El Teatro Real y su circunstancia
El Teatro Real y su circunstancia
Me dice el autor de este libro que ha trabajado en él durante un año. Razón de más para devorarlo en una tarde, porque acostumbrado como estoy a leer a Rubén Amón prácticamente a diario, y en temas absolutamente inmiscibles, lo que significa que es capaz de hablar de todo, de opinar sobre todo, produciendo a la velocidad del rayo pero siempre con un fundamento difícil de contrariar, enfrentarme a unas páginas que tanto han tardado en ver la luz añadía más significado al tema que el libro propone: una especie de historia del Teatro Real, que me atrevo a calificar de ´especie ´, porque, aun antes de leerlo (y ahora con más motivo), conociendo el estilo del autor, me costaba aceptar que quedara solo en eso. Efectivamente; no queda solo en eso: para una mente estrecha o desinteresada puede ser algo menos; y para un amante de la música como es debido, bastante más.
Este es un libro de encargo. Declarado. Por el autor. Y por el ´encargador´. Como es lógico y natural, como diría el flamante expresidente de nuestro país, ese último ha sido el propio Teatro, encarnado en la figura del presidente de la Fundación Teatro Lírico, Gregorio Marañón. Así que el autor del texto podría haber sentido la tentación –o cometer el pecado- de deslizarse por la suave rampa de la pleitesía, habida cuenta de lo escandalosamente bien que se está gestionando esa casa, gracias a los buenísimos equilibrios presupuestarios y artísticos conseguidos en los últimos años. Pues no. El señor Amón es el periodista Rubén Amón desde la primera línea del texto, lo que deriva hacia unos resultados que, al margen de la propia brillantez, arrojan independencia y, a veces, un sanísimo y muy de agradecer distanciamiento del asunto base. No es posible valorar con acierto cuando lo referido está cocinado con gloriosos ingredientes pero, en más de una ocasión, por penosos jefes de cocina. En la historia del Teatro Real, y así nos lo explica elocuentemente el autor, hay tanta pena y tanta gloria juntas que es extraordinariamente difícil emitir juicios de valor sobre la una y la otra; que solo una visón del asunto digamos científica podría llegar a poner orden en semejante historia de triunfos y calamidades. Es lo que sucede en este texto, porque se habla de lo que le ha sucedido al Real en los últimos 200 años (se explica también, y con buenas razones, porque 200, y no menos, como se empeñan en defender aquellos que siempre han estado por atacar y atacar de manera espuria), y se hace, sí, ´científicamente´, es decir con bisturí periodístico, pero también con cariño y desde algo que quizá estando en otro nivel del conocimiento y la percepción es absolutamente indispensable para abordar con garantías una tarea de tales características: la propia música.
Me parece que hay dos libros en este libro. El primero concluiría una vez desarrollada la idea que he expuesto en el párrafo anterior. O sea, el libro que nos habla de la historia del Teatro Real. El segundo, desde luego no menos interesante, parecería referirse también a ello, pero yo creo que no exactamente, porque, efectivamente, son demasiados los amores de autor presentes como para dejar de lado el hecho de que, aun hablándose de los protagonistas de la misma historia del Teatro, las maneras, los matices, las opiniones (¡por supuesto!) rebasan ya al periodismo digamos informativo para situarse en otro campo, el de la crítica musical. Amón, que por cierto y con justicia dedica el libro a uno de los personajes más activos, eficientes y entrañables del departamento de Prensa del Real desde su reapertura, Graça Ramos, una vez que ha dejado la pista libre, empieza a hablar de música y músicos, sin ocultar lo que un crítico no debe jamás esconder, que son los porqués de sus amores musicales. Así, Verdi o Wagner, protagonistas de muy distinta faz en el Teatro, obtienen el trato que se merecen, sin por ello prescindir de explicar las razones por las que al primero le cuesta menos, muchísimo menos, entrar en la vida musical española. Son muy gratificantes las explicaciones musicales al respecto, pero sobre todo lo son las políticas, seguramente porque en el tratamiento de esos aspectos surge el periodista de fuste que es el autor. A veces, sin embargo, también aparece el mitómano (gracias a Dios; no hay que huir de estas cosas; todo sería aburridísimo si no): cuando se habla de la Patti, de ese caleidoscópico personaje que fue la cantante; del celestial e irrepetible Gayarre, del caballero Alfredo Kraus o de, cómo no, el coloso Plácido Domingo, del que Amón se declara, y con mucha razón, biógrafo. A mí me parece que las opiniones del autor están muy aquilatadas; que en cierta medida se ha comedido; que no ha querido exagerar. Para lo cual ha tirado del dato, de la referencia, de abundante documentación, de la anécdota, que aparece aquí y allá como una apetecible golosina, pero, que nadie se asuste, entre líneas se pueden adivinar sus preferencias, sus gustos… E insisto, sus amores. Lo único que puedo yo añadir es que como la mayor parte de esos amores son también los míos, ese aspecto del libro me ha parecido estupendo.
Amores, que no solo vocales. El autor ha tenido el buen gusto (era total y absolutamente necesario) de incluir en su relato la parte de la historia del Real que corresponde a su funcionamiento como sala de conciertos. Historia muy bien adobada por las razones políticas (¿) que en su momento se esgrimieron para la realización de tal fechoría. Pero también la descripción del espejismo que muchos sufrimos cuando, por negarnos la ópera, pudimos – o eso creímos, quién sabe- quizá ganar: por el Real desfilaron increíbles intérpretes, con los que disfrutamos como cochinos devorando bellotas, y Rubén nos los recuerda descendiendo al detalle. Solistas y directores. Karajan o Bernstein; Gilels o Richter; Celibidache o Kleiber… De todo ellos y más se habla aquí. Y claro, hay momentos en los que al escribiente se le va la mano, perturbado por el recuerdo: como cuando habla de la visita de Karajan; de lo que significó recibir al rey de Salzburgo y del sello amarillo aquí, mirando de frente al Palacio Real; o del acontecimiento que supuso el concierto de Bernstein con Kyristian Zimerman y los vieneses de la Filarmónica. De aquel concierto, con ese descomunal Brahms, todos guardamos uno de los recuerdos musicales más memorables de nuestra vida. Pero algunos más: para mí, por ejemplo, hay dos recuerdos más añadidos: el primero, imborrable, haber podido escuchar el himno nacional tocado por la Filarmónica de Viena y dirigido por Leonard Bernstein. El otro, muy personal: a la salida del concierto el responsable de la sección de Discos de la revista donde más tarde desarrollaría mi carrera, me comunicó que el ministerio de Cultura me había concedido el Premio Nacional de Crítica Discográfica. Permítaseme la flor, pero es que por aquel entonces era muy joven y a todos muchas veces nos traicionan los recuerdos.
Y en fin. No quiere dejar pasar el autor la oportunidad de dedicar un capítulo, el último, a Gerard Mortier. Y hábilmente, milagrosamente pero creo que objetivamente, logra poner las cosas en su sitio, sin quedar mal ni con unos ni con otros, en esa reedición de la famosa ´querella de los bufones´ que tuvo lugar entre defensores y detractores del animador y muy provocador director de teatros belga. Amón realiza una excitante exposición de sus más estrambóticos defectos, protagonistas de incomprensibles decisiones – a veces de mucho calado- y de sus virtudes más brillantes, entre otras la de haber sabido situar al Teatro Real en el mundo, que ahí es nada.
En resumen. Un libro que es muchas cosas, y que sin embargo se lee con extrema facilidad. Un libro fundamentado, documentado, bien informado, ordenado, explicado desde la órbita periodística y musical, crítico, ameno y un punto entrañable, a pesar de que el autor no se priva en ocasiones de meter dedos en algunas llagas. Un libro que es todo eso pero que, para mí, encierra una virtud más radical: lo percibo como un texto escrito con verdadero amor a la música. A mí me parece que solo así, desde esa radicalidad bien entendida, se puede aspirar a ser un relator objetivo y fiable. Pedro González Mira.
AMÓN, Rubén: Sangre, poesía y pasión. Dos siglos de música, ruido y silencio en el Teatro Real Alianza Editorial. 270 págs. 18´52 €
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