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Por Publicado el: 10/02/2005Categorías: En la prensa

EL MUNDO: Muere Lazar Berman. J.Romero

OBITUARIO: Lazar Berman, El “legendario” intérprete de Liszt.
JUSTO ROMERO
Lazar Berman, el legendario intérprete de las más endiabladas piezas pianísticas de Liszt, dejó atónitos a todos cuando en 1971 atravesó el Telón de acero desde su San Petersburgo natal para realizar una gira de conciertos por Italia. Desde entonces, se afianzó en Occidente como uno de los pianistas más perfectos e hipervirtuosos de su tiempo. El domingo falleció, víctima de un ataque al corazón, a punto de cumplir 75 años, en su domicilio de Florencia, ciudad en la que residía desde 1990.
Berman, que en 1994 tomó la ciudadanía italiana, era un verdadero coloso del teclado. Poseedor de un sonido maravillosamente timbrado, de singular y reconocible belleza. Grabó con los mejores directores de orquesta. Todos los soviéticos. Pero también con los más significados directores occidentales. Leonard Bernstein y Daniel Barenboim entre ellos. Legendarios son también sus registros de conciertos para piano y orquesta de Brahms, Liszt y Chaikovski con Erich Leinsdorf, Carlo Maria Giulini y Herbert von Karajan, respectivamente.
Fue un pianista de vocación e inclinación románticas, formado en la mejor escuela, con Alexander Goldenweiser en el Conservatorio Chaikovski de Moscú. Que se movía con absoluta maestría ante obras de Liszt, Chopin, Schumann, Chaikovski, Rachmáninov o Prokóviev. De todos ellos dejó referenciales registros discográficos. Y muy especialmente de Liszt, compositor del que grabó obras –tanto en la Unión Soviética, como después en Occidente- que hoy son referencias incuestionables. Entre ellas, varios álbumes con los Estudios de ejecución trascendental, la Sonata en si menor, la Rapsodia española o Años de peregrinaje.
Niño prodigio –a los dos años comenzó ya a toquetear el piano, tutelado por su madre, la pianista Anna Makhover; a los siete años ya ofreció un recital en el Teatro Bolshói-, también recibió consejos de Vladímir Sofronitski y Sviatoslav Richter. Su presentación con orquesta, con sólo diez años, junto a la Filarmónica de Moscú, constituyó un acontecimiento en el musicalísimo Moscú de la época.
Desde entonces, su fama no paró de crecer, extendiéndose a Occidente, donde, como anteriormente había ocurrido con Richter, se expandió una auténtica leyenda en torno a este misterioso pianista de rostro diabólico y dentadura de oro, del que todos los que volvían de la Unión Soviética hablaban maravillas.
Para Emil Guilels, otro coloso del piano del siglo XX, ya fallecido, Berman era “el fenómeno del mundo del mundo de la música”. Célebre y muy publicitado fue el comentario de Guilels cuando un conocido director de orquesta estadounidense le preguntó en los años setenta “quién era Lazar Berman”, Guilels no dudó la respuesta: “Si Sviatoslav Richter y yo nos pusiéramos a tocar juntos, a cuatro manos, no podríamos igualar a Berman”. Cuando Harold C. Schonberg, el famoso critico del New York Times, escuchó a Berman en Moscú, en 1961, escribió: “Este pianista tiene 20 dedos que transpiran fuego”.
Luego, tras su fulgurante irrupción en Occidente, su estrella decayó. En cierta medida, a causa de su carácter heterodoxo y exigente. Era al mismo tiempo músico serio y reflexivo. En los años ochenta entró en una depresión que le llevó a replantear muchos de sus dogmas artísticos. Corría la fama – ¡absolutamente infundada!- de que detrás de ese hipervirtuosismo había la nada. Su rigor y honestidad artísticos le hizo incluso apartarse un tiempo de los escenarios y replantearse todo. Superó la crisis, pero ya no volvió a ser el coloso que fue.
En marzo de 1996 tocó en Valencia, con la orquesta de la ciudad, el Primer concierto para piano de Liszt. Quien suscribe estas líneas fue precisamente el promotor de aquella actuación levantina. El director era el tempranamente desaparecido David Shallon. Costó Dios y ayuda convencerle para que aceptara tocar con Berman como solista. “No, ya he actuado otras veces con él y no quiero repetir la experiencia ¡Hace siempre lo que le da la real gana!”. Difícil olvidar el comentario del director judío –Berman también lo era- tras el primer ensayo: “¡Es otro pianista! ¡Qué maravilla!”, exclama admirado Shallon. El concierto fue, naturalmente, una maravilla.
Berman era un personaje afable pero huraño. Con ese extraña mezcla de orgullo y complejo que suele distinguir a los músicos procedentes del viejo paraíso socialista. En Valencia entusiasmó a todos. Aunque no era ya el coloso que todos tenían en la cabeza. Los últimos años, ya enfermo de corazón, se centró en la enseñanza, que desarrolló con sistema aristotélico en el Conservatorio de Imola, al norte de Italia. Deja un puñado de alumnos que, además de perpetuar su impresionante escuela pianística, le adoran. Como Simone Pedroni, heredero en técnica y actitud artística del maestro irrepetible e inolvidable. Fue un gran pianista y -que nadie se engañe- ¡un artista como la copa de un pino!
Lazar Naumovich Berman, nació en San Petersburgo, el 26 de febrero de 1930, y falleció el pasado domingo, 6 de febrero de 2005, en Florencia (Italia), con 74 años.

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