Nuestra recomendación: ¿El valor de la iconoclastia?
¿El valor de la iconoclastia?
La primera vez que escuché a Daniil Trifonov fue en un celebrado disco (que yo no celebré tanto en la crítica que tuve que escribir para la revista RITMO) que contenía como obras base la Rapsodia sobre un tema de Paganini, las Variaciones sobre un tema de Corelli y las Variaciones sobre un tema de Chopin de Rachmaninov. En la Rapsodia dirigía Yannick Nézet-Séguin a la Orquesta de Filadelfia, y la grabación (marzo de 2015) se completaba con una obra del propio Trifinov, titulada Rachmaniana. No me resultó fácil opinar: me pareció un buen pianista –incluso un muy buen pianista en los aspectos esenciales de la técnica del instrumento -, pero al intentar valorarlo como intérprete, tuve muchas dudas. En realidad siempre me gustaron los pianistas heterodoxos (pero, claramente, menos que los ortodoxos en general), atrevidos, distintos, etc. Porque evidentemente cuando se interpreta de verdad es necesario asumir riesgos. Por ejemplo, nunca me entusiasmó Glenn Gould, pero siempre me interesó; o me gustó mucho Pogorelich en sus primeros años; o, algunas veces, el Gulda más irreverente… Y, en cierta medida, este señor me recuerda a todos ellos: un pianista que vende muy caras sus ideas sin importarle mucho que el cliente esté dispuesto o no a comprarlas. Bien; ahí quedó la cosa.
Pero hete aquí que hace algo menos de un mes recibí en mi casa un enlace (con video) de un recital celebrado en Londres a principios de diciembre con el mismo programa que el jueves próximo tocará Trifonov en Madrid: Escenas infantiles, Toccata y Kreisleriana, de Schumann; una selección de los 24 Preludios y Fugas de Shostakovich y Tres movimientos de Petroucka, de Stravinsky. Y después de escucharlo con atención se han multiplicado mis dudas a la hora de valorar. Naturalmente nadie sabe si lo que se escuchará ahora será igual o no a lo que se escuchó entonces, pero la personalidad de las ideas supongo no diferirán mucho. No voy a hacer una crítica de ese concierto; pero sí diré que la primitiva idea que obtuve la primera vez que oí tocar a Trifinov se afianzó totalmente. A mi entender, se trata de un pianista de buenos dedos pero al que le encanta inventar bordeando la partitura hasta alcanzar tensiones muy discutibles en tempi, agógica y cada una de las otras indicaciones. A veces, está al borde de la ocurrencia. Cuando uno se planta ante artistas así, ya lo he dicho, encuentra muchas dificultades para valorar. En realidad, cada vez estoy más convencido de que cuando se plantean cuestiones estilísticas tan al borde de los límites en una interpretación no se puede hacer una valoración justa, a no ser que se trate de auténticos ´friquis´ al piano, que también los hay. A estos sí que hay que ´despacharlos´ sin muchas contemplaciones. Rebuscamiento, excentricidad, presión, forcejeo son recursos interpretativos cuyos límites están muy difuminados en la mayor parte de las versiones que podríamos llamar diferentes. Y hay que llevar cuidado a la hora de hablar de estas cosas. Pero la crítica es la crítica, y está muy bien que el lector exija que el comentarista se moje. ¿El crítico? El crítico también tiene su historia, sus gustos, sus manías… A mí me parece que los críticos jóvenes tienen tendencia a admirar a este tipo de artistas tan iconoclastas y únicos. Pero aquellos a los que ya nos quedan pocos pelos en la cabeza solemos ver las cosas de otra manera. Veremos a ver qué pasa aquí; este es un recital que puede dar de sí mucho. Para bien o no. Para mí, el morbo está servido. PGM
Daniil Trifonov, piano. Obras de Schumann, Shostakovich y Stravinsky. Auditorio Nacional de Música, sala sinfónica. Jueves 19, 19.30. Entre 25 y 57 €.
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