto, exhibe hoy ciertas fisuras y desigualdades en su emisión y en un timbre ya un poco ajado. Stier, con metal y cierto brillo, fue simplemente correcto, aunque lo pasó muy mal en los saltos al la natural agudo en el aria “Thou shalt break”. Hay tenores en España que pueden hacerlo mejor. E incluso voces graves que estén por encima de la más bien mate y descolorida de Stenn, que cantó con nervio y autoridad, con buen despliegue sus partes; con la fabulosa intervención de la trompeta de Manuel Blanco en la conocida aria “The trumpet shal sound”.

            En las documentadas notas al programa de Joseba Berrocal había algunos errores de fechas y, pese a las citas, no se entraba en los pormenores del pentagrama. Arturo Reverter