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Por Publicado el: 06/08/2006Categorías: Crítica

“El Rapto en el Serrallo” en Salzburgo

“El Rapto en el Serrallo” en Salzburgo
Parodia sin anuncio previo
“El Papto en el serrallo” de Mozart. L.Aikin, V.Farcas, C.Castronov, D.Kerschbaum, F.Hawlata. S.Herheim, dirección escénica. I.Bolton, dirección musical. Haus für Mozart. Salzburgo, 5 de agosto.
Una de las novedades de la presente edición del Festival de Salzburgo es la puesta en funcionamiento de la bautizada como “Haus für Mozart”, que no es sino la antigua sala de ópera conocida como “Kleines Festspielhaus” remodelada tras un coste de 200 millones de euros. Ahora, en tan solo dos años, la que era la más pequeña de las salas del complejo ha pasado a tener capacidad para 1.700 espectadores. En Salzburgo todo es a lo grande. Baste comparar con los 25.000 m2 del recién inaugurado Teatro de el Escorial, de 65 millones de coste y con la sala más grande para 1.100 personas. Lo más sobresaliente es su excepcional acústica, quizá incluso con un punto de más en su reverberación.
En ella se ofrece una peculiar parodia. Se anuncia “El Rapto en el Serrallo”, pero el público asistente es raptado a un espectáculo en el que se utiliza la música de la ópera de Mozart pero se cambian los textos de sus diálogos para proponer una temática absolutamente diferente sin referencia oriental alguna. Incluso se hace desaparecer el personaje del Bassa Selim y el coro deja de estar en escena para situarse en el foso. Todo porque lo que se desea sobre el escenario son actores –lo de menos es que canten y lo que canten- desde que se alza el telón y aparece una pareja en pelota picada. A partir de ahí asistimos a una sucesión de vídeo clips sobre amor y fidelidad con múltiples parejas en sus bodas, que parece un anuncio de Pronovias, y en los que se introduce violencia, homosexualismo o lesbianismo con un lenguaje grosero. ¿Tiene todo ello algo que ver con Mozart? Evidentemente no y hasta existe una burla manifiesta. El público asiste dividido entre los que tienen ganas de levantarse e irse y los que esperan con curiosidad el aún más todavía. Al final, un terrible y más que merecido abucheo.
Naturalmente ningún gran cantante se prestaría a intervenir en una tal estafa y cantar las dificilísimas arias mientras los movimientos propios o ajenos son más importantes. De ahí que el reparto se componga más de actores que voces y de ahí que la acción escénica distraiga al oyente y le dificulte darse cuenta de la voz caprina de Belmonte o de la inexistencia de graves en el “Martern aller Arten” de Konstanze. De la quema se salva Ivor Bolton, con una dirección musical sobresaliente y llena de vida.
Casi todo es posible en el arte, pero no el fraude. Se puede ofrecer este espectáculo, pero explicando con claridad que de “El Rapto en el Serrallo” no queda más que la música. Ustedes ya lo saben. Y yo no pagaría ni un euro por él y, por supuesto, no los cuatrocientos que cuesta una butaca. Gonzalo Alonso

Engaños masivos
Hitler se hallaba disfrutando de una ópera en el Festival de Bayreuth cuando le llegó la noticia de la sublevación del general Franco en Africa. Inmediatamente pidió a Wolfgang Wagner, nieto del compositor y actual dirigente del festival pero entonces niño, que le trajera el atlas del colegio para ver dónde empezaba aquel alzamiento. En aquella familia le llamaban “tío Wolf”. Años después la gente que vivía en la colina de Dacha harían la vista gorda a lo que sucedía bajo sus ojos, en la llanura.
También pasan sin mirar algunas de las terribles fotos muchos de los que visitan el lugar, próximo a Salzburgo, conocido como “Nido del águila”. En él Hitler construyó un impresionante complejo par él y sus altos mandos. En una de ellas se ve una fosa con unas doscientas, de todo tipo de sexo y edad, personas vivas y vestidas. La siguiente muestra la mismas personas desnudándose. Una tercera corresponde a su fusilamiento y la cuarta final es una sucesión de cadáveres amontonados.
Da miedo pensar en cómo se pudieron manipular las masas entonces, pero aún da más miedo pensar cómo se puede hacer lo mismo ahora, pero más y mejor. Las concentraciones de jóvenes son un fértil caldo de cultivo.
Dirán ¿y todo esto qué tiene que ver con la música, aparte de que Hitler amara Wagner? Pues que en la música actual hay mucho engaño masivo. Todo Salzburgo está empapelado este verano con fotos de Anna Netrebko, el “milagro de San Petersburgo”. La misma soprano de la famosa “Traviata” del pasado festival que pasó por el Real sin pena ni gloria cantando “Guerra y paz” de Prokofiev. Sus fotos no están en las tiendas de disco, que ya casi ni existen, sino en las de ropa de moda o cualquier complemento. Y así no hay una sola localidad para sus “Bodas de Fígaro” de este año. Se cuenta que un matrimonio desesperado llegó a pagar doce mil euros por dos entradas. Y yo recuerdo que hace diez años sucedía algo similar con una soprano llamada –si no recuerdo mal- Sylvia MacNair. ¿Alguno se acuerda de ella hoy? En cambio todos recuerdan a Elisabeth Schwarzkopf y lamentan su fallecimiento. Aunque haga más de treinta años que dejase de cantar. Gonzalo Alonso

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